“Señor Meira: ¿qué hizo con mi hijo?”

Este miércoles declararon María Cristina Fonseca y Estela Clara Schussler, por videoconferencia. En tanto que  Norma Gladys Bicocca y María del Carmen Pietro de Ferreyra lo hicieron en sala. Causa Diedrichs-Herrera.

Por Katy García*

Durante la novena audiencia testimoniaron cuatro mujeres por delitos de lesa humanidad que constan en el Expediente Herrera. Los hechos que afectaron a 36 víctimas ocurrieron entre el 26 de marzo y el 10 de octubre de 1976. El Tribunal está presidido por  Carolina Prado junto a los vocales Jaime Díaz Gavier, Julián Falcucci y Consuelo Beltrán. El fiscal  actuante es Maximiliano Hairabedián

En este orden brindaron testimonio María Cristina Fonseca, exempleada ferroviaria, Estela Clara Schussler, ex novia de Omar Olachea, Norma Bicocca, hermana de Eduardo Bicocca, extrabajador del Frigorífico Mediterráneo y militante gremial y María del Carmen Pietro de Ferreyra, exesposa de Adrián Ferreyra, militante de los grupos de base universitarios del PRT.

En 1977, Beatriz, la madre de Adrián Ferreyra detenido desaparecido le escribió una carta a Carlos Horacio  Meira quien tuvo a su cargo el procedimiento que lo detuvo en Media naranja y trasladó a la Comisaría de Cruz del Eje.  Parte del fragmento leído por quien fuera su  esposa  dice: Señor Meira: ¿qué hizo con mi hijo? Adonde lo llevó luego de ser  trasladado de  Cruz del Eje a Córdoba. ¿Esta vivo? Le pido, le suplico, tenga usted a bien contestar esta carta. Meira afronta el primer juicio por crímenes de lesa humanidad. Es militar retirado y   abogado. Ejercerá su propia defensa junto a otro letrado.

Norma Bicocca era una adolescente cuando se llevaron a su hermano desde  Unquillo. Lo buscó por todos lados junto a su madre sin recursos económicos porque “siempre fuimos pobres”.  En 1978 fue sola hasta La Perla a reclamar. Desde la sala se dirigió a los imputados y les preguntó: “Señores militares qué pasó con mi hermano”.  Eduardo trabajaba en el Frigorífico Mediterráneo.

María Cristina Fonseca contó su secuestro y el de Gachy Torres y la liberación de ambas gracias a la intervención de su tío Luis Nieto que era jefe en el Comando Radioeléctrico. El mismo mes Gabriela fue secuestrada y asesinada en un operativo ventilador. Los restos le fueron restituidos a la familia. Nombró a los trabajadorxs  militantes secuestrados del Ferrocarril Mitre.

Estela Clara Schussler  explicó cómo fue el secuestro de quien fuera su pareja Omar Olachea, militante del PRT-ERP. Detenido desaparecido.

“Una terrible experiencia que nos marcó la vida”

Maria Cristina Fonseca tenía 23 años cuando el 8 de junio de 1976, a eso de la 1:30 de la madrugada irrumpe en su casa en Barrio Los Paraísos  un grupo numeroso  de personas con armas largas. Estaba durmiendo con sus hermanos de 9 y 19 años, y en la otra habitación, estaban  sus padres.

Vivían en una casa de dos pisos. Unos individuos “a cara descubierta y una persona del ejército con una media en la cara lo agarra a mi hermano y lo lleva a otra pieza”. Su mama creía que les estaban robando. Contó que dijeron ser policías y que le ordenaron “vos vestite” y la subieron a uno de los tres autos que utilizaban en el operativo ilegal – un Peugeot 504, dos Dodge y un Torino- y la llevan a la casa de Graciela Torres que vivía en barrio Observatorio.

Con los mismos métodos la secuestran y suben al auto. “A través de las vendas hechas con sabanas de mi casa veía los reflejos de  la avenida Fuerza Aérea”. En un momento observa que salen de la calle, bajan la velocidad, para ingresar “a un camino con piedras y a los pocos minutos frenan y los coches quedan “enfrentados en una galería. Se arma un barullo. Y no entendíamos nada. Nos meten en un sala grande que se notaba que era nueva”.

Por lo que cuenta la testigo está describiendo al campo de concentración La Perla. “Nos paran al medio y traen a una chica de pollera corta y con mocasines y les preguntaban ¿son estas? pero no emitieron sonido”. A Graciela su compañera de trabajo la llevaron a una habitación. Ambas trabajaban en el Ferrocarril Mitre.

Contó que a ella la llevaron a otra habitación donde pudo ver una gran  cantidad “de fotos, cajas y cajas y había diapositivas”,  un pizarrón y una mesa larga con sillas. Ahí fue interrogada por “un hombre joven de mocasines y jean” que le preguntaba qué música escuchaba y quienes eran sus amigos. Le pareció que era militar.

También le preguntaron sobre el 25 de mayo día en que “hubo una volanteada desde el Correo central” y que las relacionaban a ellas con ése hecho político realizado en plena dictadura. Pero “yo estuve en el cumpleaños de mi abuela, la suegra de Luis Nieto y Graciela en Villa Maria”, recordó.

Al otro día,  a las 9 de la mañana, las suben al  Peugeot. “Yo tenía las manos atadas adelante y ahí la agarro a Graciela de la mano y nos quedamos quietitas y nos dicen que nos van a largar. Que no podíamos irnos del país y que teníamos que ir trabajar”.

Las bajaron en la plaza ubicada detrás de la Terminal de Ómnibus y frente al exHospital de Niños. Se sentaron en un banco y se retiraron las mordazas. De ahí cruzaron a la estación  del Ferrocarril donde la esperaba su padre que le dijo: “Ya, a México”.  Pero les habían advertido que se quedaran en el país. Quedó claro que su tío Luis Nieto que era uno de los jefes del Comando Radioeléctrico influyó para que las dejaran libres.

La sobreviviente le manifestó al Tribunal que este hecho afectó a toda la familia. “Fue una terrible experiencia que nos marcó la vida. Éramos una familia divertida, muy unidos, y a mi papá le mataron el alma. Recuerdo que esa noche me pidió perdón porque nunca pensó que no iba a poder protegerme”.

Segundo secuestro de Gachy

El 29 de junio, llegó la madre de Graciela a su casa “lastimada y  sangrando” a avisarles que habían llevado a su hija. Casi al mismo tiempo llegó su tío Luis Nieto y  llevó a toda la familia a su casa donde permanecieron hasta agosto. Contó que se enteraron que Gachy había sido  secuestrada por  los “federicos” –en la jerga se refieren a la Policía Federal- y que Nieto concurrió a la sede policial y al regresar le dijo “quedáte  tranquila”. Más adelante, le respondió al fiscal Hairabedián que no había hablado del tema con el tío. “No teníamos las mismas visiones de la vida pero le agradecí y al tiempo se separó de mi tía”, explicó.

Por la familia se enteró que les fueron restituidos los restos de Graciela a quien habían “encontrado tirada camino a Tanti  junto a un varón y que los habían matado a los 6 u 8 días”. La empresa le dio la baja con el texto: “por su propia causa”.

Recordó que entre los compañeros y compañeras de trabajo  hubo unos 10 u 11 secuestrados vinculados a la tarea gremial y la militancia política. Entre ellos: García (que era peón de estación) y su esposa Yolanda Damen; Alberto Muñoz, Néstor Acosta, Quique Fontana que trabajaba y estudiaba, Oscar Ojeda, secuestrado antes que Graciela. También a dos chicas del Policlínico Ferroviario con sus maridos. “Fuimos una generación que  vivimos entre golpes de estado y siempre estuvimos en el plano gremial”, aseguró.

“Así como nos pasó a nosotras me tocó ser testiga auditiva cuando la matan a Maria Teresa Luque una chica embarazada que era de una familia muy católica y mataron a casi toda la familia”, dijo, antes de concluir con un agradecimiento. “No sabía que declarar iba a ser tan liberador. Me dediqué a trabajar como loca en el ferrocarril”, dijo quien fuera quien fue secretaria del jefe de zona del Ferrocarril Mitre en  Córdoba.

“Omar  me cuidó y me salvó”

Estela Clara Schussler, brindó testimonio sobre el secuestro y desaparición de Omar Olachea.  El 19 de mayo antes de la medianoche -entre 22 y las 23:30- se encontraba en la casa de su amiga  Cristina Robles en  un departamento en la avenida Vélez Sarsfield. Se había quedado a dormir  junto a su novio Omar.

“Estábamos los dos cuando escuchamos timbres, ruidos, golpes y corridas, y empiezan a golpear la puerta. Él recuerda que yo tenia el documento en mi cartera, sale corriendo,  abre la puerta y no lo veo más”, evocó.  Luego entran  hombres de civil y uniformados con armas largas que se distribuyen en la casa. “Me vendan los ojos y me hacen salir en un lapso corto” y ahí ve un gran operativo con varios autos y bastante gente conversando.

En el camino secuestran a más personas. Tras un recorrido de una media hora llegan a una zona descampada. La ingresan  a una habitación donde había mucho silencio “y escucho que Omar me decía el nombre completo”. Al rato, escuchó que “abren otra puerta y escucho un ruido “Uhh” como un golpe sorpresivo que le cortó la respiración y luego se cierra la puerta. “Fue lo único que escuché y creo que lo sacaron”.

Quedó encerrada hasta que una persona “se sienta y empieza a interrogarme y lo escribe a máquina. Me preguntan por distintos nombres y yo no conocía a nadie. El vínculo era con mi amiga y no con la militancia política. Yo no tenía vínculos con el PRT”, recordó.

De ahí fue trasladada a otra habitación ubicada “al final de un pasillo ancho donde había unas cuantas personas que estarían buscando gente, que entraban y salían, tal vez a torturar. Me entregan la cartera sin el dinero, se llevan un poncho salteño y el reloj y me hacen volver a la ciudad”.

Luego de 20 minutos de viaje la dejaron en el mismo lugar de donde la retiraron a eso de las 7 de la mañana. Consiguió el teléfono de la hermana de Omar y la acompañó hasta la puerta de un diario donde recibían y publicaban avisos de gente que era buscada. La publicación salió cree que en el diario Córdoba.

“Fue lo único que pude  hacer”. Unas semanas después un hombre de pelo corto tocó el timbre de su casa preguntando por ella en un claro acto de intimidación.

Antes de cerrar el relato expresó: “Solo un reconocimiento a Omar que me cuidó y me salvó porque ese documento podría haber definido mi destino y luego cuando me dijo su nombre completo y lo que significó para mí”.

“Señores militares qué pasó con mi hermano “

Norma Bicocca tenía 16 años cuando secuestraron en Unquillo a su hermano de 24 y nunca más regresó. Eduardo José Bicocca trabajaba en el Frigorífico Mediterráneo.

El 26 de mayo de 1976, a la madrugada, se presentaron cinco personas de civil. “Pensamos que era mi hermano con unos amigos”, dijo la testigo. Patearon la puerta y como insistían con los ruidos ella y su madre se levantaron.

“Abrieron la puerta a patadas y gritaban somos policías y mi mamá les dijo qué manera era esa de romper la puerta”. Les preguntaban por su hermano qué hacía donde estaba. Eduardo tenía 24 años, colaboraba en el Club Unión con la preparación de eventos, estaba de novio con una chica de Villa Allende que se había comprometido y pensaban casarse. La patota se llevó las fotos del compromiso.

Y lo llevaron

Al rato ingresa uno de los policías y les dice a los otros que llegó alguien en moto. “Me dicen tenemos que llevarlo, y lo llevaron. Yo les decía que lo traten bien. Ya se habían llevado a varios del frigorífico”, afirmó.

“Cerraron con llave, salimos por la puerta de atrás y ahí estaba la moto”, dijo, como si estuviera reviviendo aquél momento tan doloroso. Esa misma noche llevaron a cinco personas más. Y antes a un grupo de delegados del Frigorífico “todos jóvenes, Rosario Aredes era la más grande” hechos que  fueron juzgados en la megacausa La Perla.

Luego detalló el periplo de la búsqueda que emprendieron con su madre desde sin recursos. “La policía no sabia nada. Tuvimos que ir a Córdoba a la  seccional novena, de allí al Tercer Cuerpo” y alguien les dijo que fueran al  campo de La Ribera. Fueron y las atendieron dos chicos jóvenes que les dijeron que si se quedaban iban a ser detenidas. “Pegamos la media vuelta y nos volvimos a la casa.

Pasó el tiempo y no venía. El comisario Cosme nos dijo que estaba disposición del PEN pero que iba a tardar más porque le había contestado mal a alguien”. También las visitó el cura Moyano quien dirigía el Colegio donde cursó hasta tercer año y tuvo que dejar para ayudarle a su padre en albañilería. Les dijo que estaba en el Tercer Cuerpo y el Intendente les trajo una caja de mercadería. Se portó bien.

“Mi papa se enfermó, murió antes, y nos mantenía mi hermano (…) Mi mamá lo esperó durante siete años y nadie en el pueblo creía que le iba a pasar algo. Era un chico sensible a todo. Y no sabíamos que habían llevado a tantos”, agregó.

Vengo a buscar a mi hermano

Nunca supo a ciencia cierta qué pasó con su hermano. Una vez le llegó un comentario de que uno de los que participó en el operativo vivía en La Quebrada pero “Nos metieron tanto miedo que no me animé”. Pero si tomó coraje y fue a la Perla, sola,  en 1978. “Estaba un hombre grande y me dice tenga cuidado y no diga desaparecido pero en el momento dije vengo a buscar a mi hermano que lo desaparecieron aquí”. Le dijeron “Mire el pasto no ve que hay un parque cómo vamos a tener personas detenidas” le gritó y le tomó los datos. “Me fui, no sabia si caminaba, si volaba (…)  después del 26 de mayo hubo una operación rastrillo y ahí les dijimos que a mi hermano lo habían llevado.  Eran muchachos jóvenes y después me enteré que llevaron a un montón de gente”, señaló.

Nunca tuvo información directa solo comentarios. Que estaba en Buenos Aires que lo habían visto en el campo de la Ribera y que no lo buscaran porque iba a volver.  Hasta 1978 pensaban que estaba vivo.

“Acepte venir aquí para preguntarles a los señores militares qué pasó con mi hermano y donde esta para poder llevarle una flor. Son 44 años de incertidumbre no se si lo habrán fallecido o falleció solo…”manifestó, conmovida.

“No quise tener hijos porque siempre pensé para qué si va a venir alguien y se lo va a llevar. Por qué desaparecer a un muchachito, hablo por mi hermano y por todos que tenían casi la misma edad. Qué podían hacer, qué arma podían tener. Luchaban por tener el trabajo. No puedo creer que no está, no lo vimos  más ni vivo ni muerto. Creo que lo voy a seguir esperando siempre. No tenían  corazón”, expresó, atravesada por la impotencia y el sufrimiento.

“Todavía sigo son esta duda que alguien se conmueva y diga nombre por nombre que pasó con ellos. Les pregunto si ustedes (le dice al fiscal y al Tribunal) no saben nada”.  El fiscal Hairabedián le explicó que “estamos tratando en este proceso averiguar que pasó con su hermano”.

“Lo sigo buscando. Lo único que me faltó fue ir a la casa de Menéndez pero Familiares no me lo permitió. Y bueno no me animé y después me arrepentí. Fui a todos lados a Buenos Aires, a todas partes. Tendría que haber ido a preguntarle por mi hermano”, manifestó.

La embarazada y el bigotudo

La última testiga, María del Carmen Pietri de Ferreyra, dijo antes de comenzar a declarar que lo hacía en representación de toda la familia de la víctima Adrián Ferreyra, su esposo,  detenido desaparecido.

El 29 de marzo a la siesta, en Media Naranja, un pequeño paraje ubicado en las afueras de Cruz del Eje, se encontraba el matrimonio descansando. “Yo estaba  embarazada de casi 9 meses, había estado enferma y en Córdoba era difícil vivir por eso nos vinimos a pasar unos días en la casa de Pura, la abuela de Adrián”, cuenta la testigo.

Hacía mucho calor cuando Pura les dice: Están buscando a una embarazada y a un bigotudo”. Adrián usaba bigotes. Se miraron y decidieron que la a huída era la opción. Pero el camino no era fácil “había chacras, sembradíos, olivares, limoneros. Corrimos un rato, no tengo memoria de cuanto tiempo pasó. Me caí golpee mi panza” y aparecen “dos  personas muy violentas, sacadas, excitadas, como que hubieran encontrado no se a quién. Éramos dos personas que estábamos sin nada”.

Se movilizaban en un Chevy o Ford color naranja y en un momento dado el auto se mete en una zanja y mientras ellos trataban de sacarlo intercambiaron dos palabras entre ellos. La idea era “hacerte la tonta”. Y al retomar el viaje vieron a “un señor vestido de verde que nos mira” (se trata del imputado Miera) y nos llevan a la comisaría de Cruz del Eje.

Ella queda en la sala de espera mientras que Adrián es llevado a “una habitación con vidrios repartidos y supe que fue interrogado por el teniente Meira y un señor alto de tez bronceada, de gran porte, distinto, con otro uniforme y estaban los dos frente a Adrián y supongo que lo hicieron”, dijo refiriéndose a José  Grandinetti, imputado en esta causa.

A ella le preguntaron solamente datos filiatorios y qué estudiaban. Por la noche fue trasladada a Media Naranja. “Estaba en estado de shock pero también confiaba que estaba en la policía” que se trataba de algo legal y además había hablado con el militar.

Ustedes fueron investigados 

Al otro día volvió a Cruz del Eje y esperó hasta la tarde para hablar con Meira y preguntarle qué pasaba con Adrián. “Me hace pasar al lado derecho del pasillo donde estaban las personas detenidas. Se sienta y me dice: ustedes fueron investigados, son montoneros, vamos a hacerles juicios y si él  no tenía ninguna responsabilidad con la subversión lo iban a dejar libre y que iba a estar en La calera y que me fuera a mi casa”. En rigor, militaban en los grupos de base universitarios del Partido Revolucionario de los Trabajadores.

Con esta información se vuelve a Córdoba a la casa de su madre quien la ayudó en la búsqueda. La acompañó al Tercer Cuerpo sin ningún resultado. Le avisaron a la mamá de Adrián y a su familia que vivían en La Rioja. Y a partir de ahí empezó “un deambular constante donde la respuesta era nada. Una de las dependencias que recuerdo con más tristeza fue el Tribunal de la avenida General Paz donde fui a llevar un habeas corpus y tengo el recuerdo de  la empleada y de ese juzgado donde Adrián era un papel, y cientos de “no sabemos”, “no hay nada”, graficó el funcionamiento de la burocracia estatal de la época.

El segundo recurso  fue respondido. Dice que había estado detenido en Cruz del Eje y que había sido liberado el 4 de abril de 1976, es decir, seis o siete días después. “Los padres de Adrián creían que estaba en algún lugar y yo a partir de esto supe que no lo vería mas. porque era muy difícil no saber lo que pasaba en Córdoba”, señaló.

La misma noche entraron por la fuerza en el pequeño departamento que poseían y les robaron lo que tenían.

La Carta

Al comienzo le mostró al Tribunal el documento de identidad de Adrián que le fue devuelto a la abuela Pura en Cruz del Eje junto a otras pertenencias. Y más adelante leyó un fragmento de  una de las tantas cartas que escribió su  madre, Beatriz, porque creía que en algún lugar iba a ser escuchada.  Estaba dirigida a Carlos Horacio Meira y fechada en enero de 1977. Aquí la parte leída :

“Soy la madre de Adrián detenido por usted el día 29 de marzo de 1976 en Media Naranja, Desde el momento de la detención de mi hijo hace 10 meses a la fecha, he agotado todos los medios para  saber de el siempre el resultado fue negativo.

He concurrido a todas las reparticiones militares y policiales en ningún lado figura mi hijo como detenido, interpuse un hábeas corpus, también dio negativo, El Tercer Cuerpo informa que no tiene a mi hijo.

Señor Meira: ¿qué hizo con mi hijo? Adonde lo llevó luego de ser  trasladado de  Cruz del Eje a Córdoba. ¿Esta vivo? Le pido le suplico tenga usted a bien contestar esta carta. El fiscal le pidió que acercara  una copia del documento para adjuntarla a la radiografía. 

Adrián militaba en  los grupos de base estudiantiles del PRT y ella lo acompañaba. Después,  participaron en Familiares de presos políticos, en la sede del Partido Intransigente, en Bulevar Illia 66.

Lo vio por última vez en la comisaría. “Le pedí  a Meira que me dejara verlo y me permitió hacerlo. Lo veo y lo abrazo y creo que me dijo cuidalo tocándome la panza. Lo vi abatido, no golpeado en lo que era visible. No tenía sus anteojos y sus ojos vidriosos, cansados, y esa fue la última vez que lo vi”.  Desconoce el destino final de su compañero, lo que sabe son trascendidos y comentarios pero nada concreto ni oficial. Tampoco fue visto en los centros clandestinos de detención.

“Por suerte alguien podrá responder hoy quiénes eran esas personas de civil, acompañando ese procedimiento  violento en autos que rondaban la casa de Córdoba. Supongo que Meira no los llevó y seguramente podrá decir quienes son”, expresó.

En un tramo explicó que no fue querellante porque pasó por varias etapas y no creía en la justicia y esperaba que el estado se hiciera cargo. “No quise accionar solamente por eso. Fue una de las cosas que acabo de recuperar. Por uno, fuimos diez familias rotas”, dijo al concluir.

*Agencia Prensared (www.prensared.org.ar|Imágenes TOF 1