Este artículo da cuenta de los primeros pasos que pequeños grupos de familiares emprendieron cuando la maquinaria del terrorismo de estado arrasaba en Córdoba. En ese contexto, realizaban las primeras reuniones y asambleas y articulaban con los organismos de Buenos Aires en la búsqueda de sus hijos e hijas. Un recorrido por el trayecto que va de la primera marcha hasta llegar a la del 24M. Las primeras herramients de comunicación. Cartas y boletín.
Por Miguel Apontes*
A pesar de que nuestro país cuenta con un profuso historial de golpes de Estado durante el siglo pasado, el instaurado en 1976 devino en la dictadura más feroz y sangrienta de la región. El saldo oprobioso fueron las víctimas: 30 mil desaparecidos, exilio masivo, torturados, niños secuestrados a quienes se privó de su identidad… y sus familias. Las consecuencias para esta sociedad mantienen perdurabilidad y abarcan la cultura y la economía. El terrorismo de Estado, organizado territorialmente por el Ejército Argentino, tuvo en Córdoba, por sus características de ciudad industrial y universitaria, una particular virulencia.
Todo más difícil
Para comprender cómo Córdoba fue un centro represivo de la dictadura en esa llamada «guerra» contra la «subversión», es preciso remitirse al período anterior (1969-1976) y al surgimiento y desarrollo de organizaciones revolucionarias, alto activismo político y gremial, más el trabajo de base de comunidades cristianas. Las Fuerzas Armadas, convertidas en garantes de los “valores occidentales”, siguieron los dictados de la «Doctrina de Seguridad Nacional» y así encararon una auténtica cacería de aquello que se denominó el “enemigo interno”.
En esta provincia hubo centros clandestinos de detención como La Perla o Campo de la Ribera; el Departamento de Informaciones de la Policía provincial (D-2) y otros. En semejante escenario, con el bloqueo de todo canal de comunicación, a partir del golpe de marzo de 1976 y durante los años sucesivos, no fueron pocos los escollos que debieron sortear los familiares de las víctimas que, con todas las dificultades imaginables, lograron alcanzar una interesante organización que sirvió como contención frente al terror y la desesperación.
La llamada “Comisión de Familiares” (varios años después se constituyó en Asociación Civil Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas de Córdoba) desde un primer momento se integró a otras organizaciones de derechos humanos; y mantuvo una fluida comunicación con su equivalente de Buenos Aires, compartiendo información, unificando los archivos, acordando actividades comunes.
Las marchas masivas tardaron en llegar, aunque hubo un interesante nivel de cohesión a partir de constantes comunicaciones por correspondencia con los familiares de los desaparecidos y presos políticos.
Eran frecuentes las asambleas (se reunían más de 200 personas) convocadas en salones parroquiales (en los barrios Los Plátanos, Escobar y San Martín, en la capilla frente a la Plaza de los Burros, cuyo párroco era el sacerdote José Nasser, que en 1984 integró la Conadep Delegación Córdoba). Hasta se llegó a contar con una publicación -El Boletín, de circulación clandestina- con informes sobre acciones propuestas y noticias, por ejemplo, provenientes de las cárceles.
Las limitaciones para la militancia se hicieron sentir: Pablo Chabrol y Arturo Ruffa, padres de jóvenes desaparecidos y presos e integrantes de la incipiente comisión, fueron secuestrados en octubre de 1976 y conducidos al Campo de la Ribera.
Un dato relevante de aquellos primeros pasos en la organización de los familiares: es la composición de la comisión integrada casi de manera proporcional por, padres, madres, hermanos, hermanas, esposas y compañeras de presos y desaparecidos.
En el imaginario de la resistencia a la dictadura prevalece la figura de “las madres”; y es que ellas, en un punto, transformaron su maternidad en un asunto político y hasta pusieron en cuestión su papel socialmente aceptado. En Córdoba hubo paridad de géneros.
La Marcha Por la Vida
La primera marcha convocada en coordinación con los organismos de todo el país fue el 5 de octubre de 1982. “Marcha por la Vida y la vigencia integral de los Derechos Humanos”, rezaba el llamado. Incluía, además, este texto acordado por todos los organismos de entonces (APDH, Movimiento Ecuménico, LADH y Familiares): “Porque en el país existen: -detenidos desaparecidos; -niños desaparecidos; -presos políticos y gremiales; -aparato represivo que sigue actuando con total impunidad; estado de sitio”.
Algunos datos curiosos de esa “primera marcha”. El afiche -se imprimieron no más de 200 y lo pegaron en el centro jóvenes militantes- era un dibujo, una paloma que se desprendía para volar desde dos manos que a su vez estaban engrilladas y sus cadenas se rompían (ilustración cedida por el artista plástico Miguel Ángel Budini, padre de un estudiante de arquitectura desaparecido).
La convocatoria se hizo para las 17 en la explanada de la Catedral (en las discusiones previas se decidió por ese lugar para evitar que la policía impidiera a los familiares llegar). Se reunieron alrededor de 40 personas, las mujeres se colocaron un pañuelo blanco y no había cartel o pancarta que identificara al grupo; el miedo, el terror, era grande; lo llamativo fue que reunido el grupo y dispuestos a marchar, a nadie se le había ocurrido fijar un trayecto; éste se improvisó y fue así: se descendió por las escalinatas de la catedral, cruzando en diagonal la Plaza San Martín y se siguió por Rivadavia; no llamó la caminata la atención de ningún transeúnte, hasta que frente a la zona de los bancos (sin mayor movimiento a esa hora de la tarde) espontáneamente todos corearon “los desaparecidos, que digan dónde están”.
La “Marcha por la Vida” continuó por Olmos-Colón (increíblemente se eligió caminar en contramano) y culminó frente al edificio del diario La Voz del Interior, en la primera cuadra de Avenida Colón; desde el primer piso un reportero registró con su cámara al grupo que había llegado al medio y la foto se publicó en la edición del día siguiente, lo que fue la primera mención en un medio cordobés a un reclamo por los derechos humanos.
La movilización de los familiares de los detenidos desaparecidos, de los presos políticos, de los asesinados, fue clave para denunciar a toda la sociedad y al mundo las atrocidades de la última dictadura cívico-militar, para visibilizar las violaciones a los derechos humanos que se cometieron al amparo del terrorismo de Estado.
En un primer momento, la fecha emblemática para marchar fue cada 10 de diciembre (el Día Internacional de los Derechos Humanos). Y a finales de los ochenta se impuso como costumbre que el día para marchar y repudiar a la dictadura fuera el 24 de marzo; y con más fuerza se instaló desde 1996, cuando al cumplirse veinte años del golpe sorprendió la masividad alcanzada en todo el país. Para esa fecha ya había surgido HIJOS y su impronta renovadora imprimió fuerza y creatividad a cada 24 de marzo.
Desde entonces, definitivamente la fecha se convirtió en icónica para el movimiento de derechos humanos, apropiándosela poco a poco toda la sociedad.
*Periodista. Exsecretario de prensa y difusión de la Comisión de Familiares. Participó en el área denuncias de la Conadep. Actualmente, es miembro de la comisión directiva del Cispren.
Imagen Los ayunantes.Tapa del Ebook “A 40 años del Golpe”, compilado por Ana Carol Solís y Pablo Ponza. ff y h , 2016.