UNICEF apoya el desarrollo de ocho escuelas donde los estudiantes se forman en una profesión y se educan en la igualdad de género y contra la violencia. La labor comenzó en 1989 con adolescentes entre 13 y 17 años con retraso escolar. Actualmente existen 54 escuelas de oficios, con una matrícula de más de 4100 niños y niñas, 16% de ellos con algún tipo de discapacidad.
Por Redacción*
Los alumnos son como mis hijos, dice en una entrevista con Noticias ONU, la directora de una de las ocho escuelas de oficios donde UNICEF apoya el desarrollo de nuevos programas de estudio en el país caribeño. En los centros, los estudiantes no solo se forman en una profesión, también se sienten acompañados y se educan en la igualdad de género y contra la violencia.
Habla bajo, como si quisiera evitar que su voz de directora de escuela sobresaliera entre las de sus profesores y estudiantes. Es una de esas personas a las que casi nada se le escapa. Recorre la escuela de un extremo a otro: rápida, ligera, de una delgadez extrema, que acentúa la percepción de una maestra hiperactiva, a pesar de sus 62 años.
“Tengo que prepararme para el día en que esta no sea mi vida, pero no es ahora. Siempre que pienso en dejar las aulas lo veo como algo distante. Mis alumnos son mis hijos. Esta es mi familia”.
Se llama Liliam Martínez García, pero todo el mundo, en la Escuela de Oficios América Latina, del municipio habanero del Cotorro, la conoce por Lili. Desde hace 15 años llegó a este centro como “directora provisional”, sin prever que la coyuntura se prolongaría por tanto tiempo.
“Vine por un año y decidí quedarme, porque empecé a comprender que había aristas de la educación que yo desconocía. Esta es una escuela muy compleja, donde muchos niños y niñas tienen baja autoestima y son más propensos a cometer actos violentos porque no saben cómo reaccionar cuando se sienten agredidos”, explica.
Más que una escuela de oficios
La interacción con niños que provienen de hogares disfuncionales, a veces sin amparo familiar, ha planteado a la vocación pedagógica de Lili no pocos desafíos.
“He visto de todo: una niña que su mamá regaló. Vivía en un hogar sin amparo familiar. No quería saber de nadie que le demostrara cariño o afecto. Se negaba a decir la palabra Mamá, hasta que terminó llamándonos así a las profes de la escuela”, cuenta con emoción.
El acompañamiento en las escuelas de oficio forma parte del trabajo de UNICEF en Cuba, en alianza con el Ministerio de Educación. Surgidas en mayo de 1989, tienen el objetivo de formar a adolescentes entre 13 y 17 años con retraso escolar.
La formación abarca especialidades de oficios deficientes en las localidades donde se ubican los centros. Las escuelas desarrollan en los jóvenes habilidades para el trabajo en diversas ramas de la industria, la agroindustria y los servicios, previo a su desempeño en escenarios laborales facilitados por las propias instituciones docentes.
Actualmente existen 54 escuelas de oficios, con una matrícula de más de 4100 niños y niñas, 16% de ellos con algún tipo de discapacidad.
Las acciones de UNICEF abarcan entre los años 2020 y 2021 siete escuelas de este tipo en La Habana y una en Las Tunas, al Oriente de Cuba.
El proyecto apoya el diseño e implementación de nuevos programas de formación de competencias para la vida y el empleo, que beneficiarán, en una primera etapa, a 482 adolescentes egresados de la Educación especial, de ellos 104 mujeres.
Al mismo tiempo, se implementará una Estrategia de Comunicación para el Desarrollo que beneficiará a 8000 estudiantes y 900 docentes de Escuelas de Oficios de todo el país y que, probablemente, contribuirá a derrotar también estereotipos sobrevivientes entre las personas de las comunidades. Por ejemplo, Lili recuerda que cuando asumió su puesto como directora de “América Latina”, a su centro se le conocía en la zona como “la escuela de los locos y de los bobos”.
Educando con enfoque de género: otro desafío
Sensibilizar a los estudiantes con una visión de igualdad de derechos y opuesta a la violencia de género, fue la prioridad de uno de los talleres realizados recientemente.
Junto a UNICEF, participaron expertos del Centro Oscar Arnulfo Romero, que aborda entre sus agendas la violencia de género y dirige la campaña Evoluciona, una iniciativa por la no violencia que, desde hace varios años, viene derribando estereotipos sexistas y patrones de machismo, con énfasis en las poblaciones jóvenes.
Varios de los participantes escenificaron frente a los alumnos la dinámica de una relación de pareja, donde la esposa vestía con short corto, mientras su compañero la recriminaba y exigía más atención en el trabajo doméstico. “Y ustedes, ¿qué piensan?“, preguntaron los improvisados actores a los jóvenes:
– “Ella no tiene que estar exhibiendo lo que le pertenece a él”, respondió uno.
– “Ella tiene un esposo, y no puede vestirse así”, agregó otro.
– “Las mujeres tienen que darse a respetar si quieren que las respeten”, sentenció un tercero.
Fue el punto de partida de dos sesiones, una con docentes y otra con estudiantes, donde se desnudaron los prejuicios y las visiones históricamente aprendidas sobre los roles sociales de las mujeres y los hombres.
Para muchos, denunciar y combatir la violencia física es más fácil, pero menos reconocer manifestaciones de violencia psicológica cotidiana.
Esa es la razón por la que el Sistema de Naciones Unidas en Cuba ha concentrado una parte de sus esfuerzos en visibilizar manifestaciones de violencia psicológica.
Los 16 días de activismo contra la violencia de género celebrados en todo el mundo entre noviembre y diciembre sirvieron como contexto para presentar, entre otros productos, un Violentómetro que muestra en escala dichas situaciones. El indicador mide desde acciones como ignorar a la pareja, revisar su teléfono sin consentimiento, creerse dueño de la verdad, celar, o impedir el estudio o el trabajo, hasta otras más graves como intimidar o amenazar con la muerte.
En 2018, Cuba presentó los resultados de la Encuesta Nacional de Igualdad de Género. Uno de sus resultados más relevantes fue, precisamente, identificar la violencia psicológica como la prevaleciente en el país dentro de los tipos de violencia contra la mujer.
El lema del Violentómetro, “Sí es Violencia”, apunta a subrayar la naturaleza abusiva de comportamientos asumidos muchas veces como “naturales” o “socialmente aceptados”.
Tanto es así, que parte de los propios docentes muestran rostros de sorpresa frente al Violentómetro, y se reconocen parte de los patrones machistas que el taller les ha ayudado a derribar.
Sus alumnas y alumnos, por su parte, repiten una y otra vez la palabra “respeto” como clave de las relaciones humanas, cuando alguien pide compartir aprendizajes al cierre de la jornada.
Lili permanece de pie en una esquina, observándolo todo, como calibrando el alcance de lo que ha cambiado y de lo que está por cambiar en el futuro; negociando con alguien una fecha para próximos talleres; maquinando en su cabeza qué más puede hacer para que estos muchachos y muchachas multipliquen la fe en sí mismos.
Basta una mañana al lado de esta mujer para saber por qué, a pesar de sus años, prefiere no asumir el descanso como una opción. Lili siente que, todavía, su batalla es demasiado larga.
*Fuente: Página de Naciones Unidas: news.un.org.