Por Ricardo Uribarri*
Hace unos años fue en Colombia. Después ocurrió en Haití. También en Afganistán. Ahora se han conocido casos en Venezuela, Estados Unidos y Australia. El problema de los abusos a las mujeres futbolistas, ya sean sexuales o verbales, por parte, en el mayor número de casos, de los entrenadores de los equipos o de las selecciones, sigue bien presente, como hemos comprobado con las denuncias realizadas por varias jugadoras en las últimas semanas. Los organismos responsables de velar por la seguridad de las deportistas dicen estar tomando desde hace tiempo medidas para evitar que se den nuevos casos, pero no parece que estén dando resultados. Es más, la propia FIFA reconoce que se teme que las últimas acusaciones no sean más que “la punta del iceberg”.
La última luz de alarma se encendió hace unas semanas, cuando las jugadoras estadounidenses Sinead Farrelly y Meleana “Mana” Shim, reconocieron al medio digital The Athletic que habían sido objeto de abusos sexuales por parte del entrenador Paul Riley. Farrelly los empezó a sufrir en 2011, cuando estaba en el Philadelphia Independence. Después volvió a vivir la misma situación en 2014 en el Portland Thorns, donde también jugaba Shim. “Me sentí bajo su control”, ha reconocido Farrelly, que debido a la ansiedad y la presión que sentía llegó a desmayarse en medio de un partido. Ambas acusan a Riley de coaccionarlas para tener relaciones sexuales con él, de obligarlas a besarse entre ellas a cambio de no realizar algunos ejercicios físicos, de enviarles fotos de carácter sexual no solicitadas, y de menospreciarlas y someterlas a abusos verbales. Según el relato de Farrelly, Riley le dijo: “Esto nos lo llevamos a la tumba”.
El técnico niega estos hechos, aunque el Portland Thorns ha reconocido en un comunicado que decidió no renovar su contrato por encontrar “claras violaciones de las políticas de la compañía”. El dueño de la entidad, Merritt Paulson, ha sido más explícito. “Hicimos un anuncio opaco sobre la no renovación del contrato de Riley en lugar de anunciar explícitamente su rescisión, guiados por lo que, en ese momento, pensamos que era lo correcto, el respeto a la privacidad de las jugadoras. Lamento profundamente nuestro papel en lo que claramente es un fallo sistémico en el fútbol profesional femenino. En última instancia, podríamos haber hecho más. Pido disculpas a Mana, Sinead y todas las demás que están sufriendo como resultado”.
Los organismos responsables de velar por la seguridad de las deportistas dicen estar tomando desde hace tiempo medidas para evitar nuevos casos, pero no parece que dé resultados
El equipo notificó a la Liga Nacional de Fútbol Americana (NWSL) el resultado de su investigación y la propia Farrelly intercambió correos al respecto de este asunto durante este año con la comisionada de la NWSL, Lisa Baird, pero la institución no tomó ninguna decisión. Esa inacción le ha costado el puesto tanto a Baird como a la abogada general del organismo, Lisa Levine. A raíz de la publicación de estas acusaciones y a la espera de conocerse el resultado de varias investigaciones puestas en marcha, la NWSL ha suspendido la licencia de Riley, mientras que el equipo al que entrenaba, el North Carolina Courage, ha decidido prescindir de él. El escándalo provocado hizo que la jornada correspondiente al 2 y 3 de octubre se suspendiera y que unos días después, todos los partidos se pararan en el minuto 6, en reconocimiento a los seis años que tardaron en conocerse los actos denunciados por Farrelly y Shim.
No ha sido el único problema de este tipo que ha vivido la competición estadounidense en las últimas fechas. Richie Burke, técnico de los Washington Spirit, fue denunciado hace unos meses y una investigación ha determinado que “acosó y abusó verbalmente de sus jugadoras, violando la política anti-acoso de la liga”. Además, la junta de gobernadores de la NWSL ha sancionado al club por permitir que las futbolistas se sintieran marginadas y degradadas.
Un comentario en Twitter de la estrella del fútbol norteamericano Megan Rapinoe, en el que decía: “Hombres que protegen a hombres que abusan de las mujeres”, en referencia al mensaje de agradecimiento del director general de los Thorns hacia Riley cuando éste salió del equipo en 2015, sirvió para que, en otra parte del mundo, en Australia, la que fuera internacional del país y segunda máxima goleadora de la selección, Lisa De Vanna, ya retirada, contara su experiencia y ofreciera una perspectiva más. “Estoy de acuerdo con Megan, pero he sido testigo de: mujeres protectoras de mujeres que abusan de mujeres; jugadores que protegen a los jugadores mayores que abusan de los jugadores más jóvenes; organizaciones que protegen a los entrenadores/jugadores que abusan de los jugadores. El abuso es abuso. ¡El mal comportamiento es malo en todos los ámbitos!”.
En una entrevista con el Daily Telegraph de Sidney, De Vanna se mostró más clara sobre lo que vivió en sus años de carrera. “¿Me han acosado sexualmente? Sí. ¿Me han intimidado? Sí. ¿Ostracismo? Sí. ¿He visto cosas que me han incomodado? Sí. Creyeron que era divertido. Solo era una niña de Perth, no conocía nada diferente… Quería golpearlos. Como era una jugadora joven no sabía cómo etiquetar esto, pero sigue sucediendo en todos los niveles y es momento de alzar la voz”. La jugadora contó que sufrió estos hechos en los vestuarios y las duchas, donde fue tirada al suelo y algunas compañeras abusaron de ella. Lisa no ha sido la única jugadora australiana en reconocer en las últimas semanas haber sufrido este problema. Rhali Dobson, que dejó de jugar hace unos meses, también afirma haber sido objeto de abusos sexuales: “Es una cosa que todavía sucede, hasta en los más altos niveles, y hasta que no se aborde no va a cambiar nada”.
De Vanna ha pedido que se sancione a los responsables de esta conducta y la Federación Australiana de Fútbol ha contestado que mantiene tolerancia cero y ha pedido a las denunciantes que presenten sus quejas de manera formal “para proceder a investigar a fondo”.
Pocos días después de conocerse el caso de Farrelly y Shim, salió a la luz un comunicado de 24 internacionales de Venezuela en el que denunciaban situaciones de abuso y acoso físico, psicológico y sexual ocasionadas por el entrenador panameño Kenneth Zseremeta durante el tiempo que estuvo al frente de la selección, entre 2013 y 2017. En el escrito explican que, a causa de eso, “muchas de nosotras seguimos con traumas y heridas mentales que nos acompañan en nuestro día a día”. Las jugadoras explican que, en 2020, una compañera les contó que “había sido abusada sexualmente desde los 14 años por Zseremeta”, una situación en la que tenía la complicidad de su ayudante Williams Pino. Afirman que esta compañera es una “sobreviviente a un monstruo que no solamente abusaba de ella a nivel sexual. Emocionalmente vivía en un constante asedio en el que ella no prefería ser convocada más”, a pesar de ser el sustento de su casa en muchas ocasiones.
A raíz de esta confesión, otras jugadoras reconocieron haber tenido “experiencias de acoso, tanto telefónico como preguntas e invitaciones indebidas, sobornos para mantenerse dentro de la selección, regalos fuera de contexto, masajes y diferentes situaciones que definitivamente no eran normales”. También relatan que las jugadoras de la comunidad LGTBI eran constantemente cuestionadas por su orientación sexual. “Existían amenazas y manipulaciones de decirles a los padres de las jugadoras su orientación sexual si no tenían disciplina. Las insinuaciones sexuales eran temas del día a día, al igual que los comentarios hacia el atractivo físico de muchas jugadoras”. Los dos técnicos han hecho públicas unas notas en las que niegan las acusaciones, afirmando Zseremeta que “me acojo constitucionalmente a la presunción de mi inocencia hasta que se pruebe lo contrario”. La justicia venezolana ha dictado una orden de arresto contra ambos, que ya no se encuentran en el país desde hace años.
Después de hacerse públicas las denuncias de las futbolistas estadounidenses, la FIFA emitió un comunicado en el que afirmaba que “debido a la gravedad de las acusaciones de las jugadoras, podemos confirmar que los órganos judiciales de la FIFA están investigando activamente el asunto y han abierto una investigación preliminar”, al mismo tiempo que reafirmaba su postura de que “cualquier persona declarada culpable de mala conducta y abuso en el fútbol será procesada, sancionada y expulsada del juego”.
Es cierto que el organismo que rige el fútbol mundial ha tomado medidas contundentes en los últimos años contra el presidente de la Federación Haitiana de Fútbol, Yves Jean-Bart y el presidente de la Federación de Fútbol de Afganistán, Keramuudin Karim, a los que ha sancionado de por vida tras ser investigados por acoso y abusos sexuales y físicos, pero también que, a la vista de los acontecimientos, aún hay mucho que mejorar en la prevención de este tipo de actitudes. No se trata solo de sancionar a posteriori sino de impedir que estos hechos ocurran. Y los casos que se están conociendo demuestran la impunidad en la que se han movido los acosadores y cómo han fallado los controles. Da miedo pensar cuantos episodios de este tipo seguirán ocultos, pero al mismo tiempo resulta alentador ver que cada vez más afectadas se deciden a denunciar.
Urge poner coto a esto porque el fútbol femenino no se puede permitir perder en todo el mundo a chicas a las que les gustaría jugar, pero que es posible que tanto ellas como sus familias se echen para atrás al conocer este riesgo. Por eso, para que se tomen medidas efectivas y ninguna otra jugadora tenga que sufrir algo así en el futuro, es importante que las afectadas tengan la valentía de contar lo que pasa y que las instituciones les ofrezcan medios adecuados y seguros para que puedan hacerlo. Y es que, como decía la jugadora estadounidense Sarah Gorden en un mensaje directo a los entrenadores en las redes sociales: “Les prometo que pueden ser duros y mantener los estándares sin ser abusivos, tóxicos o manipuladores”.
*Periodista. Especialista en deportes de amplia trayectoria. Fuente: Rebelión. (rebelion.org) Original de https://ctxt.es/es/|
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