CRISTIANOS EN EL CORDOBAZO

A 52 años del Cordobazo, un testigo directo da cuenta de  aquella jornada en primera persona desde la participación  grupal de militantes cristianos, seminaristas y vecinos/as  de la parroquia de Bella Vista.

Por Luis Miguel Baronetto*

Tratando de desmitificar lo que la memoria selectiva agranda o deforma con el paso de los años, dije que lo nuestro no fue “protagonismo”, en el sentido de roles importantes. Fue “participación”, como la de la inmensa mayoría de los que arrimaban objetos a las fogatas de las barricadas. Sumamos nuestro aporte, como lo hicieron otros y otras. Y por eso fue importante, significativo, con gran repercusión social y política. Porque se trató de una real expresión popular.

En mayo de 1969 cumplí veinte años, y estaba en el Seminario Mayor donde cursaba estudios eclesiásticos. Aquel 29 estábamos a la espera de que llegaran las columnas obreras. Por Sarita la información fue directa[1]. Sara Astiazarán, secretaria general del Sin.Pe.Ca.F, (Sindicatos del Personal de Casas de Familia), había participado del Plenario de 80 gremios de las dos CGT (Córdoba y de los Argentinos) que aprobó el primer paro activo en Córdoba. El único voto femenino. Sería de treinta y seis horas, a partir de las 10 de la mañana del 29 de mayo, con concentración en la antigua Plaza Vélez Sarsfield, a dos cuadras y media de la sede de la CGT, en Vélez Sarsfield 137.

El 29 se cumplió el paro activo. Los obreros bajaron al centro encabezados por sus dirigentes sindicales. Pero – al menos lo que pude comprobar – la abigarrada columna que bajaba por la calle Vélez Sarsfield, no pudo llegar completa. A la altura del “Pablo Pizzurno” – actual edificio del Ministerio de Desarrollo Social – la policía obligó a disgregarse en tres.

Unos lo hicieron por los terrenos de la ciudad universitaria, bajando por Hipólito Irigoyen; otros, pasaron cerca del Hospital Privado y Bella Vista, hasta bajar por la Arturo M. Bas. Y los que pudieron reagruparse, lo hicieron por Vélez Sarsfield, hasta el 600, la antigua terminal de ómnibus, donde se produjo la primera refriega con la policía montada a caballo, que enseguida fue obligada a retroceder, hasta que un par de ellos, parapetados en la casa Radical, desenfundaron sus armas y dispararon a quienes ya habían llegado a la altura del Seminario Mayor, Vélez Sarsfield al 500.

Allí fue cuando un grupo de seminaristas nos sumamos. No éramos muchos. Y los sacerdotes que regían el Seminario no se opusieron. Tampoco nos alentaron, ni nos acompañaron. No vi a ninguno de nuestros superiores en las barricadas del centro. En cambio, la ausencia de los sacerdotes de los barrios más pobres, identificados con estas protestas, se explicaba, porque el “desborde” no estaba previsto. Y no hubo una convocatoria que promoviera la concurrencia al centro de la ciudad, salvo la de la CGT al acto de la plaza Vélez Sarsfield, que a esta altura de los acontecimientos ya se había demostrado imposible de concretar.

Cuando la columna de obreros de la Kaiser, afiliados del SMATA, con vecinos de la zona, llegó por Arturo M. Bas al Bulevar San Juan, la policía reprimió con balas y cayó herido mortalmente el obrero Máximo Mena. A partir de entonces la reacción popular fue generalizada. Se sumaron estudiantes y jóvenes. Y eran muchos y muchas los vecinos y vecinas, que además de arrojar objetos a la calle para que se quemaran en las barricadas, se unían en las esquinas más próximas. La policía se sintió superada y se replegó hacia la Central, en el Cabildo Histórico.

La gente se había apoderado de las calles. Algunos caminamos varias cuadras hasta llegar a la Plaza Colón, donde autos incendiados hacían de barricada callejera. Y algunas masas, facturas y tortas de la Confitería Oriental que se distribuían en bandejas, pudimos saborear.

A la tarde la zona céntrica fue quedando despoblada. Cuando pasadas las 17, supimos que entrarían tropas del ejército a restablecer el “orden”, disponiéndose el “toque de queda”, – por el que no se podría circular, – emprendimos el regreso al Seminario. Nos acompañaban varios jóvenes con quienes nos conocíamos porque eran de la parroquia de Bella Vista, y algunos más. Abrimos las enormes puertas de los claustros que dan a la Vélez Sarsfield, ingresando con nuestros acompañantes.

Algunos se fueron cuando se aplacó la presencia militar en las calles aledañas; otros, estuvieron hasta las primeras horas de la mañana siguiente. No sé si nuestros superiores se enteraron o no de estos “ingresos clandestinos”, pero no sufrimos lamentos ni reprimendas. Tampoco supe de elogios a nuestra actitud solidaria.

Participación de cristianos

Nuestra participación estuvo motivada en la renovación que se vivía a partir del Concilio (1962-1965), de Medellín (1968); y de muchas presencias eclesiales de acompañamientos a las luchas por la justicia en distintas realidades latinoamericanas y argentinas. Desde el padre Camilo Torres en Colombia, hasta los Sacerdotes para el Tercer Mundo en Argentina.

Los antecedentes en Córdoba venían de antes, con hechos y protagonistas importantes. Desde fines de la década del 50, los asesores de los movimientos juveniles despertaron nuevas perspectivas: la JOC, con los padres Angelelli y Carlos Fugante, y la JUC, los Colegios Mayores Universitarios y Movimientos de Juventudes, con los padres Eladio Bordagaray, Pepe Echevarría, Quinto Cargnelutti, Milan Viscovich.

En los años 60, con Angelelli como obispo auxiliar, el espíritu renovador creció en el clero diocesano; y tuvo repercusiones públicas en 1964, con reportajes a sacerdotes que señalaron la profundidad de los cambios y generaron polémicas en el seno de la Iglesia, con el catolicismo conservador, hasta la renuncia del arzobispo Castellano en enero de 1965.

Con Primatesta se creó la parroquia universitaria, en la capilla Cristo Obrero, que fue clausurada al año siguiente, luego de la huelga de hambre de sesenta estudiantes cristianos, en protesta por la política universitaria del dictador Onganía.

En 1968, Raimundo Ongaro, fue elegido secretario general de la CGT de los Argentinos. Lo acompañaron otros militantes cristianos de ASA (Asociación Sindical Argentina) como Dante Oberlin, Olga Toncovich, Marcelo Luvecce, y otros de procedencia  cristiana como Rodolfo Walsh. La CGTA fue desde entonces referencia nacional y lugar de encuentro para amplios sectores sociales, donde los cristianos estuvimos presentes.

Ese mismo año veinte sacerdotes cordobeses adhirieron al Manifiesto de 18 Obispos del Tercer Mundo y se organizaron en el Movimiento que surgió a partir de entonces.

En marzo de 1969 el interventor Carlos Caballero[ii], dispuso el cierre de 130 centros de alfabetización de adultos. Durante ese mes alumnos, maestras y vecinos de estos centros, que funcionaban en las parroquias de barrio Comercial (Cura Vasco), Villa El Libertador (P. Víctor Acha), Bella Vista (P. Carlos Fugante) y otros barrios, centros vecinales y sindicatos, realizaron asambleas en la sede de la entonces existente Unión e Fratellanza, sobre el bulevar San Juan, donde actualmente funciona el Cine Municipal.

Allí estuvimos. La lucha no fue en vano. Tuvo repercusión en los medios de prensa. Hasta que se reabrieron oficialmente, los centros siguieron funcionando por voluntad de maestras y alumnos. El párroco Fugante compartió su reflexión en carta a la Comunidad: “¿Podemos aceptar como occidental-cristiano a un gobierno que en vez de conducirnos a la libertad evangélica y a la liberación de las esclavitudes sociales, nos somete a la esclavitud del temor, del silencio, de la ignorancia, de la pobreza, etc.? Me hago solidario del dolor que siente el barrio al ser defraudado, y siento con los vecinos la injusticia cometida al no otorgárseles el derecho elemental de aprender a leer y escribir. Como sacerdote pido perdón a Uds., porque estas injusticias sociales se cometen por hombres católicos y en nombre de un gobierno que se dice cristiano.”

En abril, buena parte de cristianos identificados con la renovación eclesial manifestó su solidaridad con los sacerdotes de Rosario que, ante la negativa del obispo Guillermo Bolatti a los cambios conciliares, renunciaron a sus parroquias. En Córdoba las asambleas se hicieron en las parroquias de Bella Vista y Los Plátanos, donde el cura párroco era Erio Vaudagna.

Mayo del 69

El 5 de mayo, UTA, el gremio de los choferes del Transporte Urbano, realizó paro de actividades por el reconocimiento del convenio colectivo de trabajo, ante el cambio de los titulares de la empresa.

Los obreros mecánicos, afiliados al SMATA, iniciaron su lucha en oposición a la supresión del “sábado inglés”. Un derecho reconocido desde 1932, por el que la jornada laboral del sábado se pagaba íntegra, aunque se trabajaba la mitad. La multitudinaria asamblea del 14 de mayo en el Córdoba Sport Club alcanzó a aprobar medidas de fuerza, pero inmediatamente fue disuelta por la policía con gases lacrimógenos y una represión violenta. Los trabajadores se fueron reagrupando en distintas esquinas del centro de la ciudad, haciendo sentir su reclamo y repudio a la represión.

Las protestas estudiantiles en Corrientes y Rosario, por el cierre de los comedores, fueron violentamente reprimidas. En Corrientes, el 15 fue asesinado por la policía el estudiante Juan José Cabral. Y en Rosario, el estudiante Adolfo Bello el 16, y Luis Norberto Blanco, de 15 años, asesinado el 21 de mayo.

En Córdoba hubo nuevos paros de UTA, SMATA y la UOM. Y huelga general el 18 de mayo. Los estudiantes de la Universidad Católica en solidaridad, “tomaron” la sede de la calle Trejo al 300. En esos días volvió a entrar en sus aulas el padre Milán Viscovich, reconocido sacerdote, sociólogo y economista, que había sido exonerado en 1964 como Decano de la Facultad de Economía. Allí pudimos escuchar sus largas exposiciones sobre el “socialismo humanista y cristiano” que promovía; y entusiasmaba a la juventud al calor de lo que sucedía en otras latitudes latinoamericanas y mundiales.

El 21 de mayo en la Parroquia del Pilar, – Maipú y Olmos,- concelebraron la misa por los estudiantes asesinados, los padres Milán Viscovich y Gustavo Ortiz, un joven sacerdote relacionado con los estudiantes de esa parroquia. Luego, con el gremialista Agustín Tosco encabezaron la marcha de protesta contra la represión.

No llegamos al destino establecido, que era el lugar donde en 1966 la policía había asesinado al obrero y estudiante Santiago Pampillón, en Av. Colón al 300, porque en la tradicional intersección de esta calle con la Av. General Paz, fuimos dispersados con gases lacrimógenos.

Los estudiantes, organizados en distintas agrupaciones, se solidarizaron con las reivindicaciones obreras; y le sumaron sus propios reclamos en repudio a la política universitaria implementada por la dictadura militar.

El 22 de mayo, marcharon los obreros de la Kaiser, encabezados por Elpidio Torres, secretario general del SMATA.

Estas acciones desembocaron en las movilizaciones del 29 de mayo, con importantes repercusiones sociales y políticas. Renunció el Interventor provincial Carlos Caballero; y más tarde el “presidente” Onganía fue reemplazado por un desconocido general traído de EEUU, Roberto M. Levingston, hasta que la misma Junta Militar lo cambió por uno de sus miembros, el general Alejandro Lanusse.

En el Cordobazo hubo represión. Fueron detenidos dirigentes sindicales y manifestantes en distintos lugares de la ciudad, cuando ingresaron tropas del Ejército. Se habilitaron Consejos de guerra especiales y hubo condenas.

El 19 de junio, el diario Córdoba transcribió el pronunciamiento completo de un grupo numeroso de sacerdotes cordobeses denunciando las torturas y malos tratos. Luego de afirmar que “en Córdoba se ha dado un verdadero estallido de la ‘cólera de los pobres’ ya previsto por Pablo VI en su encíclica Populorum Progressio”, decían que “han llegado a nuestro conocimiento hechos que ciertamente no son camino de solución: torturas a estudiantes y obreros, vejaciones y malos tratos de distinta índole, intimidación a que se acuse a personas determinadas como condición para cesar en los apremios, condenas sumarias a detenidos sin que sus esposas, hijos o defensores legales competentes puedan enterarse de los motivos o de su legitimidad, encarcelamiento a dirigentes obreros y estudiantiles.”

En el mismo mes los coordinadores regionales del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo se convocaron de urgencia en Mendiolaza (Córdoba) y emitieron un pronunciamiento sobre el Cordobazo.

Algunas consideraciones

La jornada del 29 no fue espontánea en su origen y motivaciones. La decisión de los gremios fue realizar un paro activo, sin el propósito de generar una reacción violenta.  Pero sí superar la pasividad de la protesta de los paros “materos”, como se denominaban los por 24 horas.

Además de las reivindicaciones obreras que motivaron las acciones de los días previos, el Cordobazo expresó con contundencia el rechazo a la dictadura que encabezaba el general Juan Carlos Onganía; y sus políticas económicas, educacionales y sociales, desde 1966. Tuvo también la generalizada y espontánea reacción violenta, que se generó apenas la policía asesinó al obrero Máximo Mena. La indignación popular se manifestó en las fogatas de las barricadas, la rotura de vidrios de grandes locales comerciales y el incendio de automóviles sacadas de los locales de venta.

La represión estatal fue muy violenta. Se expresó en la decena de muertos que nunca pudieron contabilizarse con exactitud. No hubo enfrentamientos armados, ni fue creíble la versión de los “francotiradores”. Ninguna víctima hubo en las fuerzas represivas.

La participación de los cristianos en el Cordobazo fue organizada y espontánea. Muchos lo hicieron desde sus organizaciones gremiales o estudiantiles. La mayoría se sumó como expresión popular, como ciudadanía ejerciendo su derecho a la protesta y al reclamo. Ninguna estructura eclesial tuvo protagonismo. Los referentes más destacados fueron los sacerdotes que acompañaron a los estudiantes y obreros los días previos.

Durante la jornada del 29 estuvieron jóvenes vinculados a parroquias y algunos seminaristas; que seguirían acompañando luchas reivindicativas, sociales y políticas, compartiendo la vida en comunidades parroquiales de barrios obreros o pobres. Así vivimos aquel 29 de mayo.

Notas

1-Sarita vivía con sus hermanas de comunidad en Bella Vista. De monja carmelita, pasó a empleada doméstica. Su compromiso cristiano cambio de modalidad. Después de largas conversaciones con Monseñor Angelelli, entonces Obispo Auxiliar de Córdoba, desde 1964 consagró su vida como laica, junto a otras hermanas, a promover la dignidad de las empleadas domésticas. Así había surgido el SINPECAF, siempre apoyada también por la comunidad parroquial de Bella Vista, con el Padre Carlos Fugante, y el grupo de jóvenes, donde se destacó Rubén Layún, que recibido de abogado , sería su asesor permanente hasta el final de sus días. Los mismos jóvenes que junto a Sarita estarían en las calles de Bella Vista hasta horas de la noche de aquel 29 de mayo.

2- El Dr. Caballero, delegado del gobierno militar, integraba el sector conservador católico de los “cursillos de cristiandad”, igual que el dictador Onganía.

*Director de Centro Tiempo Latinoamericano. Artículo publicado en 2019 cuando se cumplieron los 50 años| Imágenes ilustrativas web. 

www.prensared.org.ar 

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