Las dos testigas del juicio Barreiro denunciaron el accionar de funcionarios judiciales. Cristina Guillén, esposa de Rubén Palazzesi, contó que fue sometida a un consejo de guerra. Y que los funcionarios judiciales no hicieron nada. “En esta causa se ve el circuito clandestino y el circuito institucional de la represión”, afirmó el fiscal general Carlos Gonella. Próxima audiencia: miércoles 15, desde las 13.
Por Katy García*
Ante una sala colmada de integrantes de Organismos de derechos humanos, familiares de las víctimas y militantes jóvenes empezó este miércoles el décimo tercer juicio por crímenes de lesa humanidad en Córdoba. El secretario del juzgado leyó la requisitoria de elevación a juicio presentada por el fiscal auxiliar Facundo Trotta. Se trata de una causa que investiga delitos de lesa humanidad ocurridos en 1979 cuyas características anticipó el fiscal mencionado.
Las personas afectadas por el plan sistemático aplicado por la dictadura cívico militar eclesiástica en esta causa fueron Rubén Amadeo “Pocho” Palazzesi, militante del Peronismo de Base (PB) y de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y José Jaime Blas García Vieyra su compañero de trabajo. Circulaban por el barrio Parque Vélez Sarsfield cuando fueron privados de la libertad por un grupo de tareas del Destacamento de Inteligencia 141 del Ejército Argentino. Níveo Teobaldo Domingo Cavigliaso, delegado sindical del SMATA, militaba en la misma organización y era cuñado de Rubén. Fue secuestrado por personal no identificado del mismo destacamento y trasladado a la casa quinta Guiñazú donde fueron sometidos a interrogatorios bajo torturas psíquicas y físicas como colgarlos con las manos atadas en un muro, aplicarles golpes y hacerles simulacros de fusilamientos, entre otros tormentos.
La Justicia federal
Estas dos mujeres, Cristina Irma Guillen de Palazzesi (78) exesposa de Rubén, y Stella Mari Palazzesi (83), esposa de Teo Cavigliaso y hermana de Rubén, esperaron 44 años para poder decir frente a un Tribunal lo que les pasó desde agosto de 1979 en adelante. Las dos denunciaron el accionar de funcionarios judiciales como “Puga, Molina y Becerra Ferrer, jueces de la dictadura”. Cristina se enteró del secuestro de Rubén y no tuvo tiempo de procesar nada porque la llevaron a ella y a su padre al D2. Fue acusada de subversiva y le hicieron un consejo de guerra. Afirmó que en ese momento ingresó el secretario Luis Rueda, el juez (Miguel Ángel) Puga (condenado durante el juicio a los Magistrados)1, y su abogado defensor Luis Eduardo Molina. La condenaron a 15 años de prisión. Su madre le dijo una frase premonitoria: ¿Vos creés que se van a quedar tanto tiempo? (2)
En el mismo sentido Stella Mari Palazzesi, esposa de Teo Cavigliaso y hermana de Rubén, recordó que cuando la llevaron al consejo de guerra, procedimiento militar aplicado a los civiles, pudo ver a sus hijas. Fue ahí que “Alcanzo a verlo al doctor (Luis Roberto) Rueda, secretario de Puga con su blazer azul con botones dorados, que se abraza con los jueces. Vale decir que él sabía dónde estaba mi marido y mi hermano. Así funcionaba el poder judicial”, remató
La acusaban de haber falsificado sellos de goma. Le dieron ocho años. A su esposo 10. El mismo funcionario “me lleva los sellos y me los tira sobre la mesa. A su lado estaba el defensor Molina quien le dice: “Usted es una señora de bien no se junte con esas terroristas del pabellón. Aislesé”. Molina no llegó a ser juzgado por razones de salud.
Patrón de comportamiento
En esa línea este medio habló con el fiscal general Carlos Gonella quien afirmó al final de la audiencia que “Esto demuestra una vez más cuál fue el comportamiento de algunos referentes de la justicia federal al año 1979. Es el mismo patrón de comportamiento: permanecer sin hacer nada frente a las manifestaciones de las personas que estaban siendo juzgadas y perseguidas al mismo tiempo. En esta causa se ve el circuito clandestino y el circuito institucional de la represión. Cristina Guillen contó frente a los jueces, fiscales y defensores oficiales como había sido su declaración en la sede judicial bajo tormentos y amenazas y no se hizo absolutamente nada y a su marido después lo mataron. Esto demuestra que los hechos de la causa de los magistrados no fueron aislados sino que se cometieron de la misma manera al menos hasta fines del 79”.
Desaparición y muerte
Cristina estaba en la casa de Jaime, con su esposa, cuando escuchan la noticia por la radio. “Nos preocupamos porque sabíamos que la dictadura es desaparición y muerte. Estaba en ese momento la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). Me voy a la casa de mis padres para poner a resguardo a mis tres hijos de 5, 3 y un año”, contó. A los días la atrapan a ella y su padre. El procedimiento estuvo a cargo de una comitiva de militares en presencia de los familiares. “Entraron preguntando por el dinero. Era un procedimiento ilegal. Sabían que habíamos vendido una camioneta y me di cuenta que ellos lo tenían a Rubén”. Desde Bulevar Junín al 700-con los ojos vendados y esposados-, los trasladaron en un vehículo al D2 donde la interrogan dos personas. El padre, estaba en otro sector. Al tiempo la reubican en la Unidad penitenciaria n°1.
Cuando la CIDH visitó esa prisión preguntaron a viva voz si había alguien ahí. “Yo grité que sí, que había gente. Corren un banco (o biombo) y así pudieron entrevistarnos y denunciar lo que estaba pasando”. Por esa conducta permaneció cuatro meses incomunicada en la UP1, en condiciones infrahumanas. Stella Maris llegó después y también su padre. Los chicos quedaron al cuidado de su madre. Cuando pudo verlos el menor no la reconocía y el del medio le preguntó a boca de jarro “qué le hicieron al papá ¿Le pegaron un tiro con una pistola? Y les dije que sí. Me pareció que era mejor decirles la verdad”.
El dinero de Rubén no apareció. Tenía una chacra que los militares le alquilaron a un vecino y también la utilizaban ellos. Se apropiaron de la casa de campo en Losada. En 1984, la recuperaron, por supuesto que estaba destruida.
“Me amenazaban que iban a traer los chicos y yo les creía. Me dijeron que nos iban a colgar de los pulgares”, dice y revive esa situación dramática. Su padre le contó después que le gatillaban en la cabeza.
El relato no es cronológico porque va hilvanando los recuerdos. Supo que fueron secuestrados en la calle, en el barrio Parque Vélez Sarsfield. Que iba con Jaime, que los encerraron en un auto y los trasladaron a la quinta de los Viotti. (…) Mi cuñado que estaba muy golpeado me cuenta que a Rubén lo mataron. Jaime me dice que lo picaneaban y que le pedían nombres y que él daba los de los chicos”, dice, y no puede contener el llanto. El lugar era “Un espanto, los golpeaban y torturaban y entre varios lo golpean hasta matarlo”. Fue velado en Oliva su pueblo y los restos se encuentran en el panteón familiar.
Teo Cavigliaso le confirmó que “lo torturaron en la quinta de los Viotti hasta matarlo”, deduce que lo dinamitaron para cubrir el delito lo anterior. En el consejo de guerra le preguntaban por Rubén cuando ya lo habían matado.
Quedábamos nosotros
Stella Mari Palazzesi, apenas ingresó produjo un momento hilarante en la sala cuando el presidente del Tribunal le preguntó cuántos años tenía y respondió 43. El breve silencio fue roto por el juez que le repreguntó si esa había sido la respuesta y ella afirmó convencida que sí. En realidad quiso decir 83.
“Mi hermano era un ser excepcional, buen marido, buen padre, estudiaba en la Universidad Católica. Muy peronista, quería un país mejor”, dijo al iniciar su testimonio. Antes del secuestro “los primeros días de agosto dos personas del ejército se presentaron a mi domicilio. Lo buscaban a Rubén”. Pero él no estaba ahí. No obstante les anticiparon que iban a controlar la zona.
Cuando lo secuestran “Me enteré por la radio”. Decían que habían secuestrado a dos muchachos y uno era Jaime con quien trabajaba en el criadero de chanchos”. Después le llegó la información de que también están presos Cristina y su padre. “Entonces pensamos: quedábamos nosotros” porque ya sabíamos que “Ellos (los represores) actuaban así”.
Teo fue secuestrado el 22 de agosto. Militaba en el Peronismo de Base (PB) y en las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP). “Por la noche llega la patota, mi marido les abre la puerta y lo empiezan a golpear. Y viene un personaje gordo de traje azul y me tapa con la almohada para que no escuche ni vea. Estaban mis tres hijas, una no se dio cuenta”.
Ante esa situación deciden que lo mejor es replegarse en la casa paterna. “Viene mi padre recogimos unas ropas y nos fuimos a mi pueblo –Oliva- pero nos controlaban también ahí. Al día siguiente me fui a Córdoba para presentar un habeas corpus. El 29, se presenta un militar y les informa que Rubén “se quemó y se mató”. Entonces “lo agarro de la solapa y le digo como puede decirlo así delante de mi padre”. A las pocas horas vienen unos policías de Oliva y la detienen. En medio de ese clima de dolor toma un par de cosas porque la llevaban a la UP1. “Tenía un nudo en la garganta pero no podía llorar”. Cuando llegó al pabellón donde estaban unas 12 compañeras se reencuentra con Cristina y le avisa que su papá había viajado a Campo de Mayo a buscar el cadáver. “No pude llorarlo”. Y agrega: “Fue muy duro para mi padre perder a su único hijo”.
A todo esto su marido también estaba en la penitenciaría en el pabellón de hombres. “Estaba morado en todo el cuerpo”. Teo le contó que Rubén recibió tantos golpes que una vez les dijo a los represores “péguenme un tiro”. Escuchaba cómo lo torturaban mientras una voz con tonada porteña le decía “cantá, Rubencito, cantá”.
En 1982 para la fiesta de navidad le dan la libertad. Permaneció cuatro años presa. “Cargué el bolso y mi tío me estaba esperando en la puerta. En cambio a Teo lo llevaron a otra cárcel. Salieron con el papá de Cristina en 1983.
Al tiempo deciden averiguar dónde habían estado secuestrados. No era fácil. Hasta que una vez “leímos los diarios de la Conadep y encontramos la causa Viotti” donde describe cómo era la vivienda. “Esta es la casa”, dice Teo. Se trataba de la quinta Guiñazú que los militares convirtieron en 1977 en un centro clandestino de detención.
Fueron al lugar. “Estaba sola la casa con una madera que atravesaba la puerta. Nos metimos y me dice: es ésta. Vamos al baño y me muestra las manchas de sangre. Salí despavorida y supe que ahí había muerto mi hermano. Pero quedó ahí. Fue un paso. Encontramos el lugar (pensando) que el día de mañana esto se sabrá”, expresó. Ese día llegó.
La próxima audiencia está programada para el 15 de marzo, a partir de las 13.
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Notas
1-Durante el Juicio a los magistrados realizado en Córdoba, el ex juez Miguel Ángel Puga y el exfiscal Antonio Sebastián Cornejo fueron condenados a tres años de prisión por no haber denunciado detenciones ilegales y violaciones a los derechos humanos durante la dictadura cívico militar eclesiástica. En 2021, la Cámara de casación la ratificó. Absolvieron al exfiscal Antonio Sebastián Cornejo y al ex juez Carlos Otero Álvarez éste último fallo fue muy cuestionado por los querellantes.
2-Luis Roberto Rueda fue nombrado en varios juicios por las víctimas de la represión. Falleció a los 70 años en agosto de 2021.
*Periodista. Agencia Prensared. Fotos Pablo Becerra gentileza Archivo Provincial de la Memoria. Principal: ingreso del Tribunal conformado por Julián Falcucci, María Noel Costa y José Fabián Asís.
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