Nietos recuperados, historias vivas

La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, cumple 95 años. La tenacidad de Estela de Carlotto, el trabajo colectivo y la ciencia permitieron crear un organismo único en el mundo. Hasta el momento logró la restitución de la identidad de 140 personas y va por muchas más.

 Por Gustavo Sarmiento*

Esta es una historia de memoria, preguntas y ciencia. Y como toda historia, tiene un principio. Lo recordó la propia titular de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, al inaugurar la nueva sede del Banco Nacional de Datos Genéticos, luego de que se mudara del Hospital Durand: “Cuando fui a Estados Unidos, por los 80, éramos dos abuelas buscando respuestas para ver si nuestra sangre servía para identificar a nuestros nietos. Así llegamos a la casa de Víctor (Penchaszadeh)”.

Ya había quedado atrás el día de 1979 en que las abuelas leyeron un artículo del diario El Día, donde se contaba el análisis de sangre entre un padre y su hijo que sirvió para demostrar la paternidad en un juicio por manutención: “¿Y si nuestra sangre también puede servir para identificar a nuestros nietos?”. Penchaszadeh, uno de los primeros genetistas que tuvo la Argentina y que estaba exiliado en Nueva York desde que sufrió un intento de secuestro por parte de la Triple A, recibió en 1982 la visita de Chicha Mariani y Carlotto. Ellas le preguntaron si servía la sangre de las abuelas. Nadie había hecho esa pregunta hasta ese momento, y en la búsqueda de esa respuesta cambiaron la historia de la ciencia genética.

La clave era proveer la información necesaria sobre la identidad genética de los niños apropiados. Así se construyó el Índice de Abuelidad, una cuenta matemático-estadística que asocia la genética abuelos-nietos en ausencia de padres para establecer el vínculo sanguíneo. “Con él logramos probar la relación de parentesco genético entre los niños apropiados y sus abuelos biológicos”, resumió Penchaszadeh. Para crearlo apeló a “la construcción colectiva”, formando un equipo de vanguardia con la estadounidense Mary Claire King, el francés Pierre Darlu, el chileno Cristián Orrego y el italiano Luca Cavalli Sforza.

En 1984 lograron la primera identificación de una niña a partir de la filiación genética de sus abuelos en todo el mundo: Paula Eva Logares. En los primeros tres años restituyeron a 36 nietos. Pero los análisis genéticos eran “uno a uno”, caso por caso. Necesitaban que esa información quedara guardada, para que cuando surgiera una duda, no se comparara con una sola persona, sino con todas las familias que estaban buscando nietos. De ahí nació la idea del Banco Nacional de Datos Genéticos, creado por la Ley N° 23.511 en 1987. No solo fue el primero del mundo, sino que sigue siendo uno de los pocos existentes para la resolución de delitos de lesa humanidad.

El Banco de Estela y las Abuelas

En 1993 comenzaron a realizarse los primeros estudios con ADN mitocondrial, un marcador de linaje materno que también resultó clave. Durante sus primeros años, recibían pedidos para resolver otros conflictos relacionados con filiaciones en la Justicia civil o penal, que muchas veces demoraban los tiempos de identificación.

En 2009 pasó a funcionar como organismo autónomo y autárquico bajo la jurisdicción del extinto Ministerio de Ciencia, y desde 2018 cuenta con una base de datos de madres de bajos recursos, embarazos adolescentes y robos de bebés en hospitales, separados de sus hijos al nacer entre 1974 y 1983, y que desconocen su destino. Ya lograron la reunificación familiar en 50 de esos casos. Pero hay un número supremo: los 140 nietos y nietas restituidos de la dictadura cívico-militar argentina. Calculan que hubo 500 nietos robados por el terrorismo de Estado.

Hay una cuestión biológica que Estela suele remarcar: la generación de las Abuelas ya está gran de. Y están empezando a aparecer los bisnietos. No se ha desarrollado todavía un método con tanta exactitud para resolver dos saltos generacionales.

Lucha y Resistencia

Al ajuste general sobre el sistema de ciencia y técnica nacional que comenzó el gobierno de Javier Milei en diciembre de 2023 se sumó el ataque y desmantelamiento de la política de Derechos Humanos, la devaluación (con el impacto del costo en dólares de insumos y equipos), el ajuste en sueldos y el golpe final en 2025, con el Decreto 351 que impulsó la transformación del BNDG bajo el argumento de “reducir el sobredimensionamiento estatal” y “disminuir el déficit fiscal”. La disposición del Ejecutivo eliminaba parte de su organigrama y le quitaba la autonomía y autarquía que tenía desde 2009.

La decisión puso en riesgo real la búsqueda de los más de 300 nietos y nietas apropiados que aún faltan encontrar. Ante esto, Abuelas presentó un amparo hasta que, en agosto, el Congreso revirtió el decreto. Pero no todo es para festejar, porque el ajuste avanza. Según el informe de CEPA, en lo que va de 2025 hasta julio, el Banco sufrió un recorte del 44 por ciento.

Guillermo Pérez Roisinblit, nieto recuperado de Rosa y miembro de la comisión directiva de Abuelas, contó que se trata de una entidad que “no solo busca a los nietos nacidos en cautiverio o secuestrados con sus familias, sino que también resguarda las muestras de personas que ya no están entre nosotros y por eso es imposible volver a tomarlas. Por el momento el trabajo del Banco está a salvo, pero estuvo 38 días acéfalo”.

“Nació de una demanda social y hoy es garantía del derecho a la identidad. Nuestra institución tiembla ante el milagro de un resultado positivo. Es para nosotras como un revivir”, sintetizó Estela años atrás, durante la presentación de Una pregunta. 30 años. A su hija Laura, estudiante de Historia en la Universidad Nacional de La Plata, se la llevó un grupo de tareas el 26 de noviembre de 1977, cuando estaba embarazada. Tras arduas gestiones, ese mismo año la familia pudo recuperar su cuerpo. Tenía claros indicios de que había dado a luz. A partir de ahí, su vida cambió. Lideró la creación de Abuelas de Plaza de Mayo, y junto con ellas surgió el BNDG. Ese mismo Banco de Datos Genéticos le confirmó, el 5 de agosto de 2014, la noticia que esperó durante décadas: habían encontrado a su nieto. Ignacio Montoya, de entonces 36 años, pasaría a ser Carlotto.

Aunque en el fondo nunca había dejado de serlo. En la sangre estaban las respuestas. “‘Mi mamá no se va a olvidar de lo que me están haciendo y los va a perseguir’, sé que dijo mi hija en cautiverio, y yo desde entonces perseguí la justicia y busqué a su hijo –relató Estela aquel día–. Imagino que ahora, desde el cielo, estará diciéndome: ‘Mamá, ganaste’”.

*Periodista. Fuente Caras y Caretas, la revista de la patria, dirigida por Felipe Pigna. Ilustración: Juan José Olivieri. Foto principal NA.

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