Artista popular comprometido con su tiempo, Ignacio Copani habla sobre música, arte y política, y llama a construir opciones para dejar atrás la motosierra. “A riesgo de quedar como un viejo agreta creo que no se puede confundir el divertimento auditivo con el arte y la música, porque existen la melodía, la armonía y la rítmica”, dice el entrevistado.
Por Julián Blejmar*
Supo llenar Luna Park y Obras, teatros Ópera y Gran Rex, y estadios del interior como el Mundialista de Mar del Plata, el Olímpico de Córdoba y Guaraní de Misiones, así como otras salas en Uruguay, Chile, Colombia, España, Italia, México, Paraguay y Estados Unidos. Supo, también, componer cientos de canciones de protesta y denuncia social, y pegar varios hits, como “Cuántas minas que tengo”, “Lo atamo’ con alambre” o “La familia”, del popular programa La familia Benvenuto, que le valieron decenas de discos de oro y platino, que relativiza por su lógica publicitaria frente a lo que consideraba la verdadera repercusión: ver sus copias piratas en plazas y cientos de puestos ambulantes, o sus temas sonando en las calesitas.
Y hoy, a los 65 años, en el contexto de un mercado musical atomizado por internet y ultrasegmentado en nichos, sigue vigente recorriendo el país, Uruguay y España con sus shows “Noches copanieras” y “Juglarse la vida”, que tienen una nueva cita el próximo 18 de julio en la Casa Rodolfo Walsh de Quilmes. Fue, justamente, sobre los profundos cambios en la industria musical que Ignacio Copani inició su charla con Caras y Caretas en su casa de Caballito: “Hoy está faltando música y letra, hay rimas que son vergonzosas, que no resistirían no solo un taller literario, sino tampoco una charla entre amigos, y a riesgo de quedar como un viejo agreta creo que no se puede confundir el divertimento auditivo con el arte y la música, porque existen la melodía, la armonía y la rítmica.
Un sonido puede ser conmovedor, yo daría lo que sea por escuchar el rastrojero de mi viejo, o a muchos les apasiona el ruido del mar o de la lluvia, pero nada de eso es música, y creo que no solo la música sino también el arte en general se están perdiendo por la falta de ida y vuelta con los pueblos, ya no están esos magazines donde nos presentábamos los músicos, y tampoco las novelas de la televisión que consagraban a los actores populares, hoy todo eso está taponado”.
En el mismo sentido, plantea que “siempre, lo que más queríamos los músicos en nuestra vida era grabar un disco, que era además la única herramienta que tenías para trascender, y eso te obligaba a pasar por el tamiz de un productor, generalmente un hijo de puta muy comercial pero que sabía de esto porque había vendido muchos discos con León Gieco, entonces ahí tenías otra exigencia, que la tecnología actual e internet en algunas cosas la ha ablandado”.
El panorama, según Copani, es aún más difícil con quienes buscan componer con sentido social: “Debe haber una María Elena Walsh de 20 años, un Spinetta o un Charly nuevos, pero tienen un problema real que es la batalla comunicacional, no hay un espacio social donde puedan difundir su obra. El tango se explica también por las variedades, las películas, el teatro y los cabarets, donde además la competencia te llevaba a un lugar de mayor autoexigencia.
Y a esto se suma que hay un contexto donde el gusto musical de los jóvenes parece ir por otro lado, aunque nunca se sabe si es el huevo o la gallina, pero hasta Fito se animó a hacer declaraciones bien en este sentido, y más agudas todavía, sobre el nivel actual de los músicos”. Este presente artístico y musical, cree Copani, obedece a “una mezcla de factores, en Uruguay se respetan más las tradiciones, hay una cultura todavía más análoga, pero también creo que hay algo mundial, un Tea Party que logra a que no se oigan ni trasciendan expresiones de los pueblos, hace mucho que no vemos por ejemplo los éxitos musicales y fílmicos italianos o ingleses, tan comunes años atrás. Coldplay, por ejemplo, ya no es nuevo, hay algo mundial que impone una estética y un contenido, y no hablo de grandes conspiraciones, pero sí del hecho de que, así como estudian e imponen un discurso de ultraderecha político, también lo hacen con la cultura”.

Lo personal es político
Lo artístico y lo político son de hecho inescindibles en la obra de Copani, y él acepta que “es típico tener que bancarse la pelusa si te gusta el durazno, y a mí me encanta”, pero no por ello deja de expresar su dolor por las cancelaciones. La primera, señala, fue con su amado River Plate, que por años reprodujo en el Monumental “El más grande”, el himno que le compuso junto a otros temas riverplatenses, sobre los que afirma: “River tiene mucha política y yo siempre autoricé el uso de las canciones a todas las agrupaciones porque no era un lugar de conflicto para mí, y menos quise cobrar derechos de autor, incluso cuando hasta en el contestador telefónico sonaba yo.
Y de repente, cuando terminó la gestión de Rodolfo D’Onofrio, me sacaron de todos lados. Y sé, porque me lo cuentan amigos, que me odian, y han hecho un esfuerzo por instalar otra marcha, que es una británica de guerra que se llama ‘It’s a Long Way to Tipperary’, sobre la que hay una película sobre un colegio nazi en Inglaterra donde la escuchan permanentemente”.
El otro distanciamiento fue con el establishment de las instituciones de la comunidad judía, del que Copani era un invitado permanente, e incluso utilizaban, en los actos por el recordatorio del atentado a la Amia, su canción “Memoria Activa”. “Creo que el conflicto, que no es de mi parte, se originó a raíz de mi postura política durante la 125, donde fui muy estigmatizado, porque yo era convocado permanentemente a clubes, countries e instituciones de la colectividad, y estuve también en festivales solidarios de Amia, como el Obras en donde compartí cartel con Fito y Spinetta, e incluso me llamaron para que hiciera el himno de Maccabi, creo que por mi perfil, ya que me explicaron quién era Yehudah HaMakabi, el líder de la rebelión, pero a partir de los años posteriores al conflicto perdí todo vínculo con ellos. Y no es un tema con la colectividad, ya que me siguen invitando a tocar en casamientos o Bar Mitzvah, y parte mi familia es de la cole, pero nunca volví a participar en ningún evento público institucional”.
–¿Por qué esa militancia tuya y de tantos otros no cambió el presente? Los temas de tu disco Ya vendrán tiempos mejores (1989) –”No te creo nada”, “Por un dólar”, “Te pusiste a pensar” y “Pobre papá”– parecen haber sido escritos hoy.
–Los artistas somos testimoniales, parece que tuviéramos la bola de cristal, pero vos podés agarrar el tema de don Atahualpa y decir hoy también que las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas, y siempre se va a reflexionar así, aunque la desocupación sea del 20 o del 5 por ciento, o algún tango de Discépolo, como “Yira, yira”, que dice “cuando estén secas las pilas de todos los timbres que vos apretás”, eso se lo podría haber cantado también en el mejor momento de Cristina, porque siempre hay una puja y siempre el conflicto es mucho más inspirador que las aguas calmas; eso pasa siempre. De todas formas, compuse también canciones que hacían referencia a que no había justicia con los milicos, o el tema de los desaparecidos, y eso cambió, al punto de que hoy debería cantarlas casi con un folleto explicativo. También creo que este tiempo cruel no es el fin de la historia, ni político ni artístico. Que puede haber un vuelco en todo esto, porque puede estar empezando a haber una saturación.
–¿Por qué pensás igualmente que se tropieza con la misma piedra?
–En la época del Bicentenario pensábamos que había que luchar por lo que faltaba, por esos puntos que quedaban de indigentes, aparte de soñar con esa cosa de grandeza que tenemos los argentinos, de decir ahora vamos con los satélites. Y la metáfora de “esta película ya la vi” era del pasado. Hoy ya no es una metáfora, porque esta película de verdad ya la vimos: es la de Federico Luppi y Julio de Grazia, Plata dulce. Pero de la misma manera sostengo que hay que seguir luchando, que no hay Fukuyama y nunca es el fin de la historia.
– ¿Imaginabas a esta derecha gobernando el país?
–No creía que se fuera a ir más allá de una opción como la de Macri, nunca pensé que el pueblo argentino –aguerrido, luchador, con un linaje de cosas muy elogiables– podía ir al extremo de la motosierra, lo que siempre me ofendió porque soy un tipo que tiene buena onda con las herramientas, pero la motosierra es muy peligrosa, también los leñadores le temen, y es muy común que haya carpinteros sin un dedo. No sé qué podía esperar la sociedad de alguien que viene con una motosierra, que viene a mutilar.
–Otra cuestión muy llamativa es que Milei elogió a Margaret Thatcher y criticó a algunos de los mayores símbolos argentinos, como Maradona, el papa Francisco e incluso el asado. ¿Pensaste qué habrá llevado a millones de argentinos a votarlo?
–Creo que ahí están los medios hegemónicos exagerando todo, no solo las redes, y eso se lo discuto a cualquiera, porque las redes pueden llevar a un puñado de pibes, pero para sacar los porcentajes que sacó Milei, lo votaron jubilados, maestros, empleados públicos y todos los más perjudicados por estas políticas. Por eso digo que estos medios deberían, ya no digo pedir perdón, pero reconocer que estuvieron mal, porque si no, ya pasás de ser torpe a mala persona; si no, no se podría tener dirigentes como José Luis Espert, con cosas muy violentas, apañado por una Justicia que ahora le pide a Cristina prudencia, criterio y sentido común, frente a todo lo que estamos viendo en el gobierno y dejan pasar.
Pero tenemos que defender nuestra manera de ser. Nosotros no hablamos, ni cuando disentimos, del trasero del mandril, ni de correr a los que piensan diferente, ni de ser estéticamente superiores, ni apodamos despectivamente a los demás. Si yo hoy tuviera más fama me dirían “Ignacio Cobrani”, y todo esto lo manejan con mucha liviandad. Creo que aún estamos a tiempo de parar esta locura y volver a hacer que esta cuestión vuelva a ser border. Porque además a la larga lo que queda es lo constructivo, siempre, porque nadie sabe quién escribió “viva el cáncer”, pero todos saben quién fue Evita; nadie sabe quién delató a la familia Frank, pero todos saben quién fue Ana Frank.
–Muchos dicen que Milei es también el resultado del fracaso del Frente de Todos. ¿Cuál es tu balance de ese gobierno?
–Estoy seguro de que fue un mal gobierno, pero el precio que pagamos es una exageración, porque hubo muchos gobiernos malos en el mundo que no tuvieron esta respuesta. Esto es irracional, y el votante de esto tiene que hacer un mea culpa de veras. Cuando yo voté a Alberto no lo hice pensando que le iba a hacer mal a alguien, en cambio el que votó la motosierra lo hizo pensando en lastimar a los demás. Pero creo que desde los medios se exageró el enojo que había, porque fueron frustrantes la pandemia, la sequía y el impacto de la guerra de Rusia y Ucrania, más allá de la propia tibieza de ese gobierno que no encaró las verdaderas espinas que teníamos y dejó que se convirtieran en infecciones, y me refiero al FMI, a los sótanos de la Justicia, a las fake news de muchos medios e incluso, para los militantes, la vergüenza de haber tenido cuatro años presa a Milagro Sala, con el acting de Alberto que nunca le creí. Por eso, lo que más se critica del Frente de Todos no es lo que yo más le crítico, porque esos temas, frente a lo de la foto en Olivos o si Alberto fue más o menos picaflor, me parecen más relevantes, como también, debo decir, las políticas de salud que fueron excepcionales, frente a países como Estados Unidos, Brasil o de Europa, que en pandemia tuvieron muchos más muertos que nosotros, o bien el logro de mantener el empleo, sobre todo el industrial.
–Sobre la prisión de Cristina, algunos sostienen que para la oposición tuvo un resultado inesperado, como revitalizar y darle un nuevo impulso al peronismo, mientras que otros afirman que saben trabajar eficientemente y a largo plazo, y esto es solo el comienzo. ¿Te ubicás en alguno de esos lugares?
– En los dos, porque pienso que es una torpeza de quienes despertaron a un espacio que estaba bastante adormecido y que solamente se desperezaba cuando se enredaba con internas. Pero esa revitalización solo se mantendrá si muy pronto hay algo que refuerce esto. Si no logramos una propuesta programática que movilice, esto se diluirá, porque a la larga ellos van a aumentar el tema con más causas, van a seguir creando sentido en la población y van a plantear un juego muy duro. Los análisis económicos y políticos de Cristina son espectaculares, el que no la quiere escuchar se la pierde, pero también tiene que haber una estrategia, una propuesta, con objetivos y fechas, un plan quinquenal, algo tangible, porque si no iremos al mismo terreno donde nos gana la derecha, que es especialista en propuestas que no dicen nada y en símbolos vacíos, y no podemos volver a equivocarnos.
Las palabras de Fito
Días atrás, Fito Paez manifestó a la agencia EFE que “las utopías no sirven para nada”, e hizo referencia al “fracaso de las políticas de izquierda y del marxismo europeo y americano”. Si bien desde diversos medios se lo tergiversó como un apoyo al gobierno de Milei, sobre todo por mencionar que había “procesos impostergables que realizar en la economía argentina”, sí fue contundente al afirmar que “no hubo autocrítica a cielo abierto de las fuerzas que hicieron posible que Milei esté en el gobierno hoy”. Consultado por estas palabras, Copani elige, en primer lugar, citar la frase del cineasta argentino Fernando Birri: “Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos, y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”. Y también una estrofa de su canción “Soneto para los artistas”: “Yo prefiero que un artista verdadero sea espejo de su pueblo en cada escena, que lo abrace y dance con los tiempos buenos, y se embarre en los pantanos de sus penas”.
*Licenciado en Comunicación (UBA), Magíster en Economía Política (FLACSO). Fuente Revista Caras y Caretas, la revista de la paria https://carasycaretas.org.ar/
www.prensared.org.ar

