La escritora y periodista Irene Haimovichi, presentó su novela “Aprieta, pero no ahorca. La vida imaginada y la vida real” en la antesala del XII° Encuentro Internacional de Literatura y cine negro y policial “Córdoba Mata” en el Centro de Documentación del Cispren.
Por Myriam Mohaded*
En un martes en donde se cruzaron debates y apreciaciones del género policial se presentó una de las actividades iniciales que forman parte del reconocido festival de policial negro que se realiza en Córdoba y reúne a reconocidas figuras del ámbito nacional e internacional del género.

Haimovichi fue durante diecisiete años delegada de las y los trabajadores de prensa del diario “La Nación”. Integra la Comisión Directiva del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Si.Pre.Ba) y escribió numerosos textos políticos sobre las condiciones laborales del gremio de prensa. Ésta es su primera novela.
En cada uno de los capítulos de “Aprieta pero no ahorca” transitan su historia personal, los sueños de infancia y adolescencia que se transforman en otra realidad; la dictadura, Malvinas, la recuperación de la democracia, los hechos históricos; su experiencia de sus roles como madre, militante política y delegada sindical. Ella expresa que su intención al escribir siempre es “que mis ideas estén ahí, entre las líneas de la escritura”.
Junto a la autora, en la mesa participaron María Ana Mandakovic (secretaria General del Cispren y de Organización de Fatpren) y Matías Dreizik (psicólogo, presidente del Instituto de Salud y Medio Ambiente) y contó con la moderación de su editor, Javier Chiabrando.

La edición del “Córdoba Mata” se realiza hasta el 29 de setiembre bajo el lema “Civilización y barbarie, entre los siglos XIX y XXI”, y cuenta con el apoyo del Cispren, entre otras organizaciones. El programa completo se lo puede ver aquí
– ¿Qué la motivó a escribir “Aprieta, pero no ahorca”?
Escribo desde la adolescencia, prosa y poesía. Hice varios intentos de escribir novela, pero nunca llegaba a armar la estructura dramática. Hace unos veinte años leí la biografía de una escritora estadounidense que me gustó mucho y sentí que en mi vida había numerosas historias para contar. Sin mucha organización previa, empecé a escribir mi propia historia. De eso, hace ya diecisiete años y escribir “Aprieta, pero no ahorca” me llevó dieciséis.
Cuando estaba por algo más de la mitad de escritura le pedí opinión a Sergio Olguín, un escritor que me gusta mucho y tuvo la buena onda de leer ese material y tomar un café conmigo. El texto terminaba deshilachándose. Yo lo sabía, pero necesitaba una mirada que no fuera la propia, que me tirase algún hilo de cómo organizar lo escrito y continuar.
Sergio me dio esa punta. Me propuso que lo pensase como una biografía, destacó que a través de lo que había leído no solo se conocía la historia de la protagonista, también se podía ver la historia del país, del contexto en que esa vida se desarrollaba. Fue como el gran organizador. Ahí ordené el material que ya tenía de manera cronológica y seguí con lo que faltaba, profundicé esa relación entre la vida íntima y social.

Un personaje de ficción anclado en la realidad
Haimovichi comenta que llegó a escribir más de 500 páginas, que después se redujeron a las 260 que posee el libro de Ediciones Gogol. Relata que lo que más le costó fue incorporar las historias más recientes, las de los últimos veinte, veinticinco años. “Creo que porque la proximidad hacía que las emociones fuesen menos manejables. Al final encontré la manera de hablar de ese pasado más reciente y, por último, decidí que la protagonista ya no era yo, sino un personaje de ficción, anclado en la realidad, pero que el acto de la escritura había transformado mis recuerdos en otra cosa”, expresa.
A partir de allí reconoce que le dio un nuevo nombre a la novela y a los personajes que la acompañan. “Los únicos nombres que mantuve son los de aquellas personas famosas, reconocibles para él o la lectora, como cameos cinematográficos, pero esta vez en la escritura, como Charly García o Miriam Lewin”.
– ¿A qué se refiere el título?
Es una frase hecha, que en realidad empieza con Dios… Dios aprieta, pero no ahorca. Le saqué la palabra Dios porque soy atea, me lo sugirió mi cuñado, Fernando Álvarez, y al leer la frase sin el sujeto me resultó mucho más sugerente y abarcativa. Puede ser la vida, pueden ser las pasiones, lo que cada uno sienta que lo aprieta, pero que no llega a ahorcar, que siempre se vuelve a respirar, a seguir, que el único punto final es la muerte y que, mientras tanto, hay posibilidades de seguir, de ser felices, amar, superar malos momentos. Y, en cuanto a lo social, de que volverán a existir días felices para el pueblo.
– ¿Cómo fue el proceso de construcción de la biografía?
Fui escribiendo historias de las que había sido protagonista, o que me contaron cuando se trata de mis antepasados, cada capítulo es uno de esos relatos. Busqué que cada relato cerrase en sí mismo. Si bien el libro se lee como cualquier libro, capítulo a capítulo, que incluso están numerados y titulados, también se puede hacerlo de una manera aleatoria porque cada historia empieza y termina en su propio capítulo. Claro que vas a perder el recorrido histórico, pero es una opción.
A los relatos los elegí, en principio, por una cuestión emocional, tanto de cómo me había impactado esa vivencia en su momento como del encuentro que podía tener ahora sobre mí misma o sobre él o la lectora posible. La etapa siguiente era la de encontrarle la vuelta dramática, lo que lo convierta en una historia que a otro le pueda interesar, con la que se pueda identificar.
-En una entrevista usted comentó que la primera vez que se presentó el libro fue cuando al fotógrafo Pablo Grillo le dispararon a quemarropa. ¿Cómo vivió esa circunstancia?
Habían pasado dos días del atentado contra la vida de Pablo Grillo. La presentación era en el SiPreBA (Sindicato de Prensa de Buenos Aires). Estaba conmocionada por esa violencia desatada desde el Estado, con sensaciones olvidadas puestas de nuevo a flor de piel. Sabía que ese estado era el de quienes iban a participar de la presentación, tanto en la platea como en la mesa, a mi lado.
Por cierto, claro que dudé un momento, pero no había que suspender nada, solo había que hablar de lo que nos pasaba, y el libro habla mucho de momentos como este, en que lo social se nos mete en lo privado, nos connota. De eso hablé y fue reparador. Los asistentes expresaron gratitud y hasta alegría por lo que estábamos trasmitiéndoles a partir de la presentación del libro.
Raúl Argemí, Irene Haimovichi, y Miriam Lewin durante la presentación que se realizó en Sipreba/Fatpren.

– ¿De qué manera incidió en su relato el articular sus roles de periodista, delegada sindical, mujer, madre?
Esos roles están en toda la novela, a lo largo aparecen la trabajadora de prensa, la delegada sindical y militante política, ser mujer y madre, y argentina. Específicamente, en algunos capítulos, se cuentan historias que tienen que ver con estos roles, individualmente o cruzados entre sí. Mi intención al escribir siempre es que mis ideas estén ahí, entre las líneas de la escritura. Nunca se sabe hasta que llega la devolución de quienes leen. Hasta ahora, las respuestas que recibo parecen confirmarlo.
– ¿Por qué en el “Córdoba Mata”?
Esta es la cuarta vez que vengo al Córdoba Mata, las dos primeras como espectadora y acompañando a mi marido, Gabriel Wainstein, que es periodista y especialista en el género y tiene un programa en la UNAJ (Universidad Nacional Arturo Jauretche) “El dulce veneno de la novela negra”, que justo este año cumple diez años. Convivir con un lector fanático del género me llevó a hacerme fanática yo también.
El año pasado participé por primera vez con una exposición en dónde vinculaba libros de novela negra que hablan de periodistas y redacciones y de cómo fueron cambiando con las nuevas tecnologías, con la realidad que se vivió, y se vive, acá en las redacciones de los grandes medios, en mi caso con la experiencia del diario La Nación. En ese contexto, y aunque el libro no es una novela negra pero sí toca algunos de los temas que atraviesan incluimos la presentación que vamos a hacer en el Cispren como parte de las actividades del festival. Es como un aperitivo antes del festival propiamente dicho.
– “Yo viví la vida pensando en un cuento que lo iba a contar”, afirma en un momento en el texto ¿y qué pasó?
Allí lo digo: “…y recién ahora termino de darme cuenta de que esto no es ficción y de que al final es como dice Marcelo: “Hay que tener cuidado con lo que se pide porque nunca sabés qué compensaciones se toma la vida, o Dios, o que se yo qué, cuando te concede un deseo”. Y también: “Es posible que le haya pedido demasiado a la vida, que ése sea el motivo de que cada segundo de felicidad de esta vida-relato me lo hayan cobrado con la dura moneda del dolor, como si el dolor fuese oro.”
Fotografía: Julio Pereyra – Cispren.
*Periodista.

