En esta época de “lectores criminales”, Libros del Zorro Rojo recupera un texto de Virginia Woolf sobre el lector común, el que lee sin prejuicios. La mayoría de las veces se acerca a los libros esperando que refuercen nuestros propios prejuicios, como si “leyendo pudiésemos desterrar las ideas preconcebidas”, supo escribir en un ensayo.
Por Aloma Rodríguez*
“Leer una novela es un arte difícil y complejo. No solo requiere gran sutileza de percepción, sino también extraordinaria audacia imaginativa si vamos a hacer uso de todo lo que el novelista –el gran artista– nos brinda”, escribió Virginia Woolf para una charla que impartió en 1926 y que luego quedaría en El lector común (1932), aludiendo a la idea de Samuel Johnson de que “común es quien lee sin prejuicios”.
Toda esta información viene en una nota al final de ¿Cómo debería leerse un libro?, la versión de 1932 del texto de Woolf con ilustraciones de Ji Hyun Yu que edita Libros del Zorro Rojo. Es un libro amarillo y cuadrado, y las ilustraciones del interior usan solo amarillo y negro, además del blanco, claro. En esa nota final se dice que el texto podría haberse llamado La lectora común porque habla de su experiencia como lectora. Ese guante lo recogió Natalia Carrero que reúne las impresiones de sus lecturas dibujadas bajo ese epígrafe, La lectora común. (El segundo libro de Natalia Carrero es Una habitación impropia, guiño y respuesta al ensayo de Virginia Woolf.)
El texto de Woolf es una defensa de la ficción, de las novelas por encima de las biografías. Dice que el mejor consejo que se puede dar sobre lectura es que no se acepten consejos, pero ella da uno muy bueno, y bastante curioso: para comprender el trabajo del novelista, intenta escribir, dice.
“La mayoría de las veces nos acercamos a ellos [los libros] con la mente confusa y dividida, exigiéndole a la ficción que sea verdadera; a la poesía, que sea falsa; a la biografía, que sea halagüeña; a la historia, que refuerce nuestros propios prejuicios. Si leyendo pudiésemos desterrar todas esas ideas preconcebidas, sería un comienzo admirable”, escribe.
Y pienso en el “lector criminal”, etiqueta de Piglia que rescata Luna Miguel en Incensurable (Lumen, 2025), un ensayo encerrado en el marco de la ficción e interrumpido también por la peripecia novelesca. En 2029, año en que se cumplen cien años de la publicación de Una habitación propia, de Virginia Woolf, la profesora Lectrice Santos, invitada al Seminario EROS, decide saltarse el tema y hablar de Lolita: aquí entra la teoría literaria especulativa, porque la novela de Nabokov habría sido no solo censurada sino borrada de bibliotecas e incluso del imaginario colectivo. “Para mí, un lector criminal es aquel que utiliza la literatura a su favor y con saña. Ese que la coloniza con su yo. Ese que la sobreinterpreta no ya para adivinar, o para somatizar, o para aprender, o para entretenerse con lo que un autor dejó por escrito, sino más bien para deformar su trama, sus ideas y su estilo, con tal de justificar su propia ideología”, afirma Lectrice Santos. Iría un poco más lejos: con tal de justificar su propia biografía, querida Lectrice. Leer es un arte difícil y complejo, sí.
Volvemos al ensayo de Woolf, ahora mirando a la crítica: “Si leer un como debería leerse exige las cualidades más excepcionales de la imaginación, la perspicacia y el juicio”, imagina lo que se necesita para “hacer una contribución valiosa a la crítica”. Como sucede cuando nos damos cuenta de que todo el cíclico, no solo la eterna alternancia entre cintura baja-cintura alta en los vaqueros o el bipartidismo, nos deprimimos un poco por la inmovilidad y nos aliviamos un poco por el consuelo (de tontos) al dar con que el mal es de muchos.
Eso pensé al leer esto: “se pasa revista a los libros como si fueran una procesión de animales en una galería de tiro, y el crítico dispone solo de un segundo para cargar, apuntar y disparar, con razón se le puede perdonar si confunde conejos con tigres, águilas con gallinas de corral, o si falla por completo y desperdicia su tiro en una vaca pacífica que pasta en un campo lejano”. Lectores comunes y críticos necesitan que “el polvo de la lectura se asiente”. Woolf apela a la responsabilidad del lector común: “Si detrás de los disparos erráticos de la prensa, el autor sintiera que hay otro tipo de crítica, la opinión de la gente que lee por el gusto de leer, despacio y de manera no profesional, y juzgando con gran empatía y aun así con severidad, ¿no podría esto mejorar la calidad de su obra?”. Mira, una capitana cruzando la carretera.
Woolf cierra su ensayo con estas preguntas para las que sí sé la respuesta: “¿Quién lee para llegar a un fin, por más deseable que sea? [Miserables o profesionales] ¿No hay ciertas búsquedas que emprendemos porque son buenas en sí mismas y ciertos placeres que son definitivos? [Por supuesto] ¿Y no es este uno de ellos? [Sí]”.
* Escritora, nacida en Zaragoza. Integra la redacción de Letras Libres y colaboradora de Radio 3. En 2023 publicó ‘Puro Glamour’ (La Navaja Suiza). Fuente Letras libres https://letraslibres.com/ Revista mexicana mensual de crítica y creación, fundada en 1999 y heredera de la tradición y el ánimo de la revista Vuelta fundada por Octavio Paz. En la imagen, lectores.
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