La complicidad empresarial con la dictadura cívico militar sigue siendo una cuenta pendiente. La sexta empresa agroexportadora santafesina actualmente intervenida y que luego sería expropiada tiene un pasado bastante oscuro. Esta nota publicada en 2016 expone la historia del oligopolio y su enorme crecimiento logrado “En parte, sobre la sangre y los derechos de sus obreros, sobre las libertades gremiales de sus delegados, el espionaje y la persecución de sus trabajadores, la corrupción planificada de los representantes sindicales”.
Por Ana Fiol*
En noviembre de 1976, 22 obreros de la fábrica Vicentín fueron secuestrados e introducidos en el circuito del terrorismo de Estado del centro norte provincial. La Justicia Federal de Santa Fe y Reconquista está investigando la complicidad entre la empresa y la represión.
En Avellaneda “los Vicentín son los dueños del pueblo” dicen bajito los habitantes de esta ciudad fundada por italianos en el norte profundo de Santa Fe, donde operaba La Forestal. Se llama “Roberto Vicentín” la escuela secundaria, y “Máximo Vicentín” el cine-teatro. Alberto Padoan, casado con una Vicentín, presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario, es el dueño del único canal de TV de Reconquista-Avellaneda. La ciudad es modesta y muy limpia, y está jalonada de mansiones que pertenecen a esta familia que empezó con un almacén de ramos generales en 1929 y hoy es la sexta agroexportadora del país.
Tres generaciones de la familia Vicentín se enriquecieron con la creación de un oligopolio que incluye la Algodonera Avellaneda, el frigorífico Friar, un feedlot en un predio de 450 hectáreas, tres plantas industriales en Ricardone y San Lorenzo, puerto propio, una hilandería en Brasil, elaboración de algodón que comercializa Química Estrella y la producción propia de agrotóxicos, alimento balanceado y biodiesel.
¿Cómo se hizo esa fortuna, emporio empresarial e integración productiva? En parte, sobre la sangre y los derechos de sus obreros, sobre las libertades gremiales de sus delegados, el espionaje y la persecución de sus trabajadores, la corrupción planificada de los representantes sindicales. Por lo menos 22 obreros, entre ellos los 14 delegados de sección, fueron secuestrados entre enero y noviembre de 1976, muchos de adentro mismo de la fábrica, señalados por el jefe de personal, en autos de la patota cuya nafta pagaba la patronal, con telegramas de despido coordinados con la Aeronáutica mientras estaban desaparecidos. Las fiscalías federales de Santa Fe y Reconquista están investigando la responsabilidad de la Aceitera Vicentín en la represión de los trabajadores y su complicidad e instigación de delitos de lesa humanidad.
El relato que se reconstruye a continuación y que reúne las voces de los ex obreros Oscar Raúl Zarza, Efrén Venturini, Heraldo Salvador Sinchez y Adelqui Ramón Gavirondo, debe ser enmarcado en la lucha de los trabajadores de la época por construir el “Movimiento Obrero de Recuperación Sindical 31 de Mayo”, que se oponía a la burocracia sindical de entonces. La lucha de los obreros era doble: por un lado, contra la patronal, para obtener el sábado inglés, pago de horas extras, leche para los soldadores, ropa de trabajo, y aumento salarial; por el otro, el enfrentamiento con las autoridades de su propio sindicato. Ambos, la empresa Vicentín y la Federación de Aceiteros, tenían el mismo enemigo: trabajadores de base que no arreglaban a espaldas de los suyos.
Marcha del hambre
A comienzos de los ’70 la crisis cierra textiles, ingenios y curtiembres. Se produce una fortísima migración del campo a las zonas urbanas cuando los hacheros, los trabajadores de la caña y del caucho se sublevan frente al hambre y a la discriminación hacia los “criollos” y los “negros”. Así se produjo “el Villazo del Norte” y creció la conciencia sobre derechos laborales y la organización popular. Muchos de estos despedidos y expulsados comenzaron a trabajar en Vicentín, que era ya una exportadora importante de aceites y afines. Estos trabajadores se organizaron y se opusieron a la Federación de Aceiteros, que entonces respondía a las 62 Organizaciones. “La polarización entre las bases y la cúpula sindical se hace evidente” comenta Zarza. “Cuando llegó la fecha de las elecciones, intervinieron el sindicato y me despidieron de Vicentín; me reincorporaron después, cuando ganamos”.
Los trabajadores redoblaron la apuesta y tomaron el sindicato, al tiempo que se organizaba una huelga que no tenía antecedentes en la zona. Era la primera vez que los obreros se atrevían a desafiar a la patronal.
La fábrica los denunció y les mandó a la policía, que metió presos a los tres cabecillas organizadores de la huelga: Oscar Zarza, Aníbal Gall y Efrén Venturini. Les aplicaron una contravención al código de faltas y los encarcelaron por cinco días. Cuando salieron siguieron trabajando en la fábrica y organizándose para ganar el gremio de los Aceiteros y Desmotadores. Se reunían en el salón de la parroquia y la policía de civil los espiaba por los techos, los seguían por las calles, los espiaba en sus casas y los infiltraba. “Vicentín hacia inteligencia, había mucha persecución a los trabajadores y corrompía a los dirigentes gremiales”, dice Venturini.
A pesar de todo, en septiembre de 1974 ganaron el gremio e impusieron una reglas muy diferentes a las de la burocracia sindical, que siempre había arreglado con los patrones. No se podía ser secretario general más de dos veces seguidas, y cada seis meses rotaban los secretarios de la comisión directiva. No querían traiciones a los obreros, no querían sindicalistas enquistados, mal acostumbrados a los beneficios de viajes y secretarias. Ni Aníbal Gall -que era el referente más respetado e importante de los obreros- ni Efrén Venturini tomaron puestos en el sindicato. “Fue por respeto -dice Efrén-, no sabíamos ni redactar…yo había ido hasta sexto grado y después a trabajar…y como laburo no había, mi padre me dijo: ‘Ahí tiene las herramientas, el machete, el cuchillo y la pistola, a cazar al monte para comer”.
También organizaron el Cuerpo de Delegados por secciones de la fábrica, eran 14 y Efrén Venturini era el delegado general.
Arrecia la persecución
El 30 de enero de 1976 secuestraron a Oscar “Cacho” Zarza, Aníbal Gall y a Oscar Ortiz, quien pertenecía al gremio Aceitero de Reconquista. Zarza recuerda “esta detención vino de adentro de la fábrica, nos llevaron a la Jefatura de Reconquista, de ahí a la Brigada Aérea y esa noche, junto con otras 40 personas -hombres y mujeres- nos metieron a patadas y bastonazos en un colectivo que, previa parada en la comisaría de San Justo, nos dejó en la GIR (Guardia de Infantería Reforzada) de Santa Fe, nos golpearon mucho, estuvimos 15 días desaparecidos y después nos largaron”. A todos menos a Aníbal Gall, en cuya casa encontraron material sindical. Le hicieron una causa y estuvo preso hasta que terminó la dictadura.
En septiembre de 1976 la represión se puso muy dura en el norte provincial, fueron chupando estudiantes y arreció la persecución contra los miembros, abogados y militantes de las Ligas Agrarias.
El 2 de noviembre secuestraron a Zarza, entre el 3 y el 4 a Venturini, Gavirondo y otros 18 trabajadores de Vicentín, entre ellos todos los delegados de sección. Según relatan los tres, los trabajadores fueron secuestrados en la fábrica, en la entrada o camino al trabajo. Esa noche los llevaron a la Jefatura de Reconquista, los bajaron amordazados y de ahí a Santa Fe.
Cada uno cuenta su calvario particular. A Efrén Venturini, la tortura lo dejó muy lastimado en la ex Policía Caminera durante tres o cuatro días que lo aguantaron tirado para que se recuperara. Luego, más tortura y finalmente a la GIR. Él cree que a pesar del tabique y la capucha pudo reconocer las voces de sus compañeros delegados en este recorrido. Después lo llevaron a Coronda, de donde -como a muchos- lo trasladaban cada tanto a la comisaría 4ª de Mario Fasino, que está en Obispo Gelabert y San Martín, para ser torturado.
A Oscar Zarza lo descubrió esposado a la pared con los brazos en cruz, después de la tortura con picana y quemaduras de varios días. Escuchaba las voces y los gritos de sus compañeros. Entre ellos, los siete obreros, cuyo nombre quedan en reserva para no entorpecer la investigación judicial en curso, en la cual se establece que “las víctimas eran trabajadores de la fábrica aceitera Vicentín”. “Luego de ser detenidos -continúa el texto- los reunieron a todos en la comisaría de Avellaneda y los trasladaron a la Jefatura de Policía de Reconquista, donde los alojaron en calabozos separados, hasta la madrugada del día siguiente que los vendaron, los esposaron, los subieron a un camión y los trasladaron, acomodados uno arriba de otro, tapados con una lona y amenazados para no moverse ni gritar. Una vez que arribaron a destino -posiblemente alguna dependencia policial de Santa Fe- los trataron de la misma manera, los golpearon fuerte y les hicieron un simulacro de fusilamiento, todo ello durante tres días aproximadamente que fueron trasladados hacia la Guardia de Infantería Reforzada. Tiempo después fueron llevados a la Cárcel de Coronda”.
Entre el 3 y 5 de noviembre, la fábrica les envió un telegrama que los conminaba a presentarse a trabajar en 24 horas, so pena de ser despedidos. Esta era una estrategia que usaron otras empresas que trabajaron con la dictadura para eliminar la resistencia obrera, el despido con aparente justa causa. Efrén y Oscar contaron: “Ellos sabían que estábamos desaparecidos, si nos llevaron de la fábrica misma”. Una estrategia patronal para librarse de los obreros “problemáticos” y ahorrase una fortuna en indemnizaciones. Al trabajador Heraldo Salvador Sinchez lo secuestraron y despidieron el mismo día de principios de 1977: “Una tarde me llegó el telegrama de despido y esa noche me sacaron de mi casa, me encapucharon y me tiraron en una camioneta. De la Jefatura de Reconquista me llevaron a la Base Aéra, donde me torturaron por días, después a la GIR, había muchos obreros de Vicentín ahí… al mes me largaron”.
Efrén Venturini declaró ante la Conadep. Oscar Zarza y Adelqui Gavirondo lo hicieron en la causa Base Aérea. Muchos nunca hablaron porque todavía tienen miedo. Otros, sólo están esperando la oportunidad de contar su historia y de que se haga justicia.
*Periodista. Nota publicada por el diario Página 12, el 5 de junio de 2016.-
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