Hacer comunicación feminista y popular y cómo enfrentar el capitalismo digital

Tica Moreno presenta principios y prácticas de la comunicación feminista y popular a partir de las experiencias de Capire, una herramienta de comunicación creada en 2021 para visibilizar a las mujeres en movimiento. Se trata de un proceso colectivo que disputa sentidos y hegemonía.

Por Tica Moreno*

En Capire creemos que la comunicación feminista y popular corresponde a un proceso necesariamente colectivo, con una estrategia de convergencia que se ubica en la disputa de sentidos y hegemonía. Las opciones y apuestas políticas que hacemos en comunicación forman parte de nuestra visión como movimiento popular, de nuestras críticas antisistémicas y propuestas de alternativas estratégicas. Por eso la comunicación feminista y popular se basa en conocimientos situados, en la diversidad y en la irreverencia feminista. Y se conjuga en el plural, reconociendo los sujetos colectivos, sus tiempos y complejidades.

Consideramos que la comunicación no es un instrumento externo a nuestros movimientos, sino forma parte de nuestra política, se basa en ella y la construye. En la Marcha Mundial de las Mujeres, la comunicación feminista y popular se guía por –al mismo tiempo que construye– una visión crítica feminista, antirracista y anticolonialista imbricada a la lucha anticapitalista. La elección de palabras, plataformas, imágenes y ángulos, construye y expresa sujetos políticos situados. Por eso, en nuestros movimientos, la comunicación no es sólo tarea de especialistas, que realiza una lista de tareas, sino que debe ser orgánica a nuestra construcción colectiva, desde abajo. Una comunicación feminista y popular no puede limitarse a la Internet y a las lógicas de las redes sociales. Este es un punto que hay que recordar permanentemente en estos tiempos de capitalismo digital.

La comunicación en el capitalismo digital

La comunicación implica los procesos de producción, distribución y acceso a la información. Y esto en nuestras sociedades sucede hegemónicamente en una estructura de concentración de la propiedad de las infraestructuras de comunicación, medios y plataformas; desinformación y fake news, que aunque parezca un fenómeno nuevo es parte de la historia de la lucha contra la izquierda en todo el mundo; extracción y procesamiento de datos en el proceso de acumulación de datos como capital.

Los datos son registros digitales de todo lo que hacemos cuando estamos conectadas, o mismo cuando nos movemos en ciudades cada vez más vigiladas y con servicios –de transporte o salud– digitalizados. Estos registros son valorizados en la medida en que se procesan (son clasificados, categorizados, correlacionados…).

Dataficación es el nombre que recibe el proceso de acumulación de datos como capital. Se trata de un impulso para registrar, almacenar y procesar datos sobre toda la vida en el planeta, guiado por una lógica extractivista y de control, y posible gracias a las condiciones estructurales, técnicas y políticas configuradas en el neoliberalismo financiarizado. Una convergencia tecnológica centrada en los datos y la capacidad de transformar cada vez más lo vivo en digital (nuestros datos personales, genéticos, de biodiversidad, etc.), capaz de manipular la vida a escalas extremas. Este proceso, por tanto, no se limita a las empresas de Internet: cada vez hay más los datos se vuelven factor de producción en los más diversos sectores, como los sectores de la salud, el comercio, la agroindustria, el transporte y los seguros.

Hay que desnaturalizar los datos. Los datos no están ahí en el ambiente, disponibles para ser recogidos. Son producidos por nuestra vida cotidiana, nuestras relaciones, interacciones, viajes, compras, encuestas, etc. La dataficación consiste en extraer datos de una gran variedad de fuentes y, para que sea masivo, las empresas impulsan un proceso activo de generación de nuevos datos. Entre las fuentes utilizadas para la extracción de datos se encuentran los registros de todas las transacciones financieras (pagos, aplicaciones) y los datos producidos por sensores dispersos en los más diversos lugares y dispositivos – que llevan el adjetivo “inteligente” en su nombre.

Existen muchas trampas y estructuras de opresión organizando lo “digital”.

En primer lugar, lo que se denomina digital tiene una base material que se compone de territorios, cuerpos y trabajos. Los datos no existen en el vacío: son generados por nuestra vida en relación y extraídos.

El mantenimiento de las estructuras de almacenamiento y procesamiento de datos depende en gran medida del consumo de energía, y todas las baterías y dispositivos por los que pasa el digital dependen del extractivismo minero. La llamada “nube” es en realidad una red de estructuras físicas conectadas por cables, como se muestra en la siguiente ilustración.

Renata Reis, Marcha Mundial de las Mujeres, Brasil

Después de leer el texto de Elpidia Moreno en Capire, no podía olvidar el siguiente pasaje: ‘Ustedes, amigos y amigas del mundo, pueden contar con las mujeres cubanas. Siempre estaremos dispuestas a ofrecer nuestros esfuerzos, nuestro apoyo incondicional a las causas justas de los pueblos’. Imaginé que las manos se tocaban y se convertían en una red internacional conectada por la necesidad de vivir sin explotación ni violencia, con libertad y voluntad de compartir la sabiduría sin las injerencias imperialistas. Los círculos violetas representan la militancia feminista que inaugura las posibilidades de construir una otra realidad.

Renata Barbosa Reis Brasil.Bordado libre y tinta para tela de Nuestros caminos nos ocupamos nosotras.

Por último, la comunicación feminista y popular que se enfrenta al capitalismo digital tiene el reto de construir alianzas con nuevos sujetos políticos que contribuyan a la estrategia de la soberanía tecnológica. El feminismo popular y los colectivos de software libre pueden avanzar juntos en la lucha para que todos –nuestros cuerpos, territorios y tecnologías– seamos libres.

*Militante de la Marcha Mundial de las Mujeres, integra el equipo de Capire. Fuente https://capiremov.org/|Este texto es una edición de la versión publicada en la revista Brennpunkt.

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