Enrique Raab: El cronista que veía lo que otros no

A 45 años de la desaparición de un periodista diferente, “un anunciador del acontecimiento” con la capacidad de observar cuestiones que para otros eran invisibles, al decir de Carlos Ulanovsky, otro maestro. El 16 de abril de 1977, fue secuestrado y es uno de los más de cien periodistas detenidos desaparecidos.

Por Conrado Yasenza*

Toda aproximación a un ser desconocido tiene algo de inquietante y azaroso. Más aún cuando se tiene la presunción de que no muchos, por no decir sólo algunos, conservan vivo el recuerdo de ese mismo ser. Y se torna todavía más desafiante cuando se descubre la propia dificultad de acercarse al conocimiento de uno de los tantos que el terror y la impunidad de quienes fueron dueños de la vida y la muerte por estas tierras, casi logra desaparecer con total efectividad.

Es el caso de Enrique Raab.

Y la pregunta, a esta altura, es ya demasiado obvia: ¿Quién es o fue Enrique Raab?

Variedad de respuestas iniciales: crítico de cine y teatro, periodista, cineasta, cronista de la calle y el acontecimiento – acontecimiento entendido como devenir, como hecho latente, por descubrirse, por revelarse. Es decir: Enrique Rabb como un periodista con una cualidad que lo distingue del resto.

Carlos Ulanovsky, que trabajó junto a Raab en Panorama y en La Opinión, y de quien aprendió los secretos del periodismo, define la cualidad que distinguió a Enrique Raab de la siguiente manera: “Una de las  virtudes más destacadas de Rabb era el punto de vista periodístico, que no es ni el ojo avizor ni el olfato certero, sino aquello que hace realmente distinto a un periodista entre otros tantos: su posibilidad de ver en ciertos hechos lo que otros no ven.”

“Dejar al desnudo a los acomodaticios que quisieron hacer creíble la teoría de los dos demonios ante la realidad de víctimas y victimarios. Eran los mejores. Gracias por recordarlos en toda su fuerza”. Osvaldo Bayer

Un anunciador del acontecimiento, que se anticipa a su manifestación y lo describe a través del registro casi fílmico de la realidad. Porque sus crónicas están construidas bajo ese registro óptico, el de la captación del detalle en la vida singular del individuo de la calle, entrelazado con determinada realidad política, con determinados hechos objetivos o circunstancias históricas dadas.

Un narrador exquisito, culto, y al mismo tiempo cotidiano, humilde, observador y sensible.

Ana Basualdo, en el prólogo de su libro Crónicas ejemplares, dice de la escritura de Raab: “La fuerza de la escritura de Raab está en la rapidez, el fogonazo, el ” travelling” de frases que persiguen multitudes peronistas hacia Plaza de Mayo y que captan, en cortes abruptos, el drama de la JP ante un Perón que se le muestra siniestro, sin máscara, en el último acto que compartieron (el 1º de Mayo de 1974)…. “Frases como cámaras que van detrás de las multitudes de Mar del Plata que se arrastran exhaustas y paran y se enfilan ante puertas de restaurantes de dos tenedores o vagan por la explanada del casino sin saber qué hacer en un día gris… Ubicuo, como debe ser un reportero, lo averigua y lo muestra todo…”

Enrique Raab es un periodista que averigua y muestra todo. Cubre en 1975, las elecciones provinciales en Posadas, elecciones en las que los Montoneros participaron bajo el nombre de Partido Auténtico, luego de la muerte de Perón. En estas crónicas puede observarse el registro del color local, el timbre de un dialecto, la descripción topográfica, el sabor de ciertas bebidas, etc. Y todo elaborado desde un punto de vista firme, como define Ana Basualdo: “Sin ganas, los recursos del oficio no sirven para decorar. Tampoco sirven sin un punto de vista secreto y firme…Energía y punto de vista son en realidad los útiles de este oficio…”

Una de las virtudes más destacadas de Rabb era el punto de vista periodístico, que no es ni el ojo avizor ni el olfato certero, sino aquello que hace distinto a un periodista: su posibilidad de ver en ciertos hechos lo que otros no ven.” Carlos Ulanovsky

Al leer las crónicas de Enrique Raab uno comprende aquello que Elías Canetti, filósofo y poeta alemán, escribió alguna vez: “el verdadero poeta se entrega a su época, cae en su servidumbre…”. Raab, a través de sus crónicas, en las que no dejaba dato sin consignar y a las que se entregaba con total energía, dio cuenta de su época vinculando el muy buen estilo de escritura con la militancia activa.

Es aquí donde se nos presenta la oportunidad de no caer en la falsa ingeniería del blanqueo del pasado, porque Raab también fue un militante de la causa revolucionaria, un ser humano atravesado por las fuertes concepciones ideológicas de un tiempo pasado – pero no desechable – que buscó en la justicia un profundo deseo de verdad y felicidad. Raab fue un militante de la izquierda revolucionaria que dio cuenta del conflicto establecido entre concentración y exclusión, es decir, incorporó el conocimiento profundo de los acontecimientos y sus consecuencias como principio superador de una mirada unívoca; promovió una teoría del conflicto vinculada a la mirada crítica de los hechos.

Encontrándose en Cuba, Raab escribió una serie de crónicas que el diario La Opinión no publicó, y que luego aparecerían agrupadas en un libro que, en el año 1975, Ediciones de La Flor editaría bajo el nombre “Cuba, vida cotidiana y revolución”.

Hacia el año 1971, Enrique “Jarito” Walker fundó la publicación clandestina Nuevo Hombre. Raab trabajó en ella, y también se sumó a otro proyecto de Walker, el cual naufragó sin siquiera partir de sus costas luego del golpe de 1976: La revista El Ciudadano. Al respecto, el poeta Alberto Szpunberg comentó:

“La revista se iba a llamar El Ciudadano, y la cabeza visible (se decía que también financiera) era una tal Borenholtz…. Los militares ya habían dado el golpe. Según nos habían dicho, el proyecto era apoyado políticamente por toda la izquierda, incluyendo a los Montoneros, el PRT y hasta un sector del PC. Su objetivo era reivindicar la democracia… Eran días de superplomo. Ya habíamos empezado a pensar artículos y entrevistas, discutíamos el editorial, pero era evidente que nada de eso tenía sentido ya. Teníamos la sensación de que los milicos iban a entrar en cualquier momento. Un día Enrique llegó con la noticia de que habían secuestrado a Timerman. Entonces decidimos abandonar el local….”

“La fuerza de la escritura de Raab está en la rapidez, el fogonazo, el ” travelling” de frases que persiguen multitudes peronistas hacia Plaza de Mayo”. Ana Basualdo

Desde ya hacía mucho tiempo, aproximadamente desde el ’74, Enrique Raab guardaba cartas que, la siniestra Triple A de López Rega le enviaba. Misivas en las cuales Raab habrá leído para sí las perversas anunciaciones del final: “estás muerto” “comunista”, “rusito”, “judío”. Claros ejemplos de la jerga lingüística propia de las bandas parapoliciales que desde esos años ya operaban, con total impunidad, en el país.

“Mi mamá le decía:” te tenés que ir, te tenés que ir.”  Todos sus amigos ya se habían ido… ¿Por qué no se fue? Le mandaban cartas de Francia diciéndole que había trabajo para él. Pienso a veces que quedarse fue una especie de suicidio. Algo muy grande lo retenía aquí: de lo contrario no puedo explicarme por qué no tomó la decisión de irse”. Evelina Raab de Rosenfeld, hermana de E. Raab.

Otro testimonio, expresado en este caso por Carlos Alfieri:

“Creo que, en su caso, la militancia revolucionaria era la extensión de la estética por otros medios. No fue esta su debilidad: fue su grandeza, una acción muy seria que buscaba, como sus crónicas, entrelazar todos los pedazos sueltos del mundo. A ella le consagró su vida con espantosa despreocupación”.

Ética y estética unidas a un cuerpo dedicado, no sólo al goce de la vida, sino al análisis crítico de diversos entramados sociales.

Finalmente, y esto en una pequeña investigación como la presente no constituye una metodología de rigurosidad ortodoxa, resta indagar sobre la infancia de Enrique Raab – instancia que si bien no determina todas las acciones futuras de un ser, sí deja huellas en el alma y en el cuerpo, las cuales influyen sobre la constitución de la identidad futura de un sujeto.

Algunos datos elementales han sido obtenidos gracias a testimonios seleccionados por Ana Basualdo en su libro “Crónicas ejemplares, diez años de periodismo antes del horror“, y son los siguientes:

“Mi hermano nació en Viena, el 2 de febrero de 1932. Mi padre era comerciante y vinimos a la Argentina corridos por Hitler. Enrique tenía seis años. Hizo la primaria en una escuela de Reconquista y Corrientes. La secundaria la hizo en el Nacional Buenos Aires. No pudo terminar el bachillerato porque no aprobó una materia, Historia, que rindió como cincuenta veces. Además del español, Enrique hablaba alemán, inglés, francés e italiano. Empezó en la Cinemateca Argentina, cuando tenía dieciocho años, haciendo crítica de cine. Primero trabajó en una agencia de viajes y enseguida, sería 1961 ó 1962, entró en la editorial Abril, como periodista”. Evelina Raab de Rosenfeld.

“La militancia revolucionaria era la extensión de la estética por otros medios. No fue esta su debilidad: fue su grandeza, una acción muy seria que buscaba, como sus crónicas, entrelazar todos los pedazos sueltos del mundo”. Carlos Alfieri

Entre 1962 y 1975, Enrique Raab trabajó en las siguientes publicaciones: las revistas semanales y mensuales Primera Plana, Panorama, Todo, Confirmado, Adán, Siete Días, Análisis (revista de economía hasta el año 1968), y en los diarios La Opinión y El Cronista Comercial (hoy El Cronista).

Hacia el año 1977, Enrique Raab vivía en un departamento de la calle Viamonte. El 16 de abril de 1977 lo secuestraron, y desde esa fecha hasta hoy es uno de los más de cien periodistas desaparecidos en nuestro país.

Dirá Osvaldo Bayer:
“Dejar al desnudo a los acomodaticios que quisieron hacer creíble la teoría de los dos demonios ante la realidad de víctimas y victimarios. Eran los mejores. Gracias por recordarlos en toda su fuerza.”.

La finalidad deseada de esta escasa investigación, de este rescate del olvido de una obra cuyos valores, como sostiene Ulanosvky, no los desaparece nadie, es la de  confrontar con las ideas estáticas de un presente que ofrece como manifestación dominante, la queja particular y el irrefrenable impulso argentino hacia la aceptación de lo dado como un hecho insuperable y definitivo.

A 45 años de su desaparición, el propósito de este texto se halla reflejado en la frase de Osvaldo Bayer: rescatar del olvido a uno de los mejores.

*Periodista, director de La Tecl@ Eñe, Revista de Cultura y Política. Docente en UNDAV. Fuente: Agencia Télam.

Bibliografía
Blaustein, Eduardo y Zubieta Martín, Decíamos ayer, la prensa argentina bajo el Proceso, Buenos Aires, Colihue, 1998.
Basualdo, Ana, Crónicas ejemplares, diez años de periodismo antes del horror (1965-1975), Buenos Aires, Perfil Libros, 1999.
Carlos Ulanovsky, Enrique Raab, texto que forma parte del libro Con vida los queremos editado por la UTPBA en 1986..
Camaño, Juan Carlos y Bayer Osvaldo, Periodistas desaparecidos, Buenos Aires, Norma, 1998.

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