Durante los incendios del año pasado, la gente reconoció el tremendo esfuerzo desplegado por bomberos y brigadistas, hombres y mujeres. Trabajo voluntario y, en gran medida, autogestivo. Pero quienes posaron ante cámaras y micrófonos fueron los funcionarios, responsables de que ardieran 350 mil hectáreas.
Por Graciela Pedraza*
Cuando los intereses son distintos, las respuestas también lo son.
José Macías es jefe del cuerpo de bomberos voluntarios de Hernando, que integra la Federación cordobesa. Recuerda que en agosto de 2009 el fuego devoró en solo cuatro horas, veinte mil hectáreas de cobertura de siembra directa, de rastrojo, galpones, silo bolsas… Podemos imaginar los ánimos por el suelo de esos productores agrícolaganaderos. “Entonces -cuenta el comisario-, el cuartel ideó y dirigió un plan con el apoyo de las agrupaciones del sector: Coninagro, Federación agraria, Sociedad rural de Hernando. El plan se llamó Juntos por el Fuego, y con eso llegamos a todos los colonos de la zona y empezamos la prevención en las 150 mil hectáreas de nuestra jurisdicción. Se hicieron cortafuegos y picadas dentro de los campos, se tomaron las medidas necesarias y desde el 2010 en adelante, no hemos superado las quinientas hectáreas quemadas por año. Lo que está dentro de lo previsto”.
Por si vale la aclaración, esas entidades ponen dinero para que el programa preventivo llegue a buen puerto, evitando las quemazones de campos de maní, soja, trigo, maíz… Ahí juegan no solo intereses privados, también los del Estado. En cambio, cuando se trata de preservar el monte nativo, la biodiversidad en definitiva, nunca hay presupuesto suficiente ni consorcios ni decisión política alguna para prevenir el peligro en zonas devastadas año tras año.
“Defender el monte es defender el vivir mejor”, dice César Dapia, bombero voluntario, encargado de la escuela de capacitación del cuartel de La Granja. Es electricista y sus pocas horas libres las dedica a un oficio del que habla convencido. “La mayor parte de nuestras actividades es alrededor del área de incendios forestales, con prácticas, simulacros, capacitaciones, ensayos”. Por eso le molesta mucho cuando algunos dicen “que cuidamos más el sector urbano que el monte. Me da mucha pena que haya gente que diga semejante barbaridad. La federación de Córdoba es una de las mejores del país. Tenemos una formación que va desde rescate de personas, reubicación de animales autóctonos… nos acercamos a esto por amor a la naturaleza, al monte, porque somos parte de este ambiente. De todas las críticas que se le pueden hacer al sistema de extinción de incendios, es la menos acertada. El sistema falla porque es un negocio. No lo digo yo, lo sabe cualquiera y está al alcance de quien quiera investigar. Hay incendios forestales en áreas que son tentadas por proyectos productivos o urbanísticos y donde hay intereses creados. El escenario del fuego es un escenario que crea dinero, y así como se gana dinero construyendo una autopista, se gana dinero prendiendo fuego… ahí es cuando hablamos de que el fuego es político”.
Desde hace un par de años -cuenta César- su destacamento trabaja con los dueños de los campos, “pero no hemos cubierto ni la mitad de la jurisdicción porque algunos pertenecen a empresas de Buenos Aires, y tampoco tenemos suficientes recursos. Hicimos un acuerdo con la intendencia de Agua de Oro, un convenio con Vialidad y mejoramos caminos en lugares a los que no podíamos acceder y donde el histórico de incendios nos señala como lugar recurrente. Relevamos las zonas de interfase, porque cada vez hay más viviendas que están dentro del monte, y si no están preparadas, si alrededor de la casa hay plásticos, gomas, madera… el grado de contaminación se dispara, aumenta el fuego y hace que toda la atención vaya a ese lugar, se abandona el ataque del incendio y se pasa a defender el de interfase. Ahí es cuando damos prioridad a la vida humana, viviendas y luego al ambiente; en ese momento aparece esto de ‘ah, los bomberos no están en el incendio, se fueron’. Es una realidad que tiene esa dinámica y hay que dejar de lado las falsas discusiones porque no es cuestión de pelear pobre contra pobre”.
En esa instancia decisiva, es cuando el fuego devora el monte nativo.
Para César Dapia, “el problema principal no es detectar el foco de inicio, porque hoy cualquiera tiene un celular, ve una columna de humo y llama al cuartel. Tampoco se trata de más incendios más bomberos, sino de que los recursos lleguen verdaderamente a los cuarteles, que la provincia tome en serio tareas de prevención como en el 2003 y 2004, cuando se trabajó con el ambientalista Federico Kopta, que armó proyectos educativos en los colegios. En esos años se redujeron en un 85% las hectáreas que se venían quemando. El problema, en realidad, es cómo la provincia administra los recursos para apagar los incendios, y por qué permite que sucedan ciertas cosas”. Y da un ejemplo: “el cuartel apagó este año cerca de seis o siete quemas de ramas en campos, y la jefa de cuartel no logra que alguien ponga multas a los responsables. Preguntamos a la policía, ¿van a hacer multa?: no, nosotros no hacemos multa. Hablamos al municipio: no, nosotros no tenemos potestad de hacer multas. ¿La policía ambiental? No, nosotros tampoco. Hablamos al Plan Provincial de Manejo del Fuego (PPMF), lo mismo”. (1)
Es muy interesante escuchar a la gente que sabe. A lo largo de la charla, este bombero entusiasta dice que les gustaría que la Secretaría de Ambiente los tenga en cuenta, “porque podemos aportar mucho para prevenir el fuego. Con los ambientalistas tenemos la mejor de las relaciones. En noviembre de 2019 hicimos un foro de incendios forestales donde convocamos a biólogos, a gente de la salud, dueños de los campos, bomberos, brigadistas, vecinos… Fue un diálogo horizontal con todos los actores del antes, del durante y después del fuego. Compartimos las experiencias de Federico Kopta, de Germán Jaacks -de Quebrada del Condorito-, con Juan Pablo Argañaraz que trabaja en análisis de incendio, con bomberos que históricamente han luchado con el fuego en la zona, con geógrafos que mapean y laburan con tecnología y con mapas. Fue una apuesta grande salir de esa idea de que el fuego es un tema de bomberos, y abrirse, exponer y escuchar a cada uno. Se armó algo lindo, pero no pudimos seguir por la pandemia. Lamentablemente y aunque lo invitamos, no quiso participar el secretario de Gestión de Riesgo, Claudio Vignetta. Una pena, porque no se trataba de una actividad de protesta, sino de construcción de la comunidad. Si seguimos sin comunicación, sin conocernos, sin hablar, nunca llegaremos a una solución”.
Cuando el monte arde, aparece un brigadista
Defensa Verde, Cosquín, Las Albahacas, Chavascate, Colibrí, son algunas de las veinticinco brigadas ambientales de Córdoba; unas consolidadas, otras en formación. Pura autogestión de vecinos comprometidos. El año pasado usaron sus propios vehículos, cargaron tanques y mochilas de agua, inventaron chicotes, mangueras y látigos en un intento de frenar el fuego.
Santiago Rodríguez Tarduchy es madrileño, pero hace más de veinte años que vive en la Argentina, en Agua de Oro. Como integrante de la Chavascate, define a las brigadas como “grupos de ciudadanos y ciudadanas preocupados por la temática, que se organizan, se capacitan en el combate a incendios forestales y generan sus propios recursos para ponerse a disposición del cuartel de bomberos. Para ser tal, una brigada debe cumplir con una serie de requisitos y exigencias: capacitación, seguros, aptos físicos… nosotros hicimos lo que nos pedían, nos presentamos al cuartel 113 y nos dijeron: todo bien, si nos hace falta, les convocamos. Y nos fueron reconociendo y convocando, porque al fuego solo entra quienes tienen acreditación. Somos doce combatientes activos, más choferes y encargados de logística, en total unas quince o dieciséis personas. Ocurre a veces que la gente se desespera ante un incendio y quiere colaborar sin estar preparada, pero en realidad termina dificultando la tarea del bombero”.
Santiago dice que sí, que un brigadista es un agente ambiental y que una brigada, “no tiene que limitarse al combate del fuego forestal, sino hacer un trabajo de pre-incendio, de prevención, y en última instancia también de pos-incendio, de recuperación del monte, de remediación” (2).
Hablemos de prevención. “Mira, lo que hacemos es muy localizado, en función de nuestras capacidades y recursos. Bajamos información a los vecinos a través de redes sociales, Facebook, Instagram, whatsapp, diseñamos flyers, y este año empezamos una recorrida por los barrios de Agua de Oro, hablando con los vecinos, entregando folletería, los cuidados a tener, qué hacer si ven una columna de humo…”
Los brigadistas cubren, en realidad, una tarea que le incumbe al Estado, pero el Estado está ausente. “Cuando se implementó el Plan Provincial de Manejo de Fuego (décadas atrás), sí que había una propuesta interesante de trabajo, en las escuelas y demás, pero eso se cortó allá por el año 2003. Hoy, hay poco y nada. La secretaría de Claudio Vignetta, de Gestión de Riesgo, hace algunas charlas, algunos flyers y folletitos, pero no es algo específico para ciertas áreas vinculadas al monte o con antecedentes de incendios. No llega aquí, y lo sé porque vivo en una zona de monte, una zona de interfase. Todo este perímetro de faldeo, es lo que llamamos la interfase, porque salís de la vivienda y está el monte, puede que el fuego pase de la vivienda al monte o del monte a la vivienda”.
El aire es tibio en las Sierras Chicas, anticipa primavera. La brigada Chavascate, dice Santiago Rodríguez Tarduchy, la integran “unas quince personas, vecinos autoconvocados que no dependemos de ningún tipo de institución, de ningún nivel de gobierno ni nada. En época de incendio pedimos a la municipalidad que nos colabore con algo de combustible, borcegos, cosas así, pero en general todo es a pulmón, a base de venta de locro, de pizzas, de lo que sea. Me acuerdo de que empezamos años atrás con un casco de albañil y unos chicotes que nos hicimos con mangueras viejas y palos. Ahora estamos más equipados porque el año pasado, por los incendios, hubo gente que nos donó equipo”.
¿Tiene un perfil el brigadista? “Y… hay una preocupación por uno mismo, por el entorno, sensibilidad por el tema de la biodiversidad, por el poco monte nativo que queda, y ante ciertas cosas queremos esto, la participación ciudadana. No dan abasto los bomberos, y respecto de las ETAC, que surgieron con mucha polémica, qué querés que te diga… para mí, si es un recurso que está equipado, formado y capacitado, es un recurso más para el combate. En el fuego de días atrás, que comenzó en Candonga y se iba para La Estancita (3), la gente del Plan Provincial no sabía cómo llegar al incendio; subían equipos, bajaban… Es medio caótico, la sensación es esa. Porque podemos tener muchos recursos, pero si no están bien coordinados, más que sumar, restan. Nosotros, cuando somos convocados, pasamos por el cuartel, vemos al responsable del operativo y le damos una planilla con los nombres de quienes suben al incendio, y cuando bajamos, pasamos por el cuartel y decimos subimos diez, bajamos diez”.
Al fin nos preguntamos, junto con Margarita Schulz, ¿Será que el humo es la forma volátil del llanto del bosque?
Notas
1-El Plan Provincial de Manejo del Fuego (PPMF) fue desfinanciado en los últimos años. No hay prevención ni control temprano de incendios. El presupuesto 2021 es de apenas 483 millones de pesos. www.lavoz.com.ar/ciudadanos/plan-del-fuego-no-cambia-en-2021-modelo-de-aportes-a-bomberos/
2-Más del 90% de los incendios son provocados por el hombre, directa o indirectamente, de manera intencional o por negligencia y falta de controles, como la caída de postes de EPEC que precipitan el incendio.
3-El fuego comenzó en Candonga, en el country Ticupil, emprendimiento que las organizaciones ambientales lograron judicializar hasta ganar la batalla.
*Periodista. Agencia Prensared.|Foto principal A.G.Noticias.
¿Cómo colaborar con la Brigada Forestal Chavascate?
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