China y América latina en el nuevo orden global

El gigante asiático aparece en el escenario regional como una apuesta estratégica, en tiempos en que la disputa por la hegemonía con Estados Unidos se actualiza de modo feroz. La reconfiguración del comercio mundial y la cooperación Sur-Sur ofrecen una oportunidad clave para diversificar su economía y mejorar su posicionamiento en el sistema económico global, analiza la autora.

Por Lucía Scorzelli*

La relación entre China y América latina ha crecido exponencialmente en las últimas décadas, transformando el comercio, la inversión y la cooperación política. Desde su ingreso a la OMC en 2001, China se consolidó como el segundo socio comercial de América latina, impulsando sectores estratégicos como infraestructura, energía y tecnología. En la Argentina, es el principal destino de las exportaciones agropecuarias y un actor clave en el financiamiento de obras. Sin embargo, la falta de una estrategia nacional clara genera riesgos de dependencia y limita los beneficios de este vínculo.

El comercio con China es altamente asimétrico: mientras los países latinoamericanos exportan mayormente materias primas como soja, minerales, petróleo y carne bovina, China exporta productos industriales y tecnológicos de alto valor agregado. Esta estructura refuerza el déficit comercial regional y reduce la posibilidad de generar mayor valor en las exportaciones.

En la Argentina, las inversiones chinas han mejorado la infraestructura, pero no generan divisas ni saldos exportables suficientes para el repago de la financiación. Para maximizar los beneficios, es clave que los proyectos incluyan la participación de empresas nacionales y que se atraigan inversiones extranjeras directas en sectores con capacidad exportadora, alineados con la creciente demanda de China y Asia.

El debate sobre si China representa una oportunidad o una amenaza no debería centrarse en su presencia en la región, sino en la falta de estrategias nacionales para aprovechar el contexto global. En lugar de enfocarse solo en los riesgos, América latina debe fortalecer sus políticas de cooperación e inserción internacional. La reconfiguración del comercio mundial y la cooperación Sur-Sur ofrecen una oportunidad clave para diversificar su economía y mejorar su posicionamiento en el sistema económico global.

Ventajas en la cooperación Sur-Sur

China ha consolidado su expansión financiera y comercial, convirtiéndose en uno de los principales proveedores de financiamiento global. Desde 1998, sus préstamos crecieron exponencialmente, alcanzando un pico de más de 25.000 millones de dólares a América latina en 2010, superando al Banco Mundial. Aunque entre 2019 y 2023 estos préstamos cayeron a 1.300 millones de dólares anuales, su impacto en América del Sur ha sido significativo: desde 2009, China ha otorgado 108,3 mil millones de dólares en la región, superando el financiamiento conjunto del Banco Mundial, el BID y el Export-Import Bank de los Estados Unidos.

La Argentina, el cuarto mayor receptor de financiamiento chino en Sudamérica, ha recibido 8,1 mil millones de dólares desde 2008, principalmente a través del Banco de Desarrollo de China (CDB) y el Banco de Exportación e Importación de China (Chexim). Estos fondos han impulsado proyectos clave como el Ferrocarril San Martín, las Represas Jorge Cepernic-Néstor Kirchner y el Parque Fotovoltaico Cauchari.

Lo atractivo de este financiamiento es su acceso a tasas competitivas, enmarcado en la estrategia go out de China, que fomenta la inversión extranjera y refuerza su influencia global. A esto se suma la Iniciativa de la Franja y la Ruta (OBOR), que busca conectar China con el mundo a través de infraestructura y la internacionalización del renminbi.

Para la Argentina, donde la falta de infraestructura sigue siendo un obstáculo para el desarrollo energético, estos fondos representan una oportunidad clave. Este tema fue abordado en profundidad en “El Estado nacional debería intervenir en obras estratégicas”, donde el ministro de Energía de Chubut analiza esta dificultad en la provincia. La cooperación Sur-Sur con China se diferencia por su enfoque horizontal, promoviendo el aprendizaje mutuo en lugar de relaciones unidireccionales.

El Libro blanco, titulado “Documento sobre la política de China hacia América latina y el Caribe” (2008) sobre la política china en América latina refuerza esta lógica, posicionando a ambas regiones como economías en desarrollo. China, al autodefinirse como el “mayor país en vías de desarrollo”, deja en claro su intención de liderar este modelo de cooperación, ofreciendo oportunidades que América latina debe aprovechar estratégicamente.

Desafíos

Para que la cooperación con China no se limite a un esquema extractivista, es clave que las inversiones no solo financien proyectos, sino que también fortalezcan las capacidades exportadoras y se alineen con la demanda china en sectores estratégicos. La región debe avanzar en una estrategia nacional que diversifique exportaciones, agregue valor tecnológico y fomente acuerdos bajo un enfoque plurinacional e integrador.

La autonomía de América latina en este contexto no significa independencia absoluta, sino una autonomía relacional, como plantean Roberto Russell y Juan Tokatlian: una interdependencia gestionada estratégicamente. Esto requiere fortalecer organismos supranacionales para mejorar los términos de intercambio y consolidar políticas regionales.

Esto no implica un enfoque idealista de la política mundial, sino un reconocimiento de las asimetrías de poder y de las dinámicas de dominación y subordinación. El mejor plan para reducir estas desigualdades es participar de manera activa en la formulación de políticas y estrategias regionales.

El Foro Celac-China, creado en 2014, representa un avance en la cooperación multisectorial, con planes de acción en comercio, inversión, tecnología y desarrollo sostenible. Este foro definió áreas clave de cooperación y estableció medidas específicas para el período 2015-2019. Los documentos resultantes, como la “Declaración de Beijing” y el “Plan de cooperación de China y los países de América latina y el Caribe (2015-2019)”, establecieron un modelo de cooperación que podría servir como referencia para futuras estrategias de integración regional, facilitando la construcción de relaciones estratégicas y económicas dentro de un sistema multipolar y consolidándose como un bloque con mayor autonomía en el escenario global. Sin embargo, su falta de institucionalización limita su impacto y deja a la región negociando de forma fragmentada, debilitando su capacidad de posicionarse como un bloque autónomo.

La actual disputa comercial y tecnológica entre Estados Unidos y China refleja la competencia entre dos modelos de desarrollo distintos. El ascenso de China y otros países emergentes desde la crisis de 2008 desafía la hegemonía estadounidense. Con China a la cabeza, estos países buscan una nueva arquitectura financiera internacional con mayor regulación y participación de las economías en desarrollo. La creciente influencia de China dentro de los Brics y su cuestionamiento al actual sistema de gobernanza mundial evidencian esta confrontación de modelos.

La disputa entre ambas potencias no es solo una lucha por la supremacía económica, sino una pugna por definir qué modelo de desarrollo y organización global prevalecerá en el siglo XXI. En este contexto, América latina enfrenta el desafío de definir su posicionamiento para insertarse en la nueva dinámica global con autonomía y una visión estratégica.

La geopolítica actual representa una oportunidad única para la región. América latina tiene la posibilidad de alcanzar un desarrollo que no lograron consolidar en el siglo XX. Sin embargo, este escenario también implica riesgos: sin una estrategia clara, la región podría caer en un esquema de reprimarización, donde sus recursos naturales sean explotados sin generar un desarrollo sostenible ni una transformación productiva real.

Más que evitar la interdependencia, la clave es construir una relación con China que permita negociar en mejores condiciones y proyectarse con mayor soberanía. Si se avanza con una cooperación Sur-Sur estratégica y bien institucionalizada, América latina podría transformar sus ventajas comparativas en ventajas competitivas, consolidándose como un actor clave en la nueva economía global.

*Periodista. Fuente revista  Caras y Caretas https://carasycaretas.org.ar/ Imágenes ilustrativas.

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