29 de mayo de 1969, 52 años

El Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (Cispren) ensaya una interpretación sobre aquella gesta que “marcó, con sus demandas y reivindicaciones, diferencias ineludibles entre el pueblo trabajador y los otros, el poder real”. Homenaje a los protagonistas,  y un legado siempre vigente: unidad en la acción, dirigencia, y reivindicación.

Por Redacción*

Recordar el “Cordobazo”, es poco menos que una obligación para todos quienes abrazamos la militancia política y social. Es salir corriendo a hacer un comunicado frente a  una efeméride insoslayable.

La gesta, convertida en ícono de la historia contemporánea de los cordobeses. El acontecimiento que nos puso en el centro de la consideración nacional: la rebeldía mediterránea, la confrontación contra los poderosos, el pueblo que dijo basta, la tenacidad del interior irredento, la revolución que se eleva desde nuestra Córdoba, más varios etcéteras.

Abordar el “Cordobazo” nos condiciona. Corremos el riesgo de caer en lugares comunes. En la comodidad: hay frases hechas, irrebatibles, dignas de copiarse año tras año… y así, como una rutina, cumplimos con el merecido homenaje a quienes encabezaron la revuelta, la organizaron, ganaron las calles, ofrendaron sus vidas. Y el riesgo. El riesgo de no dimensionar el hecho, de confiar solo en lo profusamente escrito, en los relatos, sin medir los sesgos.

No compartimos la visión de que el hastío de un  pueblo hoy, a 52 años, sea presentado como inobjetable. Que el “Cordobazo” saltee la grieta. No. Que no ofrezca discusión nos hace desconfiar. Y que pase a integrar la galería de acontecimientos que conforman el “ser cordobés” no nos convence.

El “Cordobazo” fue un hecho  que  marcó  o que se paró desde un lugar de la tan mentada grieta. Disentimos con quienes sostienen que la sorteó. Porque la gesta de aquél 29 de mayo de 1969 señaló a los enemigos del pueblo. Porque esa jornada memorable de obreros industriales, estudiantes y vecinos en las calles de nuestra querida Córdoba marcó, con sus demandas y reivindicaciones, diferencias ineludibles entre el pueblo trabajador y los otros, el poder real.

Ése 29 de mayo sufrió distorsiones en los relatos construidos en este medio siglo: por un lado se lo presentó, sin más, como emergente de una Córdoba rebelde y transgresora, como si esa sola interpretación fuera suficiente para abonar una conciencia revolucionaria e ideal; por el otro, el poder real, atento a las subjetividades de una sociedad tan especial como la cordobesa, buscó apropiarse de esa representación para transformarla en un ícono necesario del “orgullo local”, despojándolo de cualquier otra significación que no fuera la mera “oposición al poder central” (el remanido cordobesismo).

Ni una cosa, ni la otra. El “Cordobazo” fue mucho más. Y merece revisitarse, merece resignificarse año tras año. El “Cordobazo” es el más claro ejemplo, a 52 años de la gesta, de la disputa del sentido histórico de acontecimientos que alcanzaron relevancia. Es, todavía, la gran batalla cultural por la apropiación de ese sentido.

La interpretación de la jornada nos involucra como comunicadores y comunicadoras. Los y las periodistas, los historiadores, nos hemos preocupado por reflejar la memoria. Pero también nos preocupamos por profundizar, desentrañar, en los grandes hechos de la historia.

Hoy, en esta fecha tan significativa, ante un nuevo aniversario de aquél jueves 29 de mayo cuando miles de trabajadores y trabajadoras se plantaron ante una dictadura, no pretendemos más que rescatar aquellos aspectos que consideramos irrefutables. Sin la intención de cesar en esta disputa de sentido de un hecho que, a 52 años, todavía nos interpela, y de qué manera.

Recordando el “Cordobazo”, desde el Círculo Sindical de la Prensa de Córdoba (Cispren), solo pretendemos rendir un homenaje a los hombres y las mujeres que participaron activamente, valientemente, en esa jornada. Y rescatar los puntos que consideramos clave, atemporales, con toda su vigencia, de ese acontecimiento:

LA UNIDAD EN LA ACCIÓN. Porque sorteando toda diferencia, distintas corrientes coincidieron en la batalla contra un enemigo común.

LA DIRIGENCIA. Porque dejaron de lado sus trayectorias y pertenencias políticas, y entendieron que solo alcanzando un consenso podían lograr grandes objetivos en defensa de los trabajadores y las trabajadoras. Hablamos de los Agustines Tosco, de los Elpidios Torres, de los Atilios López. Ésos dirigentes y activistas que pagaron con la persecución y la cárcel la audacia de encabezar la revuelta.

LA REIVINDICACIÓN. Porque en el llamado al “paro activo” aquél 29 de mayo, las reivindicaciones trascendieron los reclamos meramente laborales. Incluyeron una demanda de alto corte político: el repudio a una dictadura militar y la exigencia de libertades democráticas. Y se hizo en tiempos de pleno empleo y con salarios muy por encima de los que hoy tenemos y que, apenas, pretendemos que se equiparen a la canasta básica de alimentos.

Por todo esto, decimos GLORIA y HONOR a quienes hicieron el “Cordobazo”, del que nos enorgullecemos como cordobeses y trabajadores. Más allá de que por siempre disputaremos su sentido y significación frente a quienes pretenden apropiárselo.

*Texto de la Comisión Directiva del Cispren. Imágenes de archivo Electrum.

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