Las cuentas no dan, dice la calle feminista y antimachista: cada vez más violentadas pero ningún violento, mientras que los varones sanos del patriarcado siguen viendo pasar las violencias sin mover un pelo, y ni hablar de autoconvocarse para llamar a la acción, afirma este artículo y abre un debate. Psicólogos y trabajadores sociales opinan sobre el tema desde diferentes espacios institucionales.
Por Euge Murillo*
La deconstrucción de los varones hegemónicos ha sido desgastada en eslogan, en una fuga hacia un callejón sin salida que desvitaliza el debate sobre masculinidades. No basta con afinar el lápiz en la lista de privilegios sólo cuando se tiene encima, como una espada de Damocles, la mirada feminista: “Hay un doble juego en entender qué implica la deconstrucción y si es que hay una deconstrucción posible respecto de la adhesión a la masculinidad tradicional”, explica Mauro Andrade, co-coordinador del Dispositivo de Atención a Varones del Ministerio de Ciudadanía de Neuquén.
Urge la formulación de preguntas peliagudas que apunten directamente a los sujetos que sostienen un sistema de violencia que cobra vidas ahora, ya mismo. Se vuelve imprescindible que puedan manejar un lenguaje que encaje en las vivencias propias de varones como parte de la matriz patriarcal: “Hay una espera sobre la vigilancia que ejercen los feminismos de si sos un, por decirlo de alguna manera, ´aliado´: el que va a las marchas, el que pone en su perfil ´paren de matarnos´ o el que está a favor del aborto. Se vuelve una construcción declamatoria y no del hacer”.
Según Mauro, el primer privilegio de un varón es no necesitar identificar ningún privilegio, y lo que termina apareciendo es un discurso aprendido. Saben lo que se espera escuchar de ellos y se acomodan. ¿No es tiempo de imaginar un lenguaje propio de los varones cis heterosexuales ? ¿No es hora de desandar esa deconstrucción declamatoria y habitar a través de la acción ese grupo que indefectiblemente genera violencia?
Los femicidios pueden producir en los varones cierto compungimiento desde el lugar de “no todos somos femicidas”, lo que en ninguna circunstancia implica una llamada a la acción. No hay necesidad de extirpar esa congoja: “Las movilizaciones de varones en contra de la violencia machista no existen, ni siquiera de manera organizada. Ni hablar de manera autoconvocada. Ese espanto que produce un femicidio no se traduce en una acción política”, afirma Mauro. Frente a la pregunta ¿cuáles son las consignas de los varones antipatriarcales? Él no encuentra respuesta: “No logro encontrar expresiones políticas impulsadas por varones que se traduzcan en Educación Sexual Integral, salud sexual y reproductiva, economía de los cuidados o pensar alrededor de las relaciones afectivas: eso hoy no está en la agenda de los varones, seguimos desoyendo las distintas tramas que tiene el patriarcado. Porque lo que se pondría en juego es la pérdida de poder de los varones, es ponerle costo y precio efectivo al hecho de que los varones tenemos que interpelar a otros varones”.
El femicidio de Úrsula Bahillo desempolvó una afirmación latente: “Todas tenemos una amiga violentada pero ninguno tiene un amigo violento. No dan las cuentas”, fue una leyenda que se viralizó en redes sociales. Se trata de una interpelación anclada en la matemática, disciplina que da cuenta de las estadísticas dolorosas que se ven todos los días. En donde se comparan los días del año con la cantidad de femicidios, o las horas que transcurren hasta que una mujer, una travesti, una lesbiana o una trans es asesinada: “El patriarcado tiene sus propios sistemas de inmunidad, con los femicidios lo que pasa es que queda expuesto el femicida pero nosotros no nos identificamos con él. Es una coartada en la que yo como varón quedo encubierto, el femicida es el otro”, dice Esteban Vacher, licenciado en Trabajo Social y parte de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires.
Compone un equipo mixto del Espacio Psicoeducación en Conductas Violentas (Epecovi). Es un dispositivo grupal a largo plazo, principalmente destinado al Poder Judicial a la hora de las denuncias de violencia de género, desde una perspectiva no punitiva: “Darle una categoría política al género es entender que el ser varón te atraviesa, es poder decir no somos ése que mata, pero es parte de los nuestros. Hay toda una parte que responde al Poder Judicial y a las fuerzas de seguridad, éso es un debate, pero hay otra parte en la que nos toca hacernos cargo”.
Allí es donde se edifica la cofradía que alberga la complicidad entre varones: el silencio en el partido de fútbol o en el asado cuando se detecta una conducta violenta es lo que genera más violencia: “En definitiva, lo que se arma es que el ser varón termina siendo delimitado por otro varón. Porque quien no responde al modelo de varón hegemónico, termina siendo excluido por esos mismos varones”, y agrega que “en los dispositivos nosotros trabajamos las relaciones asimétricas de poder. Cuando trabajás eso podés ir comprendiendo las conductas y cómo abordarlas desde esa perspectiva. Pero resulta que el tipo se siente contenido y encorsetado a nivel público, entonces se suelta en el ámbito privado con sus amigos y es recontra machirulo. Entonces ahí toma aire para volver a la vida pública y así se da una gimnasia donde la conducta no termina siendo erradicada del todo”, concluye Esteban.
En el Espacio reciben derivaciones del fuero civil y del fuero penal. Sólo un 10 por ciento son varones que se acercan voluntariamente pero siempre por el “ultimátum”, que en el caso de las parejas heterosexuales les dan las mujeres violentadas: “Lo más difícil es que se genere una empatía frente a la mujer a la que le ejercieron violencia, abordamos los conflictos que devienen del amor romántico para que puedan resolverse de manera no violenta y trabajamos el círculo de la violencia. Es fundamental que ellos se puedan identificar dentro de la acumulación de tensión, la explosión y la reconciliación. El 80 por ciento de los varones que ejercen violencia están dentro de este círculo”, explica.
Enrique Stola, psiquiatra especializado en violencias, sostiene que no hay un cambio de posicionamiento existencial por parte de los varones porque tampoco está impulsado desde el Estado: “Las políticas estatales siguen tendiendo al sostenimiento del privilegio, existen algunos esbozos de algunas direcciones dentro del Estado pero que aún tienen el arduo trabajo de estructurar políticas en relación a las masculinidades. Que la Eduación Sexual Integral sea un dispositivo que esté presente desde los primeros años de escolarización, brinda una serie de herramientas para respetar el propio cuerpo y el de la otra persona, ayuda a defenderse de los abusos incesto paterno filial o de cualquier adulto, y permite ir discutiendo en cada tramo escolar los diversos roles sociales que se están cumpliendo, rompiendo los sistemas de creencias”.
Entretejido de complicidades
El femicidio de Úrsula ocurrió en Rojas, una localidad pequeña de la provincia de Buenos Aires. Al igual que al menos la mitad de todos los femicidios contabilizados en los primeros 48 días del año, suceden en territorios que a pesar de ser ciudades pueden leerse en clave de pueblo. Enrique Stola escribió un tuit a pocas horas de enterarse del femicidio de Úrsula: “Nací en Rojas, por eso conozco bastante la realidad de esos pequeños pueblos de la Provincia (…) Recomendé a algunas mujeres irse a vivir a otros lugares porque jamás iban a tener protección”.
Este suplemento publicó la historia de Laura, una mujer que tuvo que huir de ese mismo pueblo por la complicidad e inacción del Poder Judicial y las fuerzas de seguridad. Cada territorio es bien diferente, sin embargo al silencio del pacto entre varones se suma el “de eso no se habla”.
Stola tiene identificado el mecanismo de esa complicidad: “ ´Es loquito pero es muy buen tipo, viene de buena familia´ , ´esa mujer es una loca´. Si le dan el visto bueno en el club o en la iglesia, no hay nada que hacer. Existe un impedimento concreto y cotidiano que impide desanudar cómo se dan los mecanismos de dominación sociales e institucionales, cuando esas dos cosas actúan en conjunto, la mujer queda en una soledad espantosa”, explica el psiquiatra.
Leandro Maggio es psicólogo y trabaja en el Área de Masculinidades de la Municipalidad de Cosquín, parte de su trabajo se desarrolla en Punilla, un territorio en la provincia de Córdoba que ha sido detectado como zona roja respecto de los casos de violencia. Como existen denuncias por parte de quienes son víctimas de violencia de género, también existen informes sobre varones que ejercen violencia, en la mayoría de los casos, con un proceso judicial de por medio. Sin embargo, la valoración de ese riesgo por parte de la Justicia es desatendido: “El sistema judicial no sale de la mirada machista a la hora de pensar las violencias.
Los informes los tenemos que hacer con un nivel de detalle de la situación del varón violento para que se tenga medianamente por parte de la Justicia una noción del riesgo a la hora de la valoración”, detalla Leandro, y agrega que “en la provincia de Córdoba son contados los equipos que trabajan en masculinidades en interconexión con las denuncias de mujeres, esto permite un nivel de valoración del riesgo muy alto, pero lamentablemente no sucede”.
Los privilegios de cárcel
Gustavo Luna, trabajador social en contexto de encierro en Córdoba, cuenta que allí existen grupos en los que se trabaja la masculinidad pero es un espacio voluntario. Interviene específicamente en procesos, es decir, denunciados que están a la espera de una condena: “Nosotros trabajamos mayoritariamente con varones pobres, porque la Justicia es al que más castiga. El rico rara vez termina preso, rara vez se cuestiona ese privilegio que tiene como hombre y mucho menos el privilegio que tiene de clase. Mi trabajo no sólo tiene que ver con cuestionar la masculinidad desde el ejercicio de la violencia, ya que el contexto de encierro no deja de estar dentro de una institución de seguridad, con lo cual es necesario cuestionar la violencia institucional y el ejercicio de poder por parte de las fuerzas de seguridad”.
En la cárcel donde trabaja hay cuatro trabajadores sociales y cuatro psicólogos para 1.200 personas privadas de su libertad: “La mayoría de los presos sobreviven dentro de un sistema colapsado. Puede haber algunos varones que quieran asistir a esos espacios, pero ¿cada cuánto puede ir? ¿Cada cuánto tiene habilitado este espacio si está todo el sistema carcelario colapsado? Porque es redituable hablar de personal que se encarga de la seguridad pero no es redituable hablar del volumen que se pueda generar de un espacio crítico o terapéutico. Y con esto no me refiero patologizar la violencia, muy por el contrario, intentamos hacer otro tipo de proceso socio psico educativo que no es contemplado por la Justicia”, remarca Gustavo.
Anibal Muzzin es licenciado en Psicología y miembro de la Red de Equipos de Trabajo y Estudio en Masculinidades (RETEM). La columna vertebral de su trabajo es el poder abusivo; asegura que en las instituciones de las fuerzas de seguridad se requieren capacitaciones pero es sólo el punto de partida: “En la provincia de Buenos Aires se apunta en la formación al ejercicio abusivo del poder. Lo que sucede es que no es lo mismo recibir esa capacitación en el momento que se están formando como policías, que recibirla como parte de un protocolo de formación con perspectiva de género como parte de las fuerzas”, expresa Aníbal, y destaca que la complicidad varonil en las fuerzas de seguridad se multiplica y se ve reforzada por la posesión de armas y por ciertas características que deben tener los hombres para trabajar en el sistema de seguridad. Tienen que crearse hacia dentro de las instituciones dispositivos para trabajar la masculinidad atendiendo a estas especificidades: “Lo primero que aparece cuando abordamos capacitaciones en las fuerzas de seguridad son las jerarquías, los hombres no aceptan hablar íntimamente de sus problemas frente a otros que tienen una menor jerarquía”, concluye.
Entre complicidades, silencio y alianzas declamativas las cuentas no dan. Una posibilidad de ajustar esos números es entrar de lleno en los debates sobre masculinidades, demoliendo resistencias, desapegándose de la aprobación feminista y, como dijeron la mayoría de los entrevistados, haciéndose cargo.
*Fuente: Página 12, suplemento Las 12. La autora es guionista y escritora|Fotografía Jose Nico.
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