El tercer aniversario de la sentencia que condenó a prisión perpetua al jerarca Luciano Benjamín Menéndez y otros 27 represores por crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención La Perla, la Ribera y el Departamento de Informaciones (D2) generó notas en varios medios, y comentarios en las redes sociales. Prensared, se sube a este tren poblado de memorias con esta crónica que da cuenta del funcionamiento de la sala de prensa desde la mirada de uno de los protagonistas. (1)
Por Alexis Oliva*
El Manuel Bomheker sacó la foto con visión de director de orquesta (y el tipo hasta tiene pinta y apellido acordes a ese rol). Y ahí estamos, como afinando los instrumentos antes de un estreno. Los foto-reporteros, cronistas de radio, camarógrafos, movileros de tv, periodistas de prensa escrita en papel o web. Cada cual atiende su juego en esa extraña orquesta sinfónica. Tal vez con muchos solistas, pretensiones de virtuosismo individual y escasa vocación de ensamble; quizás con repertorio demasiado ecléctico; acaso con una conflictiva mixtura entre lo académico y lo autodidacta, lo hegemónico y lo popular, el objetivismo y la militancia…
Pero nunca fuimos tantos. Y no es casual que en los tiempos en que el interés periodístico por el juicio flaqueaba fueron sobre todo unas pocas periodistas y militantes mujeres las que sostuvieron la cobertura. Lo cierto es que en ese lugar compartimos –para esta “obra” los últimos cuatro años y para las anteriores otros tantos más– tres funciones por semana. Algunos con experiencia en el género, otros como descubriendo por primera vez la melodía de la memoria, la armonía de la verdad, la música de la justicia.
Por eso la mayor parte del tiempo ese lugar fue otra cosa. Una suerte de sala de ensayo de amigos que forman una banda porque aman el rock, pero sobre todo porque quieren tocar juntos. Ese lugar ejerció sobre nosotros una fuerza centrípeta, un influjo tribal, un sentimiento de hermandad. Por la categórica razón de que funcionó como otro lugar que ya casi no existe: una redacción. Ese espacio de organización, discusión y creación periodística colectiva, hoy está en vías de extinción, abolido por los grandes medios de comunicación que replicaron el modelo de los call centers para disciplinar a su staff periodístico. Hoy, son los gerentes de recursos humanos quienes llevan la batuta en las empresas periodísticas.
Entonces, la sala de prensa del Tribunal Oral Federal Nº 1 de Córdoba ha funcionado desde 2008 como un sustituto de aquellas redacciones donde se debatían cuestiones ideológicas, éticas, estéticas y humanas que atravesaban este trabajo cuando todavía era oficio. Así, en esta sala –prestada pero “nuestra”– discutimos la esencia política del terrorismo de Estado, los porqué de que en este país existieran generaciones dispuestas a tomar las armas y dar la vida por una sociedad más justa, la tramposa eficacia de la teoría de los dos demonios, el límite ético al permiso legal para usar lo que un testigo está obligado a decir en un juicio oral y público, la complicidad de corporaciones y personajes que todavía ostentan poder, el efecto de los relatos del horror en ese sujeto político que es nuestro lector, oyente o televidente, las proyecciones de la historia en el presente, la infinita potencia de la esperanza y la dignidad humanas para renacer de las cenizas…
En ese lugar, fuimos casi familia. Sin idealizar, con las afinidades, rivalidades, proyectos, mambos, solidaridades, egoísmos, anhelos y valores de cualquier familia. En ese lugar, más de uno de nosotros encontró su identidad como trabajador de prensa. Y en ese lugar, sobre todo, crecimos como seres humanos.
Por eso me tanguea pensar que cuando se terminen los juicios de lesa humanidad también se va a terminar esto. Por eso, a los compañeros y compañeras de esos días de grandes titulares y los otros días grises; del mate tempranero, el sanguchito apurado y el chocolate siestero; de las charlas, risas y lágrimas compartidas; de nuestra cotidiana comunión de alegrías, broncas y esperanzas, a ellos y ellas les dedico mi homenaje y agradecimiento. Y ojalá sigamos tocando juntos, hasta encontrar esa musiquita que buscaban los que ya no están.
*Periodista, docente de la Facultad de Comunicación Social de la UNC.
Fotografía Manuel Bomheker
Nota
(1) -Esta nota fue publicada en 2016 por este sitio actualmente en proceso de recuperación.
www.prensared.org.ar