En este contexto de pandemia “ha surgido con fuerza el foco de las luchas por la defensa de la vida y la salud”, analiza el director del Islyma en referencia la celebración del Día Mundial de la Salud laboral y en memoria de las víctimas que resultaron heridas o dejaron la vida en el trabajo. Está en marcha la 12° edición del concurso de expresión escrita “Sin presiones”.
Por Matías Dreizik*
Todos los 28 de abril se conmemora el Día Mundial de la Seguridad y la Salud en el Trabajo, a propuesta de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y proclamada por la Asamblea General de Naciones Unidas. Esta proclama tuvo por objetivo la convocatoria a la reflexión y visibilización de la necesidad de trabajo seguro, saludable y decente.
Para las instituciones que trabajamos la temática y para las organizaciones sindicales es una jornada que nos permite reinstalar la necesidad de proteger la salud y la vida por sobre la búsqueda de ganancias y la mercantilización. Por eso, se recuerdan las muertes y lesiones en el ámbito laboral y las enfermedades producidas por el trabajo.
En nuestro país más de 7500 Trabajadores/as mueren en el año por causas relacionadas con las malas condiciones y ambiente de trabajo.
Esta fecha, también, nos permite relanzar las acciones tendientes a la promoción de bienestar y promoción de la salud que son las herramientas más efectivas al momento de cuidar a los trabajadores y trabajadoras.
En este marco, desde el Instituto de Salud Laboral y Medio Ambiente lanzamos la 12° edición del concurso de expresión escrita “Sin presiones” Historias del mundo laboral que constituye un espacio de promoción de la salud y el bienestar. Que busca que los trabajadores/as compartan sus vivencias en el mundo del trabajo, reflexionen críticamente sobre lo cotidiano y que nos encontremos (de forma virtual) para agasajarnos.
Es importante saber que la organización del trabajo, sus dinámicas y exigencias, pero también la valoración y reconocimiento de que quienes las realizan son elementos fundamentales a la hora de evaluar los impactos generados sobre los distintos colectivos.
Es en este punto donde reside uno de los nudos del problema, ya que el sistema de acumulación de capital prioriza las ganancias a costa de ahorro en recursos. Como recursos entienden a la naturaleza, y a las personas que trabajan en estas condiciones y aquellas que sufren contaminaciones y desplazamientos obligados por la destrucción del ambiente y el saqueo.
Cada período de crisis económica impacta de manera negativa en la defensa y promoción de la salud en el trabajo y las instancias de paritarias se centran en la recuperación del poder adquisitivo mediante aumentos salariales, dejando relegadas las negociaciones por mejores condiciones de trabajo. En este sentido, en el último trimestre del año pasado en nuestro país se ha visto una leve recuperación del empleo, pero con el sello de precariedad como distintivo.
Los datos oficiales reflejan que alrededor del 50% de los empleos son precarios y esta situación genera malas condiciones en las actividades y mayores riesgos para la salud.
El difícil contexto generado por la pandemia del COVID- 19 ha sumergido a la población en la incertidumbre, en peores condiciones de vida y el permanente riesgo al contagio con sus posibles consecuencias.
En este escenario tan angustiante ha surgido con fuerza el foco de las luchas por la defensa de la vida y la salud. Tanto los movimientos ambientalistas que se han fortalecido como las acciones por mejorar las condiciones de trabajo encabezadas por distintas organizaciones sindicales.
Estas reivindicaciones sindicales comenzaron con la defensa de quienes realizan trabajos considerados esenciales y han sido sobreexplotados durante el año de pandemia que llevamos. Tal vez, una de las más conocidas es la pelea por el reconocimiento del COVID-19 como enfermedad profesional. Pero también el resto de los trabajadores y trabajadoras han levantado banderas que ponen la atención sobre sus condiciones y organización del trabajo.
Sin dudas estamos ante una situación en extremo angustiante, riesgosa y crítica para las personas en general y para los Estados que deben garantizar el acceso sanitario y el cumplimiento de los derechos humanos.
Pero también estamos ante un desafío que amerita un abordaje decidido en la búsqueda de una salida creativa, colectiva y fraternal. Que establezca nuevos acuerdos y contratos que se basen en el valor de la vida y la salud por sobre la acumulación, el mercado y el consumo innecesario. Si no nos replanteamos el sistema donde nos desarrollamos no encontraremos mejores condiciones de vida porque la situación planteada es extrema.
Es el momento de hacer preguntas y pensar que responderíamos. ¿Qué tal si necesitamos una asignación universal o renta básica por habitante? ¿Qué tal si es el momento de realizar una reducción de las jornadas laborales y así generar más puestos? ¿Qué tal si es imprescindible sumar más personal al sistema de salud y pagarles mejores sueldos? Estas son sólo algunas.
*Presidente del Instituto de Salud Laboral y Medio Ambiente (ISLyMA)| Foto Télam.
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