Repartidores que mueren por sobrecarga de trabajo durante la pandemia

En Corea del Sur “una nación híper conectada en la que los pedidos en línea aumentaron un 23 por ciento  desde el comienzo de la pandemia”, 19 trabajadores perdieron la vida por sobrecarga de trabajo. Las grandes compañías  se benefician mientras los trabajadores “corren con los gastos” y son la variable de ajuste.

Por Nicolas Rocca*

La situación de los repartidores (delivery) de las plataformas de comercio electrónico se está convirtiendo en un problema nacional en Corea del Sur. Las restricciones ligadas a la pandemia han provocado un aumento de la demanda, sin que las empresas se adapten a ello. Según los sindicatos, 19 trabajadores habrían muerto por sobrecarga de trabajo en 2020.

«Estoy agotado». A principios de octubre, a las 4:28 de la tarde, Kim le mandó este mensaje a su colega de trabajo. Después de más de 20 horas de servicio, todavía le quedaba una cuarta parte de su camión para entregar en la noche de Seúl.

Unos días después, su corazón dejó de latir. Para los sindicatos, este empleado de Hanjin Express es una de las 14 víctimas de «kwarosa», el término coreano que se utiliza para referirse a la muerte por exceso de trabajo. «Es un problema estructural, estas muertes ponen de manifiesto la existencia de un sistema», dice Yu Choun Gouk, un repartidor que trabaja en la ciudad de Gwangju la mitad de la semana y que es representante sindical el resto del tiempo.

Este sistema es bastante específico de Corea del Sur, una nación híper conectada en la que los pedidos en línea aumentaron un 23% desde el comienzo de la pandemia. Los mastodontes del comercio electrónico Lotte, Hanjin, CJ Logistics y Coupang cosechan los beneficios, pero los repartidores corren con los gastos. Las entregas deben ser rápidas. Las empresas cuentan el tiempo de entrega en horas, no en días hábiles. «Chongal Baesong», «repartos tan rápidos como una bala», es la promesa de esas plataformas que, según los sindicatos, no podría concretarse sin considerar el tiempo de trabajo de los repartidores como una simple variable de ajuste.

«Con la aparición del coronavirus, hemos tenido que entregar entre 20 y 30% más de paquetes y trabajar de 2 a 3 horas más por día», explica Yu Choun Gouk. Cada día, me levanto a las 7 de la mañana y luego voy a trabajar entre 12 a 14 horas al día, cobro entre 600 (0,45 euros) y 800 (0,60 euros) wons por entrega».

Casi la mitad de los repartidores trabajaría más de 14 horas al día. La jornada laboral no está limitada legalmente en Corea; la ley establece la semana laboral en 52 horas. Según un informe del Minjoo, el Partido Demócrata que está en el gobierno, la semana de trabajo es de 72 horas.

Si las condiciones de trabajo no respetan el derecho laboral es porque el estatuto de estos trabajadores queda en una zona gris. La mayoría de las grandes empresas subcontratan los servicios de entrega o emplean repartidores como trabajadores autónomos. «Actualmente, carecen de cualquier derecho», dice Cho Se Hua, abogado laboralista y consejero de varios sindicatos. «Trabajan un promedio de seis días por semana con unas 300 entregas por día y no tienen ninguna protección», dice. Las empresas saben cómo aprovechar esta incertidumbre jurídica. «Nos presionan para que sigamos trabajando», lamenta Choun Gouk, «o trabajamos todas las horas que nos piden que trabajemos o nos quedamos sin trabajo.»

Cada repartidor tiene una zona geográfica designada y muchos de ellos trabajan con su propio vehículo. «Los repartidores firman un contrato por el que son responsables de una cierta cantidad de entregas diarias», dice el Dr. Cho. «Entonces, tienen que hacerlo cueste lo que cueste, no hay bajas por enfermedad, no hay sindicatos reconocidos por las empresas.»

Cho Se Hua dedica una gran parte de su tiempo a obtener el reconocimiento de los repartidores como trabajadores y no como autónomos. Pero es difícil avanzar en las discusiones porque cada plataforma funciona de manera diferente. Es como en el Lejano Oeste en lo que respecta a las condiciones de trabajo, las empresas tienen la libertad de establecer sus propias reglas. El gigante del sector, CJ Logistics, sólo emplea directamente a 1.000 de sus 21.000 repartidores. La empresa está bien implantada y tiene una línea de producción más automatizada que la de la competencia.

«En empresas como Hanjin o Lotte, la clasificación de los paquetes tarda más tiempo, por ejemplo, cuando CJ entrega 100 paquetes, los otros entregan 10. Para conseguir el equilibrio, hay que trabajar más», explica Yu Choun Gouk. «Es como si hubiera dos o tres mercados laborales», agrega el sindicalista. Los trabajadores postales cobran un salario decente y trabajan sólo 10 horas al día cinco días a la semana. El verdadero problema reside en el sector privado».

Muchas empresas involucradas en casos de «kwarosa» prometieron planes de contratación masiva para responder al aumento de pedidos y calmar así a la opinión pública. CJ Logistics puso en marcha un importante plan de reclutamiento a través del cual unas 4.000 personas van a reforzar la plantilla de la empresa para afrontar el aumento de los pedidos y responder a la controversia actual.

Si bien la mayoría de las empresas pidieron públicamente disculpas por el exceso de trabajo y firmaron acuerdos con las familias de los repartidores fallecidos, no todas lo han hecho.

Coupang se destaca de sus rivales. La empresa fue creada hace diez años, supera los 6.000 millones de dólares y gestiona toda la cadena de entrega. Sus repartidores son empleados, regidos por la legislación laboral coreana.

Según la empresa, no se superan las 52 horas semanales de trabajo: «La carga de trabajo de nuestros empleados no varía aunque aumenten los pedidos porque, en respuesta a ese aumento constante, triplicamos el número de empleados desde 2019».

Pero Park Mi Souk, el padre de Jang Duk Jun, que trabajaba para Coupang, afirma lo contrario. Era preparador de pedidos en el turno de la noche en Daegu, fue empleado de la compañía durante 18 meses, durante los cuales el joven de 27 años habría perdido 15 kilos. El 12 de octubre, llegó a su casa cansado del trabajo y fue ducharse.

Unas horas más tarde, su padre lo encontró inconsciente en la bañera. Para su madre, no hay dudas de que la muerte de su hijo es uno de los casos de «kwarosa»: «Este verano, trabajó todos los días de la semana, oficialmente de las 7 de la tarde a las 4 de la mañana, pero a menudo tenía que quedarse y hacer horas extras.»

Duk Jun no fumaba ni bebía. Para su madre, más allá del tiempo que pasaba preparando paquetes, fue la intensidad de su trabajo cotidiano lo que lo agotó: «Trabajan según un sistema de unidades producidas por hora. Si son demasiado lentos, el supervisor los llama constantemente al orden. La presión y la intensidad del trabajo van siempre en aumento.»

Ahora, como las otras familias de repartidores fallecidos, la madre espera una compensación de la compañía pero, según lo que afirma, la empresa hace oídos sordos. «Acabo de tener contacto con algunos de sus colegas y tuve una llamada del departamento de recursos humanos para hablar de su plan de jubilación. No hay siquiera una carta de pésame», dice suspirando Park Mi Souk.

Según la empresa, el encargado del joven fue al funeral para encontrar a la familia. La empresa sostiene que su muerte no estuvo ligada a sus condiciones de trabajo. «El difunto tenía la tarea de preparar y entregar los paquetes a los repartidores. Además, había elegido él mismo su propio trabajo, que es uno de los menos intensos en la línea de producción.»

Por lo tanto, no hay razón para compensar a la familia, o para enviar una carta de condolencias, algo difícil de entender para la madre del joven. «Esperamos una disculpa de Coupang y que reconozcan que fue un accidente de trabajo, porque sin ese reconocimiento no podremos cobrar el seguro que nos corresponde».

Park Mi Souk reprueba la actitud de la empresa y les pide a las autoridades que reaccionen: «El gobierno también es responsable porque no controla eficazmente el trabajo nocturno. Pero lo más importante ahora es que haya verdaderos cambios para todos los jóvenes que trabajan en esas empresas.»

Esos reiterados casos de «kwarosa» obligaron a la mayoría demócrata a pronunciarse. El presidente Moon Jae-in, que impulsó la ley de la semana laboral de 52 horas, reconoció la existencia de «vacíos legales» en el estatuto de los repartidores.

Pero el poder de la patronal de los conglomerados es un freno a todo tipo de evolución. Además, las empresas se niegan a asumir públicamente todas las conversaciones con los interlocutores sociales porque sería un reconocimiento de facto de que los repartidores trabajan como empleados y no simplemente como «socios».

El 7 de diciembre se creó una organización tripartita que incluye a los sindicatos, las agencias de delivery y las empresas de logística, bajo la égida del gobierno. Los primeros avances en las negociaciones deberían tener lugar en torno al Año Nuevo Lunar, una fecha muy importante en Corea del Sur que tendrá lugar este año el 12 de febrero. Tradicionalmente, es un momento en el que aumenta la cantidad de pedidos a entregar.

Fuente: rebelion.org (Original:www.mediapart.fr)|Traducción de Ruben Navarro. Bajo  licencia de Creative Commons.

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