Mercedes Ferrero integrante del colectivo de Trabajadores Unidos por la Tierra (TraUT), lleva adelante el proyecto agroecológico Refugio Libertad, gestionado en un 80 por ciento por mujeres campesinas, que viven en nuestra provincia. Mientras Mercedes recorre el campo donde funcionan diferentes unidades productivas cuenta cómo nació este emprendimiento comunitario y qué otros tienen a futuro.
Por Graciela Pedraza*
Verano. Siesta. El sol espera agazapado la embestida de unos nubarrones oscuros que al final desaparecen. El lugar es hermoso. Hay tantos árboles y tranquilidad, y tantos pájaros; sólo ese sonido y las voces de unas mujeres que trabajan cerca.
El predio de 900 hectáreas de lo que fuera el Grupo 141 de Artillería de José de la Quintana, está sobre la ruta E-56 que viene de Anizacate, a unos 60 kilómetros de Córdoba. Los militares estuvieron aquí hasta el 93, y durante la época oscura se escucharon gritos, ráfagas de fusilamientos, llegaban camiones, cuerpos cayendo, todo el horror. Después vino la ostentación del abandono. Ahora, en cambio, acá se agita la vida.
Al dejar la ruta y recorrer un maltrecho-trecho, aparece una casona antiquísima con largas galerías coloniales. En una de las paredes alguien retrató a Daniel Ortega, joven compañero muerto en un accidente, y entre todos escribieron este poema:
Nunca te habrás ido del todo /Siempre estarás en la estrella más brillante /Y en los corazones de las personas /Que marcaste con tu alegría /Serás la infinidad en nuestros recuerdos / No morimos, somos sembrados para volver
Mercedes Ferrero avisa que demorará unos minutos por no sé qué asunto de unas llaves. Y ahí nomás llega. En este infinito verde cortado por edificios fantasma, crece Refugio Libertad, emprendimiento agroecológico que lleva adelante el colectivo Trabajadores Unidos por la Tierra (1).
“En realidad el 80% somos mujeres –dice Mer-, pero acordamos esa ‘concesión’ para que los hombres no se sientan excluidos. Aunque lo nuestro es el trabajo en la tierra y con animales, también estamos en un proceso de reconstruir la memoria de este lugar, poniendo el foco en lo que ocurrió durante la última dictadura. Hay una oscuridad y un silencio bastante grandes sobre esa historia y es necesario empezar a ponerle palabras, como también al vínculo que cada uno tiene con este lugar, porque cuando funcionaba el grupo de artillería y había familias de militares viviendo, esto era un centro económico que generaba trabajo: para empleadas domésticas, jardineros, mantenimiento. De alguna manera esos roles hicieron que no se hablara de cosas que la comunidad también vivió… aunque entendemos que es una población rural con sus características y que no se puede llegar de golpe y estamparse con la verdad”.
Estamos en lo que tal vez fuera el patio de acceso a la casona. “Esto es como el casco de una estancia, por eso su arquitectura es diferente al resto de los edificios, que son de los años 50, de la época de Perón. ¿Ves esta rotonda con estos ladrillones?, antes no se veía, la descubrimos sacando yuyos. Y adentro de esas piezas había una capa de bosta de murciélagos que ni te digo. El estado de abandono y saqueo de los edificios ha sido total”.
Mer Ferrero, licenciada en Ciencias Políticas, 32 años, menuda como un soplo y con el pelo marrón, decidió hace varios años que más le cuadraban los movimientos sociales y el trabajo compartido y a pie de tierra. Cinco años atrás se radicó en Los Molinos, “y ahí empezamos una huerta comunitaria con otras mujeres. Hacíamos también escabeches, dulces, esas cosas. Pero para crecer era necesario tener más lugar, así que en 2016 tiramos líneas en la zona para ver si algún vecino tenía un espacio sin usar, o si la iglesia de aquí –que tiene 800 hectáreas- nos cedía algunas… para una cooperativa de trabajo de mujeres en clave de soberanía alimentaria… y bueno, en el ínterin de esa búsqueda apareció esto. Totalmente olvidado.
Gran parte del 2017 lo pasamos en gestiones con la Agencia Administradora de Bienes del Estado, que depende de la jefatura de gabinete del poder ejecutivo; tanto hicimos que a fines de junio de 2018 logramos firmar un permiso de uso precario. Permiso que significa que si mañana nos piden el lugar, lo pueden hacer. Todavía estamos en esa instancia. Pero la habilitación era para el uso de la tierra y para armar un establecimiento de producción agroecológica que también tuviera fines de escuela, no para entrar en edificios”.
La apariencia de Mer contrasta con la precisión de sus palabras. Decisivas. “Con el tiempo les dijimos: miren, no podemos estar ahí si no tenemos dónde guardar la maquinaria, si cada día hay que llevar las palas, los rastrillos… ¿y los animales? En el campo es así, si querés producir tenés que estar cerca. Entonces conseguimos un permiso aún más precario que el precario, para ingresar a algunos edificios. Y acá, donde era el casino de oficiales, pudimos entrar el 1° de marzo de 2019, y como teníamos programado un encuentro de trabajadores rurales para el 23 y 24 de marzo, había que limpiar contra reloj. Hicimos un laburazo impresionante. Por ahí no se nota, porque el trabajo de recuperación es lento, pareciera que no hemos hecho suficiente, siempre sentimos eso, pero lo cierto es que hay una energía puesta aquí, que es magnífica, enorme. A mí me admira lo que pasa.
“Y este edificio que estamos recuperando será la sede de la Escuela Nacional de organización comunitaria y Economía popular, una escuela de formación de la UTEP que estará abierta a todas las organizaciones, no solo a la nuestra. La obra para la escuela tiene que terminarse a mediados de año, para arrancar este mismo año y recibir contingentes para cursos de educación no formal, y también una escuela de oficios, para la gente de la comunidad. Sería espectacular tener carpintería, algo de herrería, y al fondo armar un taller para el mantenimiento de las herramientas que vamos consiguiendo de a poco. Otras compañeras quieren iniciar un taller de alimentos, conservas… generar alternativas de formación y opciones donde poner el tiempo, que es importante en términos humanos; pensamos en una radio comunitaria, cancha de paddle, acondicionar la de básquet, hay una pileta en mal estado… las posibilidades son un montón”.
Cincuenta familias están involucradas en Refugio Libertad, que al mismo tiempo “hace de corazón organizativo de las experiencias que por ahora se desarrollan en Quintana, San Isidro, Los Molinos, San Agustín, Soconcho, Monte Ralo, Despeñaderos y Calmayo. Doscientas familias en total en estos pueblos. Empezamos en las chacras de abajo, las que están sobre el río, con un bosquecito de frutales, una huerta, un invernadero. Tuvimos que hacer un raleo selectivo de las acacias negras que en esta zona son una verdadera plaga. Todo con pico, pala y hacha. ¿Te imaginás?, laburazo laburazo”.
De solo imaginar me duele la cadera.
Crece desde el pie
Caminamos y caminamos y el campo se abre a izquierda y derecha. Hay un trajín y un movimiento asombrosos, la energía de la que habla Mercedes y que ni siquiera cortan los edificios ruinosos con sus ojos arrancados y paredes raídas.
Asegura Mer que “en el sector rural pasan cosas alucinantes, en términos de recuperación de territorio, de trabajo organizado, de fortalecimiento de mujeres en la agricultura familiar. Me hiciste acordar de un vecinito de los Molinos, estábamos trabajando en la huerta, muertas de calor, con la azada, dándole maza, y él que nos dice: cuando sea grande voy a trabajar en la huerta comunitaria. Para mí fue un mensaje iluminador. Guau, de golpe un niño de seis años se proyecta trabajando en comunidad, en este ambiente sano, bonito, mientras se tejen otros vínculos. Pero a mi criterio nosotras todavía somos una organización muy adulto-céntrica, tal vez por esto de tener que generar un espacio laboral. En la primera asamblea que tuvimos este año, la comunidad se planteó como objetivo fortalecer el trabajo con jóvenes y adolescentes. Hemos tenido experiencias muy potentes con mujeres, pero nos ha costado mucho con varones. Por eso está la idea de que acá funcione un centro cultural, talleres deportivos y artísticos. Y la escuela puede ser la puerta”.
Mercedes instruye: “Para sembrar alfalfa, moha, maíz ecológico, y para frutales y huertas, tenemos un permiso de uso por unas sesenta hectáreas. En los hechos usamos unas 150 más, de monte, para los animales. Los agrónomos dicen que en zona serrana lo óptimo es que haya diez hectáreas por vaca. Nuestra idea es hacer un buen trabajo productivo para que el sistema sea más eficiente, que los animales pasten y al mismo tiempo abonen la tierra; o sea, regenerar la tierra”.
Vamos para donde mugen las vacas, balan las chivas, chillan los chanchos (éste es realmente fotogénico), relinchan los caballos y no sé qué lenguaje utilizan los conejos ni las abejas, porque también hay colmenas y un lumbricario. En el galpón el griterío del increíble número de gallinas se multiplica. Por desgracia, con el aumento del maíz los pequeños productores sufren un problemón -abatidos mueven la cabeza-, problemón que se suma a las dificultades propias de estos emprendimientos, a veces hostigados por vecinos de arcas corpulentas. La ecología, en sus diferentes vertientes, tiene que abrirse paso a los codazos; es así.
Veamos ahora cómo se distribuye la producción. “Cada familia retira lo que necesita para el autosustento. Pero montar una unidad productiva, que sea sustentable y tenga un excedente para la venta… ¡eso lleva mucho tiempo! Vendemos a nivel local, boca a boca o a las verdulerías del pueblo, y el excedente de pollos y huevos va a una red de comedores populares de Córdoba; ahí el Ministerio de Desarrollo de la Provincia nos subsidia con la logística. Nuestros productos son sanos, frescos, y no queremos que solo los consuma la gente de guita, sino que lleguen a la mesa del pueblo, digamos. Pero para que los chicos no coman solo fideos o arroz en los comedores, y les lleguen frutas y verduras, el estado debe acompañar el esfuerzo enorme de los productores. Por ahora estamos así”.
Habrá un mañana
Los pájaros y las cotorras nos han seguido todo el tiempo. Y un aleteo de brisa.
“Los ricos de la zona nos detestan, nos ponen palos en la rueda, escriben cosas horribles en las redes sociales, con total desconocimiento de lo que hacemos. Piensan que somos un peligro porque siempre hicieron lo que querían hacer. Sabemos de reuniones para ver cómo echarnos de aquí.
El año pasado tuvimos un allanamiento con 60 policías, canes, brigada de explosivos, un despliegue gigante para buscar cinco lechones robados que por supuesto no estaban aquí. Nosotros trabajamos, no robamos. Pero ellos ya habían montado el espectáculo. Nunca la policía se moviliza así, con un nivel de amedrentamiento y violencia tremendos. Ese operativo contrastó cuando Marcia Acuña (2) desapareció el 5 de enero y acá solo había dos policías que se fueron porque ‘a la noche no se puede buscar’. Recién después, con el reclamo de las organizaciones hubo mayor interés en la búsqueda.
Los que se manejan como patrones de estancia, no soportan que las familias tengan otra alternativa que la de trabajar para ellos de manera cuasi esclava”.
¿Una banca de diputada tentaría a Mercedes Ferrero? Responde: “Lo mío es una opción de vida. Charlamos un montón con las compañeras. Vivimos en un contexto que ha permitido que el neoliberalismo haga estragos, entonces el desafío es reinventar la política. Si el proceso organizativo popular que podamos construir, requiere ocupar otros espacios, quizá lo hagamos. Pero es una opción política empezar por el territorio y no por un cargo. A ratos te agarra la ansiedad y decís… a las otras esferas de poder no les hacemos cosquillas, pero con otros movimientos sociales pensamos que en algún momento disputaremos espacios de poder. Pero cada cosa a su tiempo. Lo que sí está claro es que ningún referente o referenta se puede largar sola, porque acá se trata del protagonismo popular”.
*Periodista. Agencia Pensared |Fotos: Gentileza Trabajadores Unidos por la Tierra.
Notas
1- Trabajadoras y Trabajadores Unidos por la Tierra. Rama rural de la Unión de trabajadoras y trabajadores de la Economía Popular (UTEP), el sindicato que agrupa a CTEP, la Corriente Clasista y Combativa, Somos Barrios de Pie, Frente Darío Santillán… y más.
2- Marcia Acuña, de 16 años, desapareció el 5 de enero de este año y apareció ahorcada cinco días después. La carátula dice “muerte de etiología dudosa”.
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