Ficción y realidad. La prensa, la vida en las redacciones y el periodismo “ejercen un atractivo especial y suelen ser garantía de entretenimiento para el público”, dice el autor de esta nota, y repasa varios films. Luego muestra cómo Clarín trastoca la frase de la vicepresidenta cuando expresó “No les voy a pedir el sobreseimiento; hagan lo que tengan que hacer” por “Cristina pidió la absolución…”.
Por Juan Carlos Di Lullo*
El clima que se vive en las redacciones de los diarios, las verdades y los mitos sobre la tarea periodística, las siempre conflictivas relaciones entre el poder económico y político, con los derechos y deberes de los trabajadores de prensa y sus respectivos medios de pertenencia, han sido siempre un tema de gran atracción para los guionistas y los realizadores cinematográficos.
Basados en hechos reales o producto de la imaginación de los libretistas, los argumentos sobre la generación, el registro y la publicación de las noticias han llegado a la pantalla en innumerables ocasiones. Muchas veces, la versión de los acontecimientos es romántica, edulcorada, y muestra rasgos de abnegación y de grandeza humana en los protagonistas que resultan difíciles de creer; en otras ocasiones, la pintura es más sombría, los detalles de la trama muestran entretelones menos heroicos (y, a veces, hasta delictivos) en el desarrollo de los hechos. Lo cierto es que las películas basadas en temas vinculados con el periodismo y la prensa ejercen un atractivo especial y suelen ser garantía de entretenimiento para el público; sobre todo, si en los títulos figura la frase «basada en hechos reales».
Entre la larga lista de filmes vinculados con estos temas, sobresale la icónica «Todos los hombres del Presidente» (1976), dirigida por Alan Pakula y con interpretaciones consagratorias a cargo de Robert Redford y Dustin Hoffmann. Las peripecias de los periodistas Carl Bernstein y Bob Woodward, del Washington Post, para convencer a su celoso editor (enorme personificación de Jason Robards) de publicar las revelaciones sobre el caso Watergate (obtenidas a través de un misterioso informante, el célebre «garganta profunda»), sirven para mostrar cómo un medio serio y profesional trabaja un rumor para conseguir las confirmaciones cruzadas e independientes que certifican su veracidad, y recién entonces, publicar la historia. Algo que hoy parece de ciencia ficción; pero que, en su momento, precipitó la renuncia del entonces presidente Richard Nixon.
Todavía puede verse en la plataforma Netflix la producción de 2017 «The Post», con las actuaciones de Meryl Streep y Tom Hanks. En este caso, se pintan las tensiones hacia adentro de (otra vez) el Washington Post para publicar o no informaciones celosamente ocultadas durante 30 años por el Pentágono y el gobierno norteamericano acerca de la guerra en Vietnam. Presiones, simpatías políticas, urgencia por dar la primicia, debilidades económicas, internas entre los accionistas del diario… son incontables los elementos que entran en juego a la hora de decidir los titulares de la próxima edición. Y, una vez más, quedan perfectamente explicados los chequeos a los que deben ser sometidos los datos que logra la redacción, antes de siquiera pensar en su publicación; una novela romántica si se lo compara con la liviandad con la que se echan a rodar rumores incomprobables (cuando no fake news) en la pobre realidad que nos rodea.
No debe faltar en esta breve enumeración la excelente «En primera plana» (2015). La película muestra la cuidadosa investigación que lleva adelante toda una sección del diario The Boston Globe sobre un caso ocurrido en 2001 que terminó revelando una aterradora cantidad de abusos sexuales a niños y adolescentes perpetrados en una iglesia católica y que fueron silenciados por la poderosa curia local en complicidad con el gobierno del Estado y la policía de la ciudad. Otra vez, el rigor de los periodistas al confirmar puntillosamente cada dato de la investigación provoca sorpresa y admiración en estos días y en estas latitudes.
Hasta acá, la ficción, por más que haga base sobre hechos reales. La realidad local es otra.
Diariamente, medios como Clarín o La Nación parecen sacarse encima los hechos como si fueran un obstáculo molesto e indeseado a la intención de publicar sólo lo que va en sintonía con su línea editorial. Un acabado ejemplo de esta peligrosa tendencia lo dio Clarín al día siguiente de la declaración judicial de Cristina Fernández por la llamada «causa dólar futuro». La ex Presidenta cerró su alegato con una frase sorprendente: «No les voy a pedir el sobreseimiento; hagan lo que tengan que hacer», dijo. Sin embargo, el diario (todavía) más leído de Argentina puso en la bajada de su título central de tapa «Cristina pidió la absolución…». Como la posibilidad de un error está obviamente descartada, queda sólo una alternativa: con todas las técnicas periodísticas soslayadas, hay piedra libre para publicar una expresión de anhelo a pesar de que los hechos y dichos que la contradicen hayan sido transmitidos en directo y viralizados hasta el cansancio en las redes sociales.
Aunque no pueda probarse fehacientemente la veracidad de la anécdota, circula en muchas redacciones periodísticas el consejo (atribuído a algún veterano y desencantado secretario de redacción), que hoy parece resumir el espíritu con el que se procesa y se publica la información: «que la verdad nunca te arruine una buena primicia».
*Fuente: Revista La Barraca (https://www.revistalabarraca.com.ar).-
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