Lo dijo Estela de Soulier en su testimonio realizado durante la cuarta audiencia por crímenes de lesa humanidad que se realizó este jueves en la sala de audiencias del TOF 1. Testimoniaron cuatro testigos. Dos presenciales y dos por videoconferencia. Las declaraciones receptadas se relacionan con los hechos que conforman el expediente Diedrich.
Por Katy García*
En la sala de audiencias del Tribunal Federal N°1 se llevó a cabo este jueves la cuarta audiencia del juicio que ventila los hechos que conforman la Causa Diedrich y su acumulada Herrera. En el primer expediente se investigan los hechos que afectaron a integrantes de la familia Soulier y a Miguel Ángel Ernesto Arias, militantes de Fal -22 de Agosto, y a Claudio Luis Román Méndez, alumno del Colegio Manuel Belgrano y militante de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES).
Durante unas extensa jornada declararon Ramón Orlando Arias, Alejandro Román Forastelli, Estela María Reyna de Soulier y Miriam Claudia Báez.
El testimonio de Ramón Arias completó la secuencia del secuestro de su hermano Miguel Ángel, apodado Coqui, ocurrido el 29 de junio de 1976. Alejandro Román Forastelli, expuso por videoconferencia cómo fue el secuestro de su hermano Claudio, criticó a la conducción de Montoneros y le adjudicó corresponsabilidad en lo ocurrido. Estela Reyna de Soulier narró el periplo familiar vivido. Y Miriam Claudia Báez, ex alumna del Colegio Manuel Belgrano declaró que vio en La Perla a Claudio Román.
Ramón Arias: “Pensaba que por abrir la puerta se llevaron al Coqui”
Estaba en la planta baja cuando pasada la medianoche golpean la puerta y pensando que era una persona conocida la abre. El que comandaba el procedimiento era un hombre de boina pelo rojizo castaño que “me encañona y entra a la casa. Me pone las manos contra la pared y me tapa la cabeza con la campera”. Detrás irrumpe un grupo -entre 6 y 8 personas- encapuchados, vestidos con camperones y borsegos, portando armas largas y cortas y se dirige a la planta alta donde dormían sus padres, y los otros hermanos Jorge (12) y Coqui (19). “Entran al dormitorio de mis padres, los despiertan con una linterna y les dicen que no se levantaran. Otros entran en la pieza de mi hermano”. Su madre pensó que eran ladrones y despertó a su esposo. Les ordenaron que “se callaran o los mataban a todos. A mi hermano más chico, Jorge, lo golpearon y le dijeron que se acostara boca abajo. Y a Coqui le dan ropa y le dicen vestite que nos vamos”.
Cuando bajaron vio que se lo llevaban. “Cierran la puerta y tiran la llave en el porche. Voy a ver a mis padres y me topo de frente con uno de ellos. Busco otro juego de llaves, vuelven a cerrar y tiran la llave, y se van llevándose herramientas y la caja con la recaudación de la verdulería”.
A partir de ese momento -dice y suspira- la vida de toda la familia cambió. “En mi casa se había implantado el terror. Cerrábamos con llave y yo pensaba que por abrir la puerta se lo llevaron al Coqui”. Ramón tenía 17 años en ese momento. No le fue fácil volver a la escuela se sentía “como sapo de otro pozo” y el único apoyo con que contaba era “mi novia de la escuela” y de algunos amigos que “tenían prohibido ir a mi casa porque los podían marcar”.
Memoria, verdad y justicia
Ratificó lo que Jorge declaró la audiencia anterior en relación a los encuentros de sus padres con Chiche Araoz quien “conocía bien el accionar de los grupos paramilitares que hacían este tipo de operativos y que era amigo de (Héctor Pedro) Vergez” y que “no aceptaron la propuesta de darle cinco nombres de compañeros de su hermano a cambio de información.
Coqui participaba en el Centro de Estudiantes del Colegio Nuestra Señora de Loreto de barrio Los Naranjos. Con el tiempo se enteró que militaba en Fal 22 de Agosto. En los ochenta comenzó a estudiar ingeniería agrónoma pero tuvo que abandonar porque le dijeron a su madre que tenga cuidado que ya había perdido otro hijo. Con la democracia retomó la carrera pero no la terminó.
El testigo sostuvo que “La lucha no fue en vano. Han pasado 44 años y llegó el juicio” tan necesario porque “una sociedad se forja con memoria, verdad y justicia”.
Alejandro Román: Los asesinos golpean la puerta
El segundo testigo declaró mediante videoconferencia desde Costa Rica. Alejandro Román Forastelli es hermano de Claudio Román Méndez , secuestrado la madrugada del 27 de julio de 1976 de la casa familiar ubicada en barrio Residencial América. A fines de 1975, formó parte de la UES como militante periférico pero por poco tiempo. Le había pedido a su hermano que quería ingresar “a ese mundo tan apasionante en el que se movía y le dijo: “quiero ser Montonero”. (1)
Alejandro relató que la madrugada del 27 de julio de 1976, acababan de llegar de un viaje de vacaciones de julio a (la zona) de cuyo, pasaron por Barrio Pueyrredón para dejar a su hermano en la casa de su abuela por razones de seguridad. Al pasar por el lugar, antes de las 3 de la mañana, vieron que en la vereda del frente había un automóvil con unos tipos sospechosos. Claudio, baja de la renoleta y vio que estaban armados. Se vuelve y deciden ir a su casa en Barrio Residencial América. Bajaron las valijas, su hermana de 8 años se retiró a dormir, y quedaron ellos. El padre propone un brindis por el viaje cuando observan un auto sospechoso en la calle.
Claudio intenta escapar por el fondo pero su madre le dice que se quede y “desgraciadamente lo hizo”. En esa época, afirma, los militantes clandestinos tenían que buscar lugares seguros para evitar la persecución. “Los asesinos golpean la puerta y estoy casi seguro de que eran policías”, dice, y añade que los apuntaron con armas largas hasta la habitación. Luego preguntaron: ¿Quién es Claudio Román? Yo, dijo. Alcanzó a sacar el montgomery negro y se lo llevaron.
Sus padres de inmediato hicieron la denuncia ante la seccional 13. Manifestó que los jueces que tramitaron el Juicio a las Juntas no tuvieron en cuenta la denuncia familiar y no los convocaron a declarar. Sostuvo que prefirieron “aceptar el comunicado de Menéndez que decía que habían abatido a dos subversivos en una enfrentamiento”.
La búsqueda
Alejandro lamentó que su hermano de 15 años no tuviera la madurez suficiente para dejar la organización. Sobre este tema mantuvo contactos vía correo electrónico entre otros, con ex compañeros de la UES. Manifestó que a su hermano lo mataron en venganza por la muerte del Cabo Bulacio hecho que no fue ejecutado por Montoneros sino por otra organización. También reveló otras hipótesis en ese mismo sentido.
Indagando, se enteró por Miriam Báez, delegada del colegio, que había visto a su hermano en La Perla. Que hablaron y que le había pedido que le ajustara la venda y que le había dicho: “a vos te van a soltar y a mí me van a dejar preso”. Frase que “me produjo cierta conmoción”, expresó.
Durante el extenso relato dio a conocer su postura crítica con la organización donde militó su hermano y el mismo. Le adjudicó a la conducción de Montoneros una corresponsabilidad en su muerte y cuestionó la decisión de aceptar el indulto. Leyó algunos párrafos de las revistas Evita Montonera y El Descamisado (edición Costa Rica) cuyos contenidos evaluó como “una porquería que hacían que lea mi hermanito”. Dijo que “fueron los montoneros los que lo llevaron a La Perla donde lo asesinó Menéndez”. Aclaró que no le importa que digan que habla desde “la teoría de los dos o los 40 mil demonios” porque no defiende “las atrocidades y masacres que hicieron los militares que son injustificables”.
Es mi hijo
“Mi viejo trabajaba en la bodega Esmeralda y en La Voz del Interior como corrector de pruebas. Dadas las circunstancias le pidió a Luis Remonda, director y uno de los dueños, que publicara un recuadro sobre el secuestro de su hijo”. La respuesta fue: “Mire Román si usted me pide que yo haga algo por usted o su familia con todo gusto lo haré. Pero no me pida algo que perjudique a la familia de La Voz del Interior”. No publicaron nada.
Cuando volvió al trabajo lo llamó su jefe el escritor Juan Colletti y le dijo señalando el periódico “qué suerte Román que no es su hijo”. Tomó el diario y le dice: “este es mi hijo”. Así se enteró, por el comunicado del Tercer Cuerpo, publicado en el diario que había muerto en un “enfrentamiento” cuestión que para la familia “no era convincente” más bien “Era una falsedad absoluta” porque sabían que fue secuestrado.
A todo esto el testigo se enteró cuando llegó al colegio su tío Forastelli a retirarlo. Subieron al Renault 12 y no decía nada. Entonces le preguntó: ¿Mataron a Claudio? Y le confirmó que sí. Una tía luego de varias horas le avisó a la madre.
El cuerpo fue recuperado. Un tío y su padre lo reconocieron. Les entregaron el cajón cerrado y solo vieron a través del vidrio que “tenía los labios pegados y los ojos entreabiertos”. Lo velaron en una casa mortuoria a la que asistió “poca gente”. Negó que hubiera gente extraña en el entierro realizado en el cementerio San Jerónimo. El 3 de septiembre se fueron a Costa Rica.
Años después, un costarricense que vivía en Córdoba les contó que en el velorio había visto a dos personas conocidas de su esposa con quienes entabló un diálogo y los sacó a tomar un café. Le dijeron que habían sido enviados para ver quiénes asistían.
De las averiguaciones que realizó en largos años a través de mensajería electrónica se contactó con Fernando Ávila el mejor amigo de su hermano que desaparecieron en 1978. Nombró a varios militantes como Edgar Goobar, Ariel Goobar, Oscar Liñera, Jorge Nadra, Castellanos, Guillermo Ensabella, al Indio Magallanes y a Pablo Schmucler. También recordó a Sergio Schmucler, recientemente fallecido hermano de Pablo y ponderó su libro sobre los estudiantes del Belgrano.
Antes de retirarse pidió que si alguien tenía una fotografía de su hermano se la hicieran llegar.
Miriam Claudia Báez: A vos te van a soltar
Miriam Claudia Báez, afirmó frente al Tribunal y las partes que el 19 de julio, fue secuestrada de su domicilio por un grupo armado que dijo pertenecer al Comando Libertadores de América. Tenía 18 años, cursaba el séptimo año, era delegada del curso y militaba en la UES. La llevaron al campo La Perla donde vio a los estudiantes del Belgrano (Jorge) Nadra y Poletto y escuchó la voz de Claudio Román en la cuadra con quien pudo hablar. Ratificó lo anticipado por el testigo anterior: “Me pidió que le ajustara la venda, y pude ver que tenía los nudillos ensangrentados” y que le había dicho “a vos te van a soltar y yo voy a ir preso”.
Más adelante le dijo al fiscal que estuvo 16 días en ese “infierno” y pudo saber que era “azaroso” porque apenas llegó la fueron a buscar para “trasladarla” pero quienes eran llamados “Hugo y Palito” (Romero) dos represores del campo la sacaron de la fila.
Sentí terror
Manifestó que fue interrogada por “Chubi López y por (Elpidio Romero)Texas” quiénes le mostraron un organigrama y le pidieron que se buscara. Lo hizo y no estaba. También le mostraron una carpeta donde estaban detalladas las características del secretario general del Centro de Estudiantes Guillermo Tato Ensabella. Le preguntaron si estaba bien. Y les dijo que sí. También le mostraron a un joven a quien no conocía.
El 10 de agosto se enteró por el diario La Voz del Interior que a Claudio lo habían matado en un enfrentamiento. “Sentí terror porque cuando fui liberada me dijeron que no había visto nadie y que no podía opinar ni siquiera de un resultado de un partido de fútbol porque me estarían vigilando”.
Estela Reyna de Soulier: Conocer los derechos y defenderlos
Luis Roberto Soulier, Juan Carlos Soulier y su esposa Adriana, permanecen desaparecidos. Sebastián, el bebé del matrimonio, sobrevivió y declaró en la audiencia anterior junto a su tía Julia Soulier. También estuvo ilegalmente detenido Freddi Soulier padre de los hermanos.
Al inicio, Estela recordó que su esposo trabajaba en el Colegio Nuestra Señora de Loreto, que participaba en el Sepac, el sindicato que agrupaba a los educadores privados, porque “Tenía bien claro que toda persona debe conocer sus derechos y defenderlos” por eso militaba y los afiliaba.
Contó que habían compartido una casa con Adriana. Las dos estaban embarazadas y militaban. Uno de los alumnos de Luis, el Coqui Arias, con quien compartían ideas políticas había sido secuestrado. Una semana antes habían secuestrado a Tito Jornet y a Eduardo Requena, hecho que precipitó el cambio de casa.
Se cambiaron a barrio Matienzo. El 16 de agosto fue clave. Había toque de queda. Al atardecer, atendió a los niños y Luis no llegaba. “A las 22 sentí que no podía quedarme un minuto más que tenía que proteger a los chicos. Había viento, hacia frio y las calles estaban, desoladas”. Caminó varias cuadras con los dos chicos hasta la Ruta 20, donde toman un colectivo y por fin llegan a la casa de su madre. Cuando nació la segunda hija del matrimonio por cuestiones de seguridad él ya no podía cumplir horarios por la persecución.
Encapuchados
Al amanecer se dirigió a la casa de los suegros. “Apenas golpeé me abrió mi suegra y me dijo que se llevaron a su esposo Freddi”. Y le contó que fue a lo de Juan Carlos y cuando está por tocar el timbre una vecina le contó que el 15 de agosto, a eso de las 23, “habían venido policías en celulares y gente de civil con armas largas y cortas”. La mujer sabía que Luis pasaba casi todos los días por ahí. Así que estaban atentas con su hija para avisarle. “Al rato vieron que los sacan encapuchados (a Carlos y Adriana), prenden la luz y son amedrentadas”.
También observaron que “que llegaba mi suegro en una camioneta Fiat y no pueden avisarle. Lo toman de la ropa. Y en la misma camioneta saquean la casa”. A eso de las 18, llegó mi esposo pero no logran avisarle. Y lo llevan. A las dos horas mi suegra y se va a la Central a denunciar lo ocurrido”. El 16, la tía Yolanda había recibido a Sebastián.
No te puedo mentir
El 18, volvió a la casa de Matienzo y se encontró con Olga, la esposa de Tito Jornet, que estaba embarazada y le contó lo ocurrido. Le dice que se vaya y así lo hizo. Al otro día, se acercó un compañero del sindicato a la casa de su madre a preguntar por Luis. Y le recomendó que no estuviera sola.
Poco apoco empieza a salir y a sacar a los chicos a caminar. A los dos meses se enteró que otros familiares estaban buscando igual que ellos y fue a una reunión en barrio Los Plátanos. De ahí se retiró con una nota impresa donde se solicitaba información ante autoridades competentes. “En ese momento pesaba menos de 40kg. No podía comer. Lo único que me sacó fue que me dijeron no vas a tener fuerzas para levantar a los chicos”. A los días se dirige al colegio Loreto con la nota para que firmara el personal por su delegado. La directora, Beatriz Novillo, salió y le dijo que “para dejar ingresar este papel tengo que saber quiénes son las personas que lo están pidiendo”. Se retiró y nunca más se acercó.
Quien la ayudó fue el cura Carlos de Malagueño quien la envió a verlo al cura Luchessi quien le dijo que “No van a aparecer más, como cura no te voy a mentir. Y más por la fecha que me decís”. No obstante averiguó en la cárcel San Martín y le avisó que no estaban ni habían pasado por ahí.
Nunca se olvidó de mí
Al tiempo consiguió trabajo “los chicos estaban hablando más y empezaron las preguntar por el papá”. Al principio les respondía que estaban trabajando pero en 1978 el terapeuta le aconsejó que cuando le volvieran a preguntar les diga la verdad. Y así lo hizo. “Me ayudaron mis familiares, el bienestar de Sebastián, las Madres, y las Abuelas”, expresó.
Orosz le preguntó qué sabía sobre el destino final de los familiares y sobre una lista que se había encontrado en el Colegio religioso. La testigo afirmó que después de muchos años supo al igual que los demás familiares a través de Ana Iliovich que habían estado en La Perla. Pero no le quedó claro el destino final porque Piero di Monte había dicho que más de 20 personas de la Fal-22 de Agosto fueron fusiladas en un mismo día.
Agregó que el representante legal del Colegio era Carlos Ponce de León a quien había visitado antes de que falleciera y que “nunca se olvidó de mí y trató de acercarse”. Supo que había encontrado en un cajón que dejó el anterior encargado una lista hecha a mano con los nombres de alumnos y profesores de la escuela “que eran mal vistos”.
Finalmente abogó para que “estas palabras mías no queden acá solo como una declaración, que sean conocidas por los hijos y por los nietos. Y cuando digo nietos, estoy pensando en los que aún les falta recuperar su identidad, su verdadera familia, su verdadero nombre. Para los nietos de esos nietos, y para nosotros que llegamos hasta acá. Que sirvan, para hacer conciencia que para ejercer el derecho a la vida y al mundo que queremos la garantía es que el horror no vuelva Nunca Más. Ya dijimos Nunca más”.
En otro orden el imputado Jorge Exequiel Acosta solicitó ampliar su declaración antes de que cierre el debate. Previamente pidió hablar con el defensor por videoconferencia.
Nota:
1- El testigo Alejandro Román Forastelli aclaró que su hermano Claudio también es Román Forastelli. Por un error administrativo porta el doble apellido Román Méndez como su padre.
*Agencia Prensared | Fotos Prensa TOF1
www.prensared.org.ar