ÑOQUIS NUCLEARES Y SATELITALES

La sequía presupuestaria en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA)  impacta sobre proyectos emblemáticos. Despidos de trabajadores en el reactor nuclear CAREM, desmantelamiento en ArSAT y anuncio de más personas echadas en la CONAE.

Por Diego Hurtado y Nicolás Malinovsky* 

A esta altura ya no hay argumentos para ocultar que la diatriba oficial de la austeridad y la contracción del déficit es una pantalla para la generación de rentas, la apropiación de ingresos y la entrega de bienes públicos para beneficio de tribus desorbitadas de fracciones concentradas, que al tiempo que descubren que el saqueo puede tener proporciones bíblicas mueven entusiasmadas los hilos del histrión obsesionado con perros muertos y pedofilia, mientras aplauden su licuadora y su motosierra.

En esta troika desenfrenada hacia el abismo, diría Dostoievski, desmantelar el Estado, especialmente aquellos sectores estratégicos que poseen capacidades de I+D e innovación, es el viejo anhelo de las fuerzas del cielo, que se ilusionan con terminar de noquear al país sudaca que no quiere entender el lugar que le asigna la tambaleante Pax Americana y que, en su ceguera populista, cree que puede tener industria y producir sus propios satélites, vacunas y reactores nucleares.

El gobierno anarco-financiero que sí la ve, acepta como postulado que no hay ninguna sortija para la Argentina en las promesas de recuperación de un capitalismo agonizante, que pone buena parte de sus esperanzas en la transición energética y en las tecnologías digitales. Sin dar señales de ver otra cosa que negocios para la tribu, la hoja de ruta energética hasta la fecha se concentra, básicamente, en el reparto de los hidrocarburos y el litio. En este escenario, se condenan a desguace las oportunidades que nuestro país, mayormente su sector público, logró desarrollar con sangre y sudor durante décadas.

Así, mientras una troupe de funcionarixs fantasmas en el sector de ciencia y tecnología sólo asoman la nariz para comunicar listados de despidos y volver a desmaterializarse, y mientras desde el sector energético se anuncia la quita de subsidios en electricidad y gas –tanto para usuarios residenciales como para el comercio y la industria– y aumento de combustibles, nos enteramos en las vísperas de este fin de semana XXL de la situación crítica que atraviesa la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) por un comunicado firmado por sus 13 gerentas/es de área.

El texto advierte sobre la sequía presupuestaria que impacta de frente sobre dos proyectos emblemáticos, enraizados en líneas de desarrollo que vienen produciendo enormes beneficios materiales, sociales y geopolíticos a nuestro país. Nos referimos a la paralización de las obras del prototipo del primer pequeño reactor modular CAREM, que presenta una enorme proyección de exportación para los próximos 25 años, y el reactor multipropósito RA-10, diseñado para producir, entre otras cosas, radiofármacos, que puede finalizarse este año y que es un desarrollo de frontera, con mejoras respecto del reactor multipropósito que la empresa pública INVAP está construyendo en Holanda.

Luego de explicar que se cuenta “sólo con el crédito presupuestario prorrogado del año 2023” y que esto alcanza para llegar a mayo o junio –el texto incluye las cifras más relevantes–, la nota explica que “a la fecha son muchos los compromisos asumidos con muchos proveedores a los cuales no se les han podido efectivizar los pagos correspondientes de varios meses. Es así que, ante la falta de flujo y continuidad en los pagos, muchos proveedores se han visto en la obligación de comenzar a no prestar servicios”.

Ponemos el foco en este párrafo, porque los proveedores mencionados son empresas nacionales que aprenden y escalan sus capacidades a la vez que generan ingresos a través de estos proyectos. Este es el ADN industrializador del sector nuclear. Hacer una lista de los beneficios en cascada que amputa el gobierno al paralizar estos proyectos nos consumiría todo el espacio que tenemos para esta nota.

Ahora bien, a esta noticia sombría debemos sumar el despido de 100 trabajadores de la construcción que cumplían tareas en el proyecto CAREM, instalado en el Centro Tecnológico Atucha, en la localidad de Lima.

Si bien al vocero Manuel Adorni le molesta la comparación del plan económico de su gobierno con el de la última dictadura genocida, las semejanzas obnubilan. Como botón de muestra, igual que Martínez de Hoz, Toto Caputo decide abrir las importaciones, con el corolario de la destrucción masiva de pymes, otra de las ideas fijas recurrentes. Recordemos que el macrismo barrió con alrededor de 24.000 pymes.

Sin embargo, en lo que hace al sector nuclear, la última dictadura, de forma contradictoria, dio un apoyo masivo inédito, sin excluir a la CNEA de las políticas de terrorismo de Estado. Otro tema de enorme complejidad.

Martínez de Hoz no tuvo problemas en arrasar con las TICs, la computación y la electrónica de consumo, por ejemplo, en momentos en que estas áreas eran el epicentro de la revolución tecnológica global, junto con la biotecnología, que tampoco se vio favorecida. Sin embargo, el alumno de Milton Friedman no pudo meter cuchara en la política nuclear, que durante estos años de terror institucionalizado fue objeto de inversiones públicas ingentes, que hicieron posible el nacimiento de INVAP pero también el engorde de la patria contratista, donde pastaban los papás de Paolo y de Mauricio.

De los reactores a los satélites

Luego de la paralización de obras clave del sector nuclear durante el gobierno de Raúl Alfonsín, como consecuencia del endeudamiento heredado y de los condicionamientos del FMI, el menemismo intentó el primer desguace sistémico del sector nuclear. Así obedecía a uno de los mandatos de la política exterior de relaciones carnales. La CNEA ya había exportado un reactor de investigación a Perú y la empresa INVAP, con apoyo de CNEA, también lo había hecho a Argelia y Egipto. Pero la motosierra del menemismo sobre el sector nuclear puso en peligro la propia existencia de INVAP, que salvó la nave a partir de una convicción: “Si podemos hacer reactores de investigación, entonces tenemos que poder desarrollar satélites”.

Así se inicia una trayectoria ardua y deslumbrante en la historia de la tecnología en la Argentina. El menemismo le entregó las comunicaciones satelitales a empresas trasnacionales europeas. A través de la empresa Nahuelsat se llevaron lo que pudieron sin cumplir con ninguna de las promesas: mejor servicio, tarifas razonables, ocupación de las posiciones orbitales asignadas a la Argentina por la agencia sectorial de la ONU, etcétera. Fueron a la quiebra en 2006, razón por la cual se creó la empresa pública ArSat.

Como síntesis de dos párrafos de lo que puede merecer un par de libros, digamos que en 2015 la Argentina tenía un plan nuclear que Néstor Kirchner y Julio De Vido habían relanzado a mediados de 2006. Cristina Fernández había puesto en marcha la central nuclear de potencia Atucha II –paralizada por el menemismo–, se había comenzado a financiar en 2009 el proyecto CAREM, estaba en marcha un plan nacional de medicina nuclear y la Autoridad Regulatoria Nuclear le daba la licencia a la CNEA para comenzar el proyecto RA-10 y para la extensión de vida de la central de Embalse. Desde 2011, esta misma Presidenta había comenzado a negociar con China la compra de dos centrales nucleares de potencia.

En el sector espacial, ArSat había puesto en órbita dos satélites geoestacionarios ArSat 1 y 2, construidos por INVAP con la participación de alrededor de 80 pymes nacionales. Por su parte, la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) había puesto en órbita el satélite de observación SAC D/Aquarius –también desarrollado por INVAP– en colaboración con la agencia norteamericana NASA. La lista de hitos sigue. Esta era la Argentina desendeudada del 50 y 50 para trabajo y capital, con los mejores índices de desarrollo social de la región y los salarios mínimos más altos.

En este punto, la historia se vuelve recurrente. El macrismo, igual que Videla y Menem, volvió al desguace desde el minuto uno. El encargado de ArSat, por ejemplo, fue Rodrigo De Loredo, que contrató una consultora extranjera (cientos de miles de dólares) para que le digan qué hacer y paralizó el proyecto ArSat 3. Un inútil que debería avergonzar a los radicales.

Todo este largo rodeo para que se entienda lo que significa el desmantelamiento en curso de ArSat y el anuncio, también en vísperas del feriado XXL, de despidos en la CONAE. Esta agencia tiene a su cargo el Plan Espacial Argentino y sostenía una planta de 279 profesionales hasta hace unos pocos día, cuando se dejó en la calle a diez trabajadores, mientras que 38 contratos que también vencían fueron renovados por un plazo corto.

¿Las razones? Igual que los despidos en CONICET, el Servicio Meteorológico Nacional, el Instituto Nacional de Investigación y Desarrollo Pesquero (INIDEP) y Parques Nacionales, el desmantelamiento del ex MINCyT y el desfinanciamiento que paraliza los principales proyectos de CNEA, el caso del sector satelital combina desidia, ignorancia, sadismo y la intención de amputar proyectos emblemáticos que son la garantía de un futuro para la Argentina, como el satélite SABIA-Mar, que se proyecta poner en órbita en 2025, y el inyector satelital de cargas útiles livianas Tronador. El conjunto representa el camino más corto para reemplazar un proyecto de país con industria por un plan de negocios para la tribu.

El escenario completo permite entender que la Mesa Federal de Ciencia y Tecnología no exagera cuando decide usar el término “cientificidio” para llamar al sector a resistir el desguace, en paralelo al llamado del gobernador de la provincia de Buenos Aires a resistir un “industricidio”. ¿O se puede pensar que Toto, el mismo de los 45.000 millones de dólares del FMI, puede construir con soja, tarot y timba financiera un país con salud, educación, trabajo y vivienda para todxs?

Igual que con Videla, Menem y Macri, tampoco hay luz al final del túnel de Milei.

* Diego Hurtado es doctor en física (UBA), profesor e investigador UNSAM-CONICET, ex secretario de Planeamiento y Políticas de CTI, Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación y ex vicepresidente de CNEA. Redes: @dhurtado171045

** Nicolás Malinovsky es ingeniero electricista (UNRC), magíster en gestión de la energía (UNLa), diplomado en Anticipación Estratégica y Gestión de Riesgo (UNDEF), director del Observatorio de Energía, Ciencia y Tecnología (OECYT) asociado a la plataforma Pueblo y Ciencia. Docente en UNPAZ. Redes: @nicomalinovsky.

Fuente: El Cohete a la Luna, el nuevo portal de Horacio Verbitsky https://www.elcohetealaluna.com/

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