La vergüenza de las víctimas a las que el proceso judicial revictimiza, una continuidad horrorosa en esta forma de violar en grupo, el rol del periodismo y el lugar que da a la mujer, claves para pensar el abuso en Palermo.
Por Silvina Molina*
En la intimidad de la cocina durante una charla de amigas, en una consulta psicológica o en una clase de educación sexual integral, los relatos sobre varones que se juntan para cazar y violar en grupo a una mujer son estremecedoramente más comunes de lo que creemos.
Hoy aterroriza verlo casi en directo. Seis varones violando a una mujer en Palermo, barrio concurrido de la ciudad de Buenos Aires, de día, en un auto.
Lo que pasa es que no se denuncian todas las violaciones grupales, porque cada situación es particular y requiere de un análisis único. Y porque las víctimas tienen vergüenza y no quieren exponerse a un proceso judicial que las vuelve a victimizar y a culpar. Un primer eje a tener en cuenta, que este martes aportaba a Télam el psiquiatra feminista Enrique Stola.
El otro eje a considerar en este proceso de escritura indignada es que hay un continuo en la forma de actuar de los varones que eligen -sí, eligen- juntarse con otros para esto. Organizan, cazan y se turnan para violar.
La antropóloga feminista Rita Segato nos enseñó que la violación tiene dos mensajes: uno para las mujeres a la que “se castiga por desobediente”, y otro para mostrarle “la potencia” a los hombres, que además, tienen que exhibirla y exhibirse. Y muchas veces en grupo.
En ese grupo, ¿ningún varón cuestiona el horror?
Ahora, en la mesa de la cerveza, durante el tercer tiempo del fútbol: ¿alguno cuestiona, se cuestiona? ¿Piensan juntos cómo hacer para que nunca más se viole a una mujer?
Hay una necesidad imperiosa: los varones tienen que cambiar actitudes violentas, propias y de sus pares. No solo hablar, ser aliados y etcéteras.
Un tercer eje es dejar claro cómo contamos la violencia sexual: ponemos la acción donde corresponde. Se trata de seis varones que violaron. Y se cuida a la víctima. No se la muestra, de ninguna manera. Se respetan sus tiempos.
Y no son una manada, no son animales, son hombres que eligen violar.
En este proceso de comunicar, hay una enorme responsabilidad en quienes suministran informes escritos, videos y fotos al periodismo. Circularon algunos con nombre y dirección de la víctima, e imágenes de ella. Otro aprendizaje de lo que no debe repetirse.
El tiempo es necesario para procesar tanta violencia, pero un primer cierre posible de esta primigenia opinión sobre esta violación grupal es destacar el compromiso de los y las vecinos que rescataron a la víctima.
También el comunicado del boliche Espacio Ro, donde habían estado los violadores la noche anterior al crimen: “Lamentamos, como institución, no haber tenido las herramientas para identificar a un grupo de varones que actuó con premeditación y desprecio”, dice parte de lo que escribieron. Se podrían haber callado. No lo hicieron. Seguro están pensando nuevas estrategias para tener herramientas.
Valorar además que la Universidad de San Martín suspendió y está en proceso de expulsar a dos de los violadores que estudiaban allí.
En menos de una semana volvemos a salir a las calles en el Día Internacional de las Mujeres. Volvemos a decir que queremos ser libres, no valientes.
* Editora de Gènero y Diversidades, Agencia Télam.
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