Latinoamérica como continente que rodea, contiene y expande las voces de poetas y escritoras. La periodista y docente Ximena Cabral nos comparte algunos poemas de la obra de Carilda Oliver Labra y cuenta las razones por las que la eligió en este espacio para compartir lecturas sugeridas.
Carilda Oliver Labra (1924-2018) es una poeta cubana nacida en Matanzas, cien kilómetros al este de La Habana. Estudió Derecho en la Universidad de La Habana donde ejerció su profesión y dictó también cursos de dibujo, pintura y escultura. Es una de las más sobresalientes poetisas de Hispanoamérica. Ganó los premios literarios: Premio Nacional de Poesía(1950), Primer Premio y Flor natural en el Certamen Nacional, ganadora del Certamen Hispanoamericano para conmemorar el tricentenario del nacimiento de Sor Juana Inés de la Cruz, Premio Nacional de Literatura (1997) y Premio Internacional José de Vasconcelos(2002).
Entre sus obras se destacan: «Al sur de mi garganta» (1949), «Memoria de la fiebre» (1958), «Versos de amor» (1963), «La ceiba me dijo tú» (1979), «Desaparece el polvo» (1983), «Calzada de Tirry 81» (1987), «Se me ha perdido un hombre» (1993) y «Libreta de la recién casada» (1998). Carilda Oliver dejó una obra de más de cuarenta libros publicados en diferentes idiomas. La valentía de su obra poética hizo que el pueblo cubano la admirara. En las calles de La Habana se inscribe y respira el poema La tierra: “Cuando vino mi abuela/trajo un poco de tierra española,/ cuando se fue mi madre/llevó un poco de tierra cubana. Yo no guardaré conmigo ningún/poco de patria: la quiero toda/sobre mi tumba.”
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“A Carilda Oliver no la conocí en Cuba sino que su obra me llegó por otras manos, pero fue en La Habana donde pude encontrar su poética, porque en Córdoba no está distribuida. Me interesa proponer su poesía, desde una mirada feminista para pensar esas claves de lectura, ya que ella trabaja sobre la soberanía de nuestros propios cuerpos de mujeres. Pensemos que ella escribe a mediados del siglo XX, en plena Revolución Cubana, momento donde la militancia era tan importante, que se atreva a hablar desde su subjetividad como mujer con ese desenfado temas que tengan que ver con el amor, las sensibilidades, su cuerpo, era toda una provocación. Una de las razones que le llevó un tiempo ser reconocida. Su obra no tiene que ver tanto con la denuncia, si no con el goce, el disfrute y pensando a las mujeres desde nuestros cuerpos soberanos. En un sistema capitalista, patriarcal donde se imprimen sus formas y lógicas básicas en la extracción y captura de la energía de los cuerpos, ella manifiesta esa mirada libre sobre su sexualidad y explora el amor, desamor, la esperanza, los anhelos, lo que el mismo sistema va obturando”. (Ximena Cabral)
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Elegía
Los besos se me han vuelto telarañas,
la casa se ha venido abajo,
se derrumba;
ya está rota
aunque tiembla entre gajos y vitrales.
Abierta como madre
la aluden los crepúsculos;
es un desierto borrado por mis pies
que no siguen a nadie.
He claveteado estas persianas
para que no examinen la agonía,
el polvo es mi señor.
Sepultada
por gatos y papeles
jamás sospecharán que vivo.
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Me desordeno, amor, me desordeno
Me desordeno, amor, me desordeno
cuando voy en tu boca, demorada,
y casi sin por qué, casi por nada,
te toco con la punta de mi seno.
Te toco con la punta de mi seno
y con mi soledad desamparada;
y acaso sin estar enamorada
me desordeno, amor, me desordeno.
Y mi suerte de fruta respetada
arde en tu mano lúbrica y turbada
como una mal promesa de veneno;
y aunque quiero besarte arrodillada,
cuando voy en tu boca, demorada,
me desordeno, amor, me desordeno.
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El canto
Rómpanme los vestidos, quítenme la locura,
pulan con ese látigo mi sitio de estar sola,
tráiganme los infiernos, pongan mi cama dura;
no temo a los tiranos ni al cáncer ni a la ola.
Déjenme sin pecado, sin sol, sin biblioteca;
ya huérfana de todo no sentiré ni tedio.
Escóndanme ese pan, claven mi boca seca:
nada podrán hacerme que no tenga remedio.
No importará la cárcel porque bebí delirio,
hasta en el mismo polvo suele nacer el lirio,
ninguna muerte sabe podrirme la mañana.
Mi corazón no tiene gravámenes ni dueño.
Nunca podrán quitarme el ala con que sueño.
Y seguiré cantando cuando me dé la gana.
(*)Ximena Cabral es periodista, docente, ex Secretaria de Cultura de Cispren.
Imagen de portada: Ximean CAbral
Producción para el Centro de Documentación “Juan C. Garat”: Myriam Mohaded