En la quinta audiencia del juicio que ventila los hechos contenidos en la Causa Diedrichs-Herrera declararon, este miércoles, de manera presencial Walter Grahovac, los hermanos Diego Soulier y Susana Soulier , y Godofredo Federico Lazcano Colodrero.
Por Katy García*
El Tribunal, presidido por Carolina Prado, receptó cuatro testimonios de familiares y allegados a las víctimas de las causas Diedrich y su acumulada Herrera. Godofredo Federico Lazcano Colodrero declaró como ex estudiante del Colegio Universitario Manuel Belgrano . Lo hizo en el marco de los expedientes que indagan sobre la desaparición de su mejor amigo Claudio Román y de Gustavo Daniel Torres, ambos estudiantes secuestrados y desaparecidos en el campo de concentración La Perla.
Walter Grahovac declaró en relación a la desaparición de su amigo Coqui Arias. Repasó el contexto de época y la militancia. En tanto que los hermanos Diego y Susana Soulier expusieron sus vivencias como hijos de Luis Soulier y sobrinos de Juan Carlos y Adriana, los tres desaparecidos.
Lazcano Colodrero: La lista de Rigatuso
Lazcano recordó que en aquella época a partir “de una idea del doctor Rodolfo Barraco Aguirre” se creó un plan nuevo de estudio donde los contenidos y las actividades estaban orientadas a “formar las clases dirigentes del día de mañana. Por eso la organización madre fue el Centro de estudiantes”.
Comentó que se elegían dos delegados por curso que se encargaban de explicarle a los ingresantes las metas del colegio, y también se ocupaban de seleccionar los materiales de estudio. En 1974, dijo, los claustros docentes, no docentes, y estudiantes participaban de la confección de un reglamento nuevo para el colegio.
Un cambio radical
Un punto central del testimonio fue dar cuenta de la actuación del exinterventor del colegio, Tránsito Rigatuso, que tomó a docentes, alumnos y padres “como un blanco permanente de ataques y desprestigios de toda índole”.
Atestiguó que “en 1975 hubo un cambio radical bajo su dirección porque ingresaron bajo la figura de celadores gente que era sindicada como perteneciente a la Triple A, como un primo mío, Valdez, y Juan Tejeda”.
También se acordó de lo ocurrido durante el acto por el Día de la Bandera cuando “se sucedieron una serie de explosiones y cayó una bandera desde el segundo piso” mientras ingresaban Rigatuso y otras autoridades. Esta acción derivó en expulsiones donde los padres y alumnos tuvieron un rol importante para revertir la medida.
Años después, fue querellado por el nombrado cuando hizo mención en un programa televisivo que “el 8 de abril de 1976 día en que comenzó el año lectivo cuando asumió el Teniente Primero Carnero Barceló y estaban en una clase normal (de educación física) citan a un grupo de alumnos a la dirección”. En el lugar leen una lista que le llamó la atención “porque nombraban alumnos que ya no estaban incluso desde 1974. Dije que la había armado Rigatuso y que eran unos 10 o 12 nombres que ya no estaban”. Entre ellos figuraban Ingrid Goodbar, Claudio Román y Claudio Orosz “que ya no estaba porque sus padres lo protegieron y lo llevaron a Israel”.
Sabía que Claudio Román estaba detenido
Con su amigo perdió contacto durante enero y febrero por las vacaciones. Además Carnero les había dicho que “no tuviéramos contacto con nadie y en ese momento tenía 16 años. Ése año no me contacté porque nos hicieron dos allanamientos en mi casa”.
“La casualidad o la causalidad hace que mi madre (Inés Valdez de Lazcano) como luchadora de los derechos de los otros, luchó por su hijo y logró que me incorporaran en el colegio de las Monjas Azules en Barrio jardín donde ingresé en mayo”. Su presencia por venir del Belgrano generó curiosidad y preguntas. “Era un bicho raro”, graficó.
Fue ahí que conoció a un chico que vivía a media cuadra de la casa de Claudio. Le envió un mensaje que nunca le llegó porque al poco tiempo le dijo: “anoche allanaron la casa, fue un escándalo porque el hermano no quería que se lo llevaran”. Después de esa información lo consultaba todos los días. Hasta que un día lee “en La Voz del Interior una publicación que decía que en un intento de emboscada a un camión del ejército aparece muerto Claudio Román como uno de los atacantes”. En ese momento sintió impotencia porque “yo sabía que estaba detenido y que no estaba a disposición del Pen. Terminó muerto. Es algo que llevo hasta el día de hoy”.
Esta situación produjo una conmoción familiar que los llevó a buscar influencias para exiliarse en México. Finalmente a través de su padrino lograron quedarse en Córdoba “siempre y cuando no respiraran fuerte”. Esa fue la recomendación que vino de (Ramón) Camps a través de (Albano) Harguindeguy.
Pudo averiguar y reconstruir qué pasó con su amigo Claudio por medio de otras personas que le dijeron que lo habían llevado al centro clandestino La Perla. En aquél momento “no quería inmiscuirme, porque cada vez que se tocaba el tema Belgrano uno buscaba apartarse de lo que sucedía”.
Con el tiempo a través de un diálogo que mantuvo con Alejandro Román, el hermano menor, se enteró que fue una odisea encontrar el cuerpo y lograr que lo recuperaran”. Por otra vía se enteró que Miriam Báez -quien declaró la semana pasada- lo había visto a Claudio en La Perla, cuando fue secuestrada y luego liberada.
Torres
Adriana Gentile, representante de la familia Torres, le preguntó sobre Gustavp Torres. El testigo contó que mantenían una relación de cierta empatía y que militaba en la Juventud Guevarista con Gustavo Fidel Guerrieri y Claudio Orosz. Que participó en el centro de estudiantes y “formó parte de una lista que se armó por la convergencia de afinidades”. Aclaró que “no teníamos una actividad conexa, éramos grupos que teníamos un ideario parecido pero diferencias sobre cómo lograrlo” ya que el testigo militaba en la UES (Unión de Estudiantes Secundarios).
En 1976, no lo vio en el colegio donde solo estuvo una semana porque el 24 de marzo llegaron los militares. Torres figuraba en la lista de más de 20 expulsados de los cuales reincorporaron a 11 y 9 quedaron afuera.
“Agradezco al Tribunal la posibilidad que me ha dado de decir algo que guardé durante 44 años, que no podía canalizar. Mataron a mi a mi mejor amigo, de juergas, de bailes, y por fin pude decirlo”, expresó emocionado al finalizar su declaración.
Walter Grahovac: “Un tipo inolvidable”
El ministro de educación de la provincia, declaró como amigo y compañero de Miguel Ángel Ernesto Arias, conocido como “Coqui”. Fue citado porque familiares de la víctima lo mencionaron como la persona que les avisó sobre su secuestro. Trazó un panorama de la época. Declaró que lo conoció a Luis Soulier, preceptor del establecimiento, a su hermano Juan Carlos y su esposa Adriana.
El exsindicalista relató que ambos concurrían al Instituto Parroquial Nuestra Señora de Loreto, en barrio Los Naranjos, donde trabajaban tres curas. Juan Marcelino, al que definió como el más tradicional que los instaba a llevar ladrillos para avanzar en la construcción de la escuela. También se refirió a Juan Segundo, como “el más moderno” que desde antes de la recuperación de la democracia en 1973, los instaba a seguir una “vida de participación” rasgo que consideró como “una gestualidad de la época”. Habló además de Carlos Ponce de León a quien valoró como “un gran hombre, más cercano a la Teología de la Liberación que nos alentaba a tomar un compromiso con el otro, a ser solidarios, y siempre desde una mirada de construcción colectiva”.
Cuando llegó la democracia, dijo, que se hizo más amigo de Coqui a través de la práctica deportiva y ese año “constituimos el cuerpo de delegados que hoy se conoce como Centro de estudiantes”. Lo retrató como “un muy buen estudiante, que estaba becado, un tipo (hace una pausa para seguir) inolvidable, generoso, tocaba la guitarra y jugaba muy bien al fútbol. Yo tengo una hermana, pero si se pudiera elegir un hermano sería el Coqui”, expresó, emocionado.
Tras comentar el clima de época manifestó que “En 1973, estábamos convencidos que debíamos ser parte de una generación destinada a cambiar muchos de los estados de situación que se vivían, en nombre de una mayor justicia. Y con las enseñanzas del Padre Ponce de León, moderado, humanista y a la vez amplio”.
Actividades solidarias
También se acordó del Padre Miguel -de origen español que se exilió en 1976- y el cura Luis con quienes visitaban la villa Las Violetas (actualmente barrio) donde predominaba el Movimiento Villero Peronista y realizaban actividades relacionadas con la mejora y construcción de viviendas.
Otra de las actividades solidarias y culturales que llevaban adelante con Coqui y (el músico) Horacio Sosa en Barrio Obrero, donde vivía Luis Leiva, era dar clases de guitarra, danzas folclóricas y proyectar películas. “Éramos un entramado de alumnos del Loreto con chicos de otras escuelas. Siempre tuvimos esa actitud que empezó a modificarse un poco después del Navarrazo y luego con la gobernación del interventor (Raúl) Lacabanne y el accionar de los Comandos Libertadores de América con acciones paralegales”, destacó.
En otra parte del relato recordó a Luis Soulier como “un hombre maravilloso” a quien recurrían cada vez que necesitaban ayuda, que participaba en el Sindicato de educadores privados y era muy “cercano a (Eduardo) Requena “un hombre transparente y de un compromiso pleno”.
Luego de referirse a los años setenta, los golpes de estado, las dictaduras, proscripciones, desencuentros y un apartamiento de la ley y la democracia expresó que “Probablemente muchos de los dramas que hemos vivido, que han vivido las Madres, y las Abuelas que buscan a los nietos, los HIJOS que son víctimas porque perdieron a sus padres, si hubiéramos vivido en una Argentina donde el estado aplicase la ley en lugar de la violencia paraestatal, otra sería esta Argentina”.
Contó que en ese clima de violencia política conoció a Juan Carlos y a su esposa Adriana y que Coqui que ya había terminado la secundaria y cursaba historia en la universidad “había tenido mucho diálogo con Luis que era muy culto hasta que lo secuestran”.
Justicia y verdad
“Cuando la escuchaba a Doña Beba hablando y declarando me enterneció su ausencia de odio y su sed de justicia. Ojala que podamos probar y que quienes lo hicieron acepten sus errores y podamos seguir adelante con justicia”, refirió. Lamentó que Don Coco, el padre de Coqui, no pueda ser parte de “este acto de justicia que busca verdad, aunque no podamos saber la verdad profunda ni sepamos quienes los asesinaron” es algo que “se merecen todas las personas que han sufrido”. Y añadió que son actos de sanación. Afirmó que si hoy estuvieran vivos lucharían por esto.
Orosz le preguntó si las actividades que hacían eran motivo para tener mucho cuidado. Respondió que sí porque “había un estado de delación en la población” y que “las discusiones políticas y la estigmatización eran corrientes” sobre todo lo que era cercano al gobierno de Obregon Cano y Atilio Lopez. “Todos sabíamos que había riesgo y eso se incrementó en el ‘76”, señaló,
Leiva
En relación a Luis Leiva contó que vivía en Barrio Obrero y militaba en la Juventud Peronista. Que fue secuestrado unos días antes que Coqui y que su papá tenía una casa de fotos en el centro. “Eramos amigos y jugábamos al fútbol”, acotó. Comentó que cuando ocurrieron los hechos que hoy se investigan charlaron sobre el tema y trataban de estar en contacto y de cuidarse. Valoró que Luis los cuidara para que no padecieran daños y no dañaran actitud que según su criterio también tuvo Carlos Ponce de León.
En 1976 se cambió de escuela porque había que cuidarse porque “cualquiera hubiera sido una víctima” perteneciera o no a alguna organización armada.
Diego Gabriel Soulier: Pudimos poner en palabras lo que nos pasó
Diego, el hijo de Luis, pudo al igual que su hermana Susana reconstruir la historia familiar a través de su madre Estela Reyna que ya declaró en este juicio, de su tía Julia y de otrxs familiares. Contó que el 30 de junio se enteraron del secuestro de Coqui Arias por medio de Walter Grahovac que había sido alumno de su padre en el Colegio Loreto. Tenía casi 3 años cuando ocurrieron los hechos y creció “entre navidades, juguetes y llantos” viendo cómo la familia hacía gestiones y denuncias. Afirmó que su madre “es una sobreviviente” que los educó en la verdad y “nos dijo que a mi papá lo había matado una gente mala y que no podíamos decirlo hacia afuera. Salió a trabajar sola, sin marido y con todos los abusos del patriarcado y una sociedad cómplice”.
Relató que sufrieron la marginación social pero que pasaron una infancia donde no faltó la alegría junto a la familia que siempre los cuidó. Cuando se integraron a la Agrupación H.I.J.O.S, en 1995, empiezan a conocer las historias de varios compañeros de militancia de Luis como Eduardo Requena, Soledad Garcia, Tito Jornet, Elba Gigante, Cristina Varas entre otrxs otros integrantes del sindicato. Eso hizo que como hijo de desaparecido fuera “dimensionando la imagen de su padre” y los motivos por los que dio su vida que lo posicionaron ante sus ojos como “un hombre intelectualizado, formado, solidario, que bregaba por su colegio, por los alumnos, escuchándolos, hablando de política”.
En lo personal manifiesta que ha logrado “hacer un análisis de todo el dolor que vivimos en lo familiar y social” y rescata la invitación que les hizo llegar Roger Becerra para asistir a una reunión de hijos e hijas de desaparecidos donde “pudimos poner en palabras lo que nos pasó, y pudimos ir a colegios y hablar del tema. Ni olvido, ni silencio, ni perdón: queremos juicio y castigo y ahí empezamos con los escraches”. Repasó las luchas para derribar las leyes de la impunidad que empezaron desde Hijos “siguiendo el ejemplo de esas Viejas locas, que supimos tenían razón”.
Que digan dónde están
“Dejamos de ser solo los hijos de los desparecidos para ser los hijos de la sociedad con las Madres y las Abuelas. Queremos justicia y reparación y que digan dónde están los cuerpos de nuestros seres queridos y los nietos apropiados”. Señaló además la complicidad de la Iglesia católica, excepto el cura Carlos Ponce de León, y del poder judicial.
La familia supo hace muy poco tiempo por la sobreviviente Ana Iliovich y por Piero Di Monte que su padre y tíos estuvieron en La Perla. Armar el rompecabezas, dice, ha sido muy difícil pero “El miedo no nos ganó, nos fortaleció y mi mama y mis abuelos se callaron por cuidado porque tenían a tres niños chiquitos”.
Al finalizar la reconstrucción reafirmó que “Son 30 mil compañeros desaparecidos, casi 300 nietos no recuperados y las Madres son un ejemplo como mis compañeros de Hijos. La lucha continúa, reivindicamos a nuestro viejo. ¡Hasta la victoria siempre!
Susana Cecilia Soulier: Los violentos eran ellos
La testiga le contó de manera pormenorizada al Tribunal y a las partes cómo reconstruyó la historia familiar con la información que recibió de su madre, familiares y excompañerxs de militancia de su padre. Tenía 10 meses cuando ocurrieron los hechos.
“A mí me toca el estigma social que significó sobre todo en la década de los noventa. Mientras era niña mi madre nos contó la verdad que mi padre estaba muerto y cada uno lo fue resolviendo como pudo” y que les explicó que no debían hablar del tema. Contó que Diego a los dos años bebió un frasco de novalgina y la médica pensando que podría ser un intento de suicidio les recomendó que hicieran terapia psicológica. En los noventa “mi hermano entra al Manuel Belgrano por sorteo y ese momento fue una gran alegría para mi familia”.
Cuando ella ingresó al mismo colegio le tocó vivir una experiencia dolorosa a los 11 años porque sufrió bullying escolar por parte de chicxs que “usaban adjetivos descalificadores para con ella y otra compañera en el Manuel Belgrano”. No fue solo eso. Un profesor también la maltrataba y tuvo que aguantarlo por dos años. “Ahora me doy cuenta de que no era yo. Los violentos eran ellos”, sostuvo.
Los noventa “me traen aires de frescura y de cordura” dice en relación al armado del centro de estudiantes donde participa “y voy encontrándome con intereses políticos, sociales, propios y cuando salgo de la escuela decido abrirme a la participación política y aparece Hijos que me devuelve a la sensación de pertenencia social”.
Por un fallo ejemplar
También recordó un conjunto de frases que se escuchaban en los medios o en conversaciones tales como “Algo habrán hecho, los zurdos, los desaparecidos por algo será, los milicos tendrían que haber matado más gente y otras frases que me violentaron, sin ningún cuidado, por lo que había pasado”.
“La llegada de los Organismos de derechos humanos a mi vida” hizo que asumiera “lo que nos había pasado en un contexto de impunidad que es diferente a una tragedia. Y de crecer en un mundo donde no había que confiar en los adultos”.
Cuando concluyó su declaración agradeció a sus padres, al Tribunal a los Organismos y organizaciones sociales por la conciencia y el esfuerzo permanente de esta justicia que es popular porque gran parte del pueblo así lo decidió.
Concluyó con un mensaje dirigido a la Presidenta del Tribunal: “Voy a solicitar que este fallo sea ejemplar y meritorio para todos los argentinos y latinoamericanos, para las mujeres y los niños que nos merecemos una reparación por tantos años de desigualdad económica y ninguneo. Este hecho que nos convoca hoy, que ocurrió hace 44 años, nos da la oportunidad de aprender de las fuerzas de la vida y aprender que hacer política no es el negocio de capitales, es la búsqueda del bien común, es honrar a la humanidad desde su sentido más sagrado, y que desde ese lugar podamos honrar a los niños y las mujeres”, concluyó.
Por otra parte, la abogada Adriana Gentile solicitó que Claudio Orosz sea citado como testigo en la causa que investiga la desaparición de Gustavo Torres. Cuestión que fue concedida.
Cuarto intermedio hasta el miércoles 14 de octubre a partir de las 10.
*Agencia Prensared| Fotografía Prensa TOF1
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