Las movilizaciones de derecha en Argentina

La pandemia no da tregua. La última  movilización realizada el 17 de agosto pasado fue para el autor de la columna ” la más altisonante” que se haya visto desde que la oposición decidió salir a la calle -todas las fechas patrias- a pesar del aislamiento social y preventivo ordenado por el Presidente.

Por Matías Caciabue *

El 17 de agosto, a 170 años del paso a la inmortalidad del general José de San Martín, Libertador nuestroamericano, el proyecto neoliberal desplegó nuevamente su base social en el centro de Buenos Aires y en los grandes centros urbanos del país. Contrariamente a lo que ha venido anunciando la prensa oficialista, la reiteración del escenario de calle indica la existencia de una fuerza social para nada “marginal”, abriendo unos cuantos interrogantes para los movimientos populares.

#17ASalimosTodos fue el hashtag que los ejércitos de trolls operaron en las redes sociales para asistir a una amplia convocatoria de la red mediática oligopólica. Las personas movilizadas, mayoritariamente pertenecientes a las clases medias acomodadas, encontraron una palestra enorme de consignas por la cual movilizarse.

Desde la propuesta oficialista de reforma de la justicia, pasando por la extensión de la cuarentena, la caída de la economía y la impunidad por causas de corrupción durante el gobierno de Néstor y Cristina Kirchner.

También emergieron consignas abstractas y variadas, como la exigencia de respeto a la República y la Libertad, y otras que, de tan extremas, rozaron el absurdo: “El marxismo es el virus”, “No a la infectadura”, “El virus existe, la Pandemia no”, sumadas a una descabellada bandera de un movimiento defensor del patriarcado en la provincia Córdoba.

La movilización del 17 de agosto fue la más altisonante entre las que se organizaron en contra de la administración del “Frente de Todos” durante el aislamiento preventivo impuesto por la pandemia del Covid-19. Las mismas, que se han dado a razón de una por mes y en coincidencia con cada uno de los feriados patrios -25 de mayo, 20 de junio, 9 de julio-, han ido ganando en masividad, radicalidad e identificación político-partidaria.

De hecho, entre los manifestantes de agosto por primera vez aparecieron figuras de la oposición macrista, todas movilizadas “a título personal” y no en nombre de la fuerza que integran. Entre los más destacados están la exministra de Seguridad, Patricia Bullrich, y el extitular del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, Hernán Lombardi.

“La convocatoria llamaba a marchar en más de 150 localidades de todo el país, desde localidades del conurbano como La Matanza, Ituzaingó, Morón y Malvinas Argentinas, hasta ciudades del interior de la Provincia (Mar del Plata, Necochea, Olavarría) y varios puntos de todo el país (Salta, Jujuy y Tucumán, entre otros)”, señala el diario Clarín.

“No a la reforma judicial. Es un disparate y no es necesaria”, afirmó uno de los presentes en las protestas en la puerta de la Quinta Presidencial de Olivos, lo que marca cuál es el punto de agenda que realmente preocupa a la oposición política.

A diez meses de las elecciones del 27 de octubre de 2019, estas movilizaciones parecieran dejar en claro que el triunfo electoral de Alberto Fernández y Cristina Kirchner no significó una derrota política del proyecto neoliberal. Si uno se detiene a leer las estrategias de poder en curso en Argentina, se puede indicar que no es lo mismo ganar una elección que realizar políticamente una victoria.

A diferencia de lo que ocurrió con el Frente para la Victoria en 2015 ante el triunfo de Mauricio Macri, en el 2019 no se observa un desgranamiento de la alianza social y política que sustentaba al gobierno de la tercera instalación neoliberal en Argentina.

En 1976-1982 por un golpe de Estado, 1989-2001 por la vía del transformismo político y las elecciones, y 2015-2019 por el voto ciudadano “libre” tras el golpe mediático-digital (el autodefinido “periodismo de guerra” y el caso de operación digital de “Cambridge Analitica”).

En 2016, la operación de “los bolsos de López” fue el puntapié para garantizar un realineamiento institucional en favor del pago a los fondos buitres y la puesta en marcha de un régimen económico de valorización financieray pérdida en el poder adquisitivo de los sectores asalariados y de pequeñas y medianas empresas (pymes).

Por el contrario, aún no se registran hechos de “ruptura” en el campo de fuerzas sociales y políticas del neoliberalismo. La alianza corporativa entre la banca transnacional, los grupos oligopólicos locales (energéticas, siderúrgicas), los eslabones que conducen las cadenas agroalimentarias y las grandes empresas TIC´s (Mercado Libre, Grupo Clarín, Grupo América) no se ha desarticulado.

El repliegue político del gobierno en el Caso de la agoexportadora Vicentín, que en un principio ordenó expropiar, es un importante caso testigo de la unidad corporativa del gran empresariado.

Por otro lado, la alianza político-institucional de Juntos por el Cambio permanece unida y, por amor o por temor, sigue teniendo en Mauricio Macri a la referencia indiscutible. Finalmente, el creciente despliegue callejero de su base social, ligada mayormente –en términos económicos y culturales- al rentismo agrofinanciero, auspicia una “exitosa” legitimidad política en los grandes medios corporativos.

Esto contrasta, duramente, con una aparente inacción, producto de la pandemia, de los movimientos populares constituidos en fuerza social de oposición al neoliberalismo tras las protestas de diciembre de 2017 –contra las reformas al mundo del trabajo que impulsó Macri tras su triunfo de medio término en octubre de ese año- y que en 2019 logró encauzarse electoralmente en el Frente de Todos.

Ante ese escenario, resulta inquietante cómo los grandes formadores de opinión de la prensa oficialista insisten con la idea de un macrismo “marginal” que no tiene lugar ante la pandemia del Covid-19. Sus lecturas quedan atrapadasen el “buen comportamiento” del macrista Horacio Rodríguez Larreta, jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, bien dispuesto a fotografiarse cada 15 días junto al presidente y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.

Dichas puestas en escena terminan funcionando como un elemento de distracción de la disputa de fuerzas (y de proyectos) que vive el país, en un momento regional que podría ser caracterizado como regresivo: el gobierno de Jair Bolsonaro en Brasil, el asedio imperial sobre Venezuela, el triunfo de Lacalle Pou en Uruguay, el golpe de Estado en Bolivia y, ante la pandemia, el repliegue de las luchas callejeras, que a fin de 2019 eran preludio a posibles cambios institucionales en países como Chile, Ecuador y Colombia.

Un día después del espectáculo brindado por un sector de la sociedad argentina, Ignacio Levy, referente de la organización popular la Garganta Poderosa, que sostiene 113 comedores comunitarios en diferentes puntos del país, se quejó en una entrevista radial del silenciamiento absoluto de los medios a los reclamos de las barriadas más pobres.

“No tengo duda de que mucha gente fue de buena fe intentando decir algo que la conmueve o la preocupa, pero acá las cacerolas que suenan no es porque alguien las golpee sino porque las están raspando”, señalando otras urgencias poco difundidas.

Levy además indicó que el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires sancionó movilizaciones populares en reclamo de asistencia: “Al Padre Toto (referente religioso del barrio popular “Villa 21”) se le labró un acta”.

“Viendo las imágenes y las expresiones del día de ayer, creo que fue algo vomitivo: las expresiones de odio hacia los trabajadores, los dirigentes y fundamentalmente al peronismo son de un sector de la derecha recalcitrante que está agazapada”, señaló de manera contundente Pablo Moyano, dirigente sindical de la poderosísima Federación de Camioneros.

Resulta evidente que la pandemia no ha otorgado ninguna tregua política. El escenario invita a que las fuerzas populares del país y la región encuentren con urgencia mecanismos de organización y de acción que puedan sortear con éxito al Coronavirus. La utilización del medio virtual y la “guerra de percepciones” parecieran ser un elemento de primera necesidad.

Asumir la revolución tecnológica que vive una economía mundial en crisis, con sus consiguientes consecuencias en las superestructuras políticas, ideológicas y culturales, empieza positivamente a ser un elemento de estudio y de acción en la praxis de cientos y cientos de movimientos populares.

En las redes de Internet no sólo se edifica una nueva forma de relacionamiento entre las personas, sino que, además, se prefigura el vínculo entre los individuos y la realidad que viven. En otras palabras, la “revolución de las TIC’s” está imponiendo un cambio en el “cómo piensa” y en el “qué hace” de las clases sociales subalternas que, bien aprovechado, puede constituir un fabuloso mecanismo de organización de los sectores populares.

Aprovechar estas herramientas para la organización, la formación y la articulación social constituye un salvavidas para la lucha de los pueblos. No aprovecharlo es condenarse a la permanente amenaza de un proyecto como el neoliberal que, aunque derrotado electoralmente, sigue presente en Argentina y la región.

* Redactor-investigador argentino del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)Publicación de Agencia Nodal

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