Un estudio del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas advierte que la pobreza en Argentina se mantiene y que la “recuperación económica no está mejorando las condiciones de vida”. Analizan que es prioritario “recuperar la discusión sobre la necesidad de universalizar ingresos sobre la población en situación de informalidad y desempleo”.
Por Claudio Lozano, Agustina Haimovich, Samantha Horwikz*
Según un análisis del Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP), la pobreza se mantuvo estable en los últimos meses del 2020, a pesar de la recuperación económica. Según el Indec, el 42% de los argentinos son pobres y el 10%, indigentes.
Según el Informe, “los datos del INDEC para el segundo semestre del 2020 revelan un aumento del 18,3% de la pobreza (del 35,5% al 42%) respecto del mismo semestre del año pasado. A la vez la indigencia crece un 31,2% (del 8% al 10 5 %) en el mismo período.
La primera conclusión que surge al observar el mayor incremento de la indigencia es que se sigue profundizando la intensificación de la pobreza. Hecho este que en esta medición se constata también al observar que la brecha entre el ingreso que tienen quienes están en situación de pobreza y el que necesitarían para salir de dicha condición, aumentó.
Por otra parte, al hacer una evaluación del comportamiento trimestral de la pobreza (el dato semestral del INDEC es el promedio de dos datos trimestrales), surge que el segundo semestre del 2020 se compone de un tercer trimestre donde la pobreza se ubicó en el 38,7 % y un cuarto donde esta trepa al 45,3 %. Comparando lo expuesto con los niveles de pobreza del segundo trimestre del 2020 (47%, en el momento de máximas restricciones por la pandemia y mayor caída de la actividad), se observa una caída de la pobreza en el tercer trimestre al 38,7% para luego volver a escalar en el cuarto a niveles prácticamente similares al segundo. Es más, si se corrige la serie trimestral y se le saca al tercer trimestre el efecto del medio aguinaldo, el tercero sin medio aguinaldo llega a 44 de pobreza.
Surge de esto un conjunto de conclusiones:
Por un lado, el importante efecto del medio aguinaldo en la baja de la pobreza del tercer trimestre está indicando una mayor presencia de trabajadores asalariados formales en el conjunto de personas en situación de pobreza.
Por otra parte, los datos de 47% en el segundo, 44% en el tercero y 45,3% en el cuarto está señalando con toda claridad que el tipo de recuperación económica que se va dando al eliminarse las restricciones pandémicas no tiene efecto sobre la pobreza por ingresos.
Es decir, con un nivel de actividad prácticamente similar al previo a la pandemia, la pobreza se mantiene en los mismos niveles de la cuarentena más estricta y de máxima caída de la actividad. Además, la suba de la pobreza en el cuarto respecto al tercero reconoce otras causas. Además de que en el cuarto no hay aguinaldo se eliminó el IFE, se desacelera la recuperación de la actividad económica al tiempo que se acelera la inflación.
En otro orden de cosas, los datos laborales del cuarto trimestre consolidan una tendencia donde la recuperación del empleo es en base a informalidad, autoempleo y empleo no registrado. El empleo formal no tuvo modificaciones y sigue 324.000 puestos por debajo que en el 2019.
Esta recuperación económica con deterioro en la calidad del empleo, sumado a los aumentos de la AUH y la tarjeta alimentar, sirvieron para contener la situación de la indigencia (10,4% en el cuarto trimestre vs 10,6% en el tercero) e incluso reducirla en un 16,2% (10,4% cuarto trimestre vs. 12,4% segundo) respecto al pico del segundo del 2020. Es evidente que el supuesto adoptado por el gobierno en el Presupuesto 2021 de eliminar los refuerzos en materia de política social (entre ellos el IFE ) en tanto la recuperación de la actividad los haría innecesarios, no se está cumpliendo.
Revisar esta decisión y recuperar la discusión sobre la necesidad de universalizar ingresos sobre la población en situación de informalidad y desempleo parece imprescindible. Tanto para contener la situación social como para reanimar el alicaído mercado interno.
En suma, cambiar la lógica de una reactivación que, por su orientación dominante (primacía del sector exportador) y en base al comportamiento de los precios, se traduce en aumento de los márgenes de beneficio de las principales empresas y no en mejora de las condiciones de vida de la población.
*Fuente: rebelion.org| Los autores integran el Instituto de Pensamiento y Políticas Públicas (IPyPP).
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