Juan José Vera: “Les va a pasar lo mismo que a  los Pujadas”

Declararon este miércoles tres familiares directos y una amiga de los militantes populares Wenceslao Vera, Francisco Isidoro Zamora , Luis Rodolfo Ojeda Sierra y Omar Alejandro Olachea, detenidos desaparecidos. Militaban en el PRT-ERP.

Por Katy García*

Durante la octava audiencia del juicio por crímenes de lesa humanidad que juzga a 18 represores imputados en la causa Diedrich y su acumulada Herrera, declararon ayer Juan José Vera (hermano de Wenceslao Vera);  Maria Elsa Maldonado (esposa de Francisco Isidoro Zamora),  Marina Ojeda Giorda (hija de Luis Rodolfo Ojeda Sierra) y Cristina Alicia Robles (amiga de Omar Alejandro Olachea).

Cada testimonio da cuenta de las prácticas del plan sistemático de exterminio al oponente político diseñado y aplicado antes y durante la última dictadura cívico miliar. Secuestros violentos, traslados, torturas y desapariciones.

Rajen que me vio (Fernando) Rocha

El único que declaró en modo presencial fue Juan José Vera, testigo directo del secuestro de su hermano Wenceslao Vera (27), secretario Gremial del sindicato de Obras Sanitarias y militante político del PRT-ERP. Ocurrió el domingo 28 de marzo de 1976, a las 15, en cercanías de avenida Japón, justo donde ahora está emplazado el Hospital Elpidio Torres. Iba con dos hermanos y otrxs familiares  rumbo a la cancha de fútbol a jugar  un partido de fútbol.

“Mi hermano era  perseguido y estaba prácticamente clandestino. Cruzó la calle y se fue a la estación de servicio a hablar desde un teléfono público. Con mi otro hermano lo esperamos  y al regresar nos dijo: “rajen que me vio (Fernando Martín) Rocha”, un policía que “se crió en el barrio” en Parque Liceo, primera Sección, a media cuadra del liceo Militar.

En ese momento el testigo tenía en brazos a su bebe, lo deja al cuidado de una sobrina para observar qué pasaba. Vio que además venían dos policías corpulentos. “Me abro hacia un costado y veo que mi hermano se iba con la ropa (de fútbol) en la mano. Pero a 15 metros lo detienen”.  No ofreció ninguna resistencia y los patrulleros que participaban del procedimiento ilegal dieron la vuelta a toda velocidad y avanzaron por la avenida Juan B Justo. “Fue la ultima vez que lo vimos a mi hermano”.

Con el tiempo se fueron enterando de que estuvo en el campo de concentración La Perla. Según versiones “le dispararon a la cabeza y su cuerpo fue arrojado en unos campos ubicados detrás del monumento de Myriam Stefford, camino a Alta Gracia y que le faltaban las manos”.

La sombra de Rocha

En noviembre de 1976, en plena avenida Colón “Me cruzo y lo veo a Rocha”, dice el testigo, convencido de que el uniformado “tenía la misión” de perseguir a los Vera. Se bajaron del patrullero y a punta de pistola lo arrojan al piso del  móvil y lo trasladan a la Jefatura de Policía donde fue interrogado bajo tortura para obtener información sobre cada miembro de la familia. En esa oportunidad escuchó una voz de varón que le dijo “tu hermano ya fue” asumiendo que lo habían matado.

“La pasé mal como todos por los golpes, porque me gatillaban en falso, me pegaban y tiraban agua, y nos colgaron de los pies…”.

Los hermanos fueron echados de sus trabajos, sus padres amenazados, abandonaron la casa que fue saqueada y destruída. Y llegaron a decirles: “a ustedes les va a pasar lo mismo que a  los Pujadas”. Se referían a la familia masacrada el 15 de agosto de 1975 por el grupo parapolicial Comandos Libertadores de América a cargo de Héctor Pedro Vergez imputado en esta causa. También les pidieron que juntaran todo el oro que pudieran con la promesa de averiguar el paradero. Lo hicieron sin ningún resultado.

Con los compañeros

Muchos años después -en2015- la familia recibió de manos del juez Hugo Vaca Narvaja la resolución que da cuenta de la identificación de los restos  en un acto realizado en el  Juzgado federal n° 3. El Equipo Argentino de Antropología Forense había realizado el cotejo de datos genéticos con restos encontrados en una fosa común del Cementerio San Vicente. “Ahora está en el lugar donde están todos los compañeros” dijo refiriéndose al Memorial que se encuentra en ese campo santo.

“Si he sobrevivido teniendo una familia que estuvo muy comprometida con la lucha era porque  me necesitaban vivo”, consideró. “Duele que no solamente mis padres y mis hermanos hayamos sufrido  durante años, más la destrucción de mi casa y la falta de trabajo”, expresó.

Maria Elsa Maldonado: “Le vendaron los ojos y lo llevaron”

“El día 6 de abril de 1976, a la una menos diez de la mañana, lo secuestraron. Vino el ejército aquí en mi casa, rompieron una sabana, le vendaron los ojos y lo llevaron (a su esposo Francisco Isidoro Zamora) hasta el día de hoy”, afirmó, su esposa María Elsa Maldonado. Fue llevado desde Los Bulevares, de la misma casa desde donde declaró por videoconferencia.

La testigo recordó que un grupo de unas 10 personas, uniformadas, con armas largas, comandados por un hombre “morocho de bigotes con insignias en la gorra, en los hombros, y en la chaqueta, me dijo que si hablaba “mi marido era hombre muerto”.

Francisco trabajaba en una herrería en el barrio Alta Córdoba, donde también llevaron adelante un procedimiento y les robaron “todas las herramientas, lo que estaba hecho como los sillones de hierro, todo fue esa misma noche”.

Pasaron entre ocho y diez años hasta que se enteró por boca de terceros que un  soldado que vivía en el barrio afirmó que lo había visto en La Perla pero que le habrían dicho: “vos sos ciego y sordo, acá no viste nada”. Otro trascendido que llegó a sus oídos fue que “le habían sacado un ojo y había estado internado en el Hospital San Roque”. Pero nada de esto se pudo confirmar.

En aquel momento trabajaba como empleada en casas de familia y descubrió que le hacían un seguimiento. Cerca de uno de los trabajos en barrio  Marques de Sobremonte observó la presencia reiterada de “un auto blanco con una persona que leía  un diario” como si la estuvieran siguiendo.

En otro trabajo, esta vez, en la casa de un decano de la UNC alguien le avisó a su patrona –y ésta se lo contó- que en su casa trabajaba “la esposa de un guerrillero”. Con el tiempo consiguió otro trabajo y logró jubilarse.

Marina Ojeda Giorda: “A mí y a mi abuela nos encerraron en un baño, a  oscuras”

El 7 de abril de 1976, a eso de las dos de la mañana, un grupo de unas 25 a 30 personas se bajó de diferentes autos ingresó a la casa por la fuerza saltando tapias, cortaron el teléfono y rompieron los peluches como buscando algo. Buscaban a Luis Rodolfo Ojeda y Edelweis Giorda.

“Yo tenia tres meses y medio cuando los secuestran a los dos.  Vivíamos en barrio San Martín y mi abuela materna se quedaba en la casa para ayudarla a mi mamá por mi nacimiento”, cuenta Marina, su historia y la de sus padres reconstruída con los relatos de familiares, amigos y vecinos.

“Los encapucharon y vendaron. Y a mí y a mi abuela nos encerraron en un baño, a  oscuras, en el fondo. Cuando leí la denuncia averigüé con psicólogos y psiquiatras si no vendría de ahí mi fobia a la oscuridad”, evocó, y comentó que pudo relacionar aquella vivencia con ese temor enfermizo.

Antes de retirarse, cuenta, que uno de los miembros de la patota fue al fondo y le preguntó  a su abuela qué vínculo tenía con ella y si se iba a hacer cargo. Porque si no era así podían “ubicarla” en una buena familia que le podía dar “un muy buen dinero porque era blanca”.

Preparate que está lista la parrilla

A sus padres los llevaron en autos separados a La Perla donde los interrogaron. A la madre la dejaron libre al otro día a dos cuadras de la casa después de interrogarlos por separado y juntos. A él  le habían dicho: “preparate que ya está lista la parrilla para vos”, y nunca más lo vio.  Ambos militaban en el PRT-ERP.

Una tía le reveló que a su mamá “la torturaron hasta desmayarla”. Yo no lo sabía porque seguramente mi abuela no me lo contó. A los dos días se dirigieron – madre, abuela y ella- al Batallón de Comunicaciones 141. Un auto la sacó a Edelweis “a pasear” y le dijeron que “se olvidara de todo, que tenía una hija pequeña por quien velar, que se vuelva a su pueblo  y  no comentara nada a nadie. Que siguiera con su vida”.  Falleció de cáncer de páncreas cuando ella tenía 4 años.

A los 10 años se enteró a través de la familia paterna que era hija de un desaparecido. Y que también lo estaban dos  tíos y que otros se exiliaron.

Su  padre trabajó en Corcemar durante 10 años y luego en la Cervecería Río Segundo. Era de Tucumán y le faltaba una materia para recibirse de ingeniero.

Antes de concluir se manifestó: “Me alegra que (el juicio)  se dé. Porque se necesita justicia para que esto no vuelva pasar”.

Una “claqué” armada

La última en declarar fue Cristina Alicia Robles. Testimonió por el secuestro de  Omar Alejandro Olachea y a su novia Estela. “El 20 de mayo de 1976 nos encontrábamos en un ph que yo subalquilaba en Córdoba.  Estaban en una habitación  mis amigos Omar Alejandro  Olachea y su novia  Estela. A la medianoche sentimos unos ruidos brutales”, dice, dando inicio a  lo vivido aquella noche.

“Irrumpen en la habitación unas ocho o 10 personas disfrazados con pelucas, todos  pintados. Una claqué”, definió. Uno de ellos le puso el arma en la frente y le preguntó por su hermana María del Carmen Robles conocida como Mariela, militante del PRT-ERP. Luego preguntó quiénes estaban en la otra pieza.

Luego sintió un ruido de arrastre y la puesta en marcha de tres automóviles. Cuando ingresó a la habitación y vio que no estaban sus amigos gritó de tal manera que se le produjo un desplazamiento de la mandíbula.

En abril del 1977 denunció la desaparición de Omar – quien no tenía familia y había vivido en un orfanato- ante familiares y madres cuando no se habían constituido como Madres de Plaza de Mayo. También lo hizo ante el Parque de la Memoria.

A Estela la dejaron libre a los días y le dijo que a pesar de que iba vendada creía que había estado en  el Tercer Cuerpo de Ejército o en La Perla. Que había escuchado los gritos de Omar por la tortura y le habían mostrado un organigrama del PRT. Antes de liberarla en un baldío la violaron en un baldío.

Su hermana “Mariela” fue secuestrada el año siguiente junto a su novio Roberto Regalado y la  hermana de éste. Una llamada telefónica a Trenque Lauquen alertó a la familia sobre este hecho. Viajaron  con su madre a Córdoba y realizaron diligencias con el apoyo de varias personas y lograron que al mes sea blanqueada en la penitenciaría. Junto a Cecilio Costa cuyo hijo también estaba secuestrado  pidieron protección en el consulado  de Suecia  y Francia y lograron las  visas.

El próximo miércoles 4 de noviembre continúa el debate.

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