Hiroshima y Nagasaki, y el mundo a 75 años


Un Premio Nobel de la Paz renueva su mensaje a favor de  la paz mundial. “Es necesario hacer memoria, no para quedarse en el pasado, la memoria nos ilumina el presente y nos llama a reflexionar, a 75 años de Hiroshima tenemos que ver el caminar de la humanidad, sus avances y retrocesos” y (…) “es urgente llamar a la conciencia de los gobiernos que privilegian el capital financiero sobre la vida de los pueblos”, expresa en esta nota.

Por Adolfo Pérez Esquivel*

Adolfo Pérez Esquivel

El avión sobrevoló la ciudad de Hiroshima, los pilotos a cumplir su rutina de guerra, arrojar las bombas sobre territorio enemigo y regresar a la base. Ese día las instrucciones de sus jefes fue que llevaban un arma especial, arrojar la bomba en el objetivo asignado y alejarse lo más rápido posible del blanco. El día 6 de agosto el cielo estaba sin nubosidad y el comandante feliz porque habían puesto el nombre de su madre Enola Gay al avión.

Cuando arrojaron la bomba atómica sobre la ciudad de Hiroshima algo se quebró en su interior y el piloto gritó -¡Dios mío,… Dios mío… que hemos hecho!…..en ese minuto el mundo cambió. El presidente Truman de los EEUU dio la orden de arrojar la bomba sobre Hiroshima, una ciudad civil sin bases militares, la bomba atómica desato el horror, la destrucción y muerte sobre la humanidad.

Los pilotos regresaron con la muerte en el alma, ya nada sería igual. El gobierno de Truman buscó todo tipo de justificación para justificar lo injustificable, Japón ya estaba vencido antes de las bombas. La crueldad humana no tiene límites, como no la tuvo el nazismo en los campos de concentración contra los judíos.

El presidente Truman impartió la orden de arrojar la segunda bomba atómica el día 9 de agosto de 1945 sobre la ciudad de Nagasaki. El “éxito de las masacres” fue total, necesitaba mostrar el poderío de los EEUU al mundo y en especial a la Unión Soviética, su aliado circunstancial en la guerra.

Una madre víctima de la bomba en Nagasaki deja una carta a su hija de dos años que sobrevive, es de una ternura infinita donde le dice como cambió la vida, que su amor permanece más allá de la muerte y que la recuerde.

En mis viajes a Japón en varias oportunidades estuve en Hiroshima, me reuní con mujeres – Ibakusas,- sobrevivientes de la bomba; son testigos del horror y nos acompañaron recorriendo los túmulos y lugares dónde estallo la bomba y donde se encuentran las víctimas; decían que tienen la responsabilidad de trasmitir la memoria de lo vivido cuando eran niñas a tres kilómetros de la ciudad en la escuela y ese día perdieron su familia, después de los bombardeos hasta el presente sufren las radiaciones, el cáncer y la contaminación que mató a miles de japoneses/as no combatientes.

La humanidad frente al dolor y tragedia de dos guerras en el siglo XX buscó encontrar caminos de entendimiento y respeto entre los pueblos y dio nacimiento a las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, un paso fundamental para lograr superar el horror y sanar las heridas y tratar de encontrar nuevos horizontes de vida para que nunca más vuelva a desatarse la tragedia de todas las guerras.

Si bien los organismos internacionales cumplen una función necesaria en el mundo, la carrera armamentista, las guerras, los conflictos bélicos, de alta y baja intensidad, y la explotación de los bienes y recursos de la Madre Tierra no terminaron. Continúa la ambición del poder dominación acumulando arsenales nucleares entre las grandes potencias y generando más pobreza, marginalidad y hambre en el mundo.

Hoy nuestra Casa Común sufre la Pandemia del Coronavirus, tragedia que afecta a toda la humanidad con miles de muertos y millones de infestados y sin encontrar hasta el momento vacunas o antídotos para superar la tragedia global.

El Covid 19 es consecuencia del maltrato del ser humano contra la Madre Tierra, la destrucción de la floresta, los agro-tóxicos, las quemas intencionales que provocan la perdida de la biodiversidad, la muerte de los animales y la violencia contra las comunidades indígenas; devastación y crueldad que ha roto el equilibrio entre el ser humano y la Madre Tierra, es urgente llamar a la conciencia de los gobiernos que privilegian el capital financiero sobre la vida de los pueblos.

Llamar a la conciencia de empresas que en su afán de lucro no respetan los derechos de la Naturaleza, es urgente convocar a un “Nuevo contrato Social” para encontrar nuevos caminos de convivencia, caso contrario las pandemias se agudizarán cobrando más vidas y la destrucción de bienes y recursos naturales.

Los centros de investigación científica están cerca de alcanzar una vacuna para el Covid 19, es necesario que la misma sea gratuita para toda la humanidad, sin exclusiones de los países más pobres.

Es necesario hacer memoria, no para quedarse en el pasado, la memoria nos ilumina el presente y nos llama a reflexionar, a 75 años de Hiroshima tenemos que ver el caminar de la humanidad, sus avances y retrocesos, no se trata de recordar únicamente la tragedia y a las víctimas, debemos honrar la memoria de las víctimas de las guerras y mirar el camino a recorrer de la humanidad.

No olvidar el momento que el mundo cambia cuando el avión por orden del presidente de los EEUU Truman lanza su carga mortífera sobre poblaciones civiles.

El pueblo japonés sobreponiéndose al dolor y destrucción ha logrado grandes avances en la reconstrucción de ciudades devastadas como Hiroshima y Nagasaki, pero preserva la memoria de los días 6 y 9 de agosto de 1945 en que el mundo cambio.

La humanidad necesita desarmar la “razón armada”, hacer realidad lo que en el Foro Social Mundial – FSM- proclamamos que “Otro mundo es posible”, transformar las armas en arados como lo dice el profeta Isaias, a fin de alcanzar la Paz y unidad en la diversidad entre las personas y los pueblos del mundo.

*Premio Nobel de la Paz 1980. Artículo publicado por La Oreja que Piensa y replicado por Capac.

Foto principal EFE (Sobrevivientes). 

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