Las y los ex compañeros de Canal 12, que compartieron jornadas y experiencias de trabajo junto a Gabriela Cabus, evocan a la periodista, que dejó el 17 de abril este mundo. De cronista de calle a delegada sindical. “Decidió cambiar micrófono por megáfono. Priorizó la convicción sobre la vocación y cambió el “Yo” por el “Nosotros”, dicen los trabajadores de prensa.
Por Redacción*
Quizás no haya sido un día más para ella ni para el resto de nosotros. No hubo noticias rimbombantes en el noticiero. Sin retos ni felicitaciones en el frente interno del departamento informativo. Pero algo podría comenzar a percibirse distinto…
Gabriela llegó al canal como lo hacía habitualmente. Puntual, pero ahora en el turno tarde. Al volante de su flamante Fiat 128, entró saludando amablemente al guardia como siempre. El cigarro que, casi se desvanecía en su mano fuera de la ventanilla, se contraponía con la sonrisa de publicidad que nos avisaba de su presencia antes que el resto de sus facciones.
De simpatía genuina, quizás porque cumplía orgullosa y feliz con su nuevo rol de periodista. Tal vez porque después del mediodía, las personas no tenían la «cara de perdedores» (como le gustaba calificar a los transeúntes que no se quitaban la cara de sueño de la mañana).
Con el uniforme de trabajo (en plena decadencia del menemismo y de la moda yuppie) fue la única vez que todas las mujeres cronistas se vistieron con el mismo trajecito azul. La largamente veinteañera usaba los zapatos gastados y la cara lavada. Paradójicamente, le daban un toque de personalidad de barrio y de elegante simpleza y sencillez.
Gabriela era hija de un ingeniero de la empresa de televisión y pariente de los dueños de Telecor (razón social de Canal 12). Pero, como tenía la humildad del último empleado en la cadena de mando (o del primero dependiendo desde dónde se lo mire), mostró nuevamente su peso propio en el trabajo. Supo diferenciar claramente los roles en la familia y en el trabajo. Jamás hizo valer las credenciales heredadas. Prefería mostrarse como trabajadora, siempre en la vereda ideológica del empleado.
Sus primeras experiencias laborales las tuvo en el sector administrativo de El Doce. A fines de los 90, se hizo cronista por iniciativa personal y mérito propio.
Como todas las tardes, salió con su compañero camarógrafo de turno para hacer la primera nota. Con ganas de aprender, de escuchar respetuosamente opiniones conservadoras y de meter la cuchara, en la medida de lo posible, en la sana crítica contra el sistema político. Era mujer de palabra y acción.
A décadas de distancia, algunos opinamos que sus banderas de presentación, en este lugar como pensadora y hacedora de hechos, fue la conciencia de clases y la fraternidad. Por eso no extrañó que ese día, como tantos otros, tomara el volante del móvil para dirigirse a Tribunales. Era lo que más le gustaba. No era manejar por la ciudad, sino mostrar la solidaridad con su compañero camarógrafo, encargado por imposición del manejo de los autos. Recordemos que la flexibilidad laboral estaba en su apogeo.
Antes de llegar al Palacio de Justicia, le dio los pocos billetes que había cargado en su bolsillo a un limpiavidrios. Otra muestra de sensibilidad social, quizás desapercibida para nosotros. Nunca usó la excusa de que ese dinero correspondía al empresario y no a quien le entrega su tiempo.
Llegó a su primera nota. Al entrar a la sala de Tribunales donde se sustanciaba el juicio, se sentó en un banco de madera, parecido al de las iglesias, compartiendo sin darse cuenta, el espacio con dos personas. Al cabo de unos minutos de silencio generalizado que calmaron la sorpresa del público, dos guardiacárceles se le acercaron. Le pidieron amablemente que se corriera de ese lugar. Porque era exclusivo de los acusados… Sí, se había sentado con los sospechosos.
Esa distracción causó gracia y cambió el clima en el recinto. Gabi era volada. O no tanto. Quizá no fue una equivocación ubicarse en un lugar incorrecto desde lo simbólico. Porque era defensora de la igualdad de oportunidades y tenía una sensibilidad especial en lo social. Se preocupaba más por las causas que por las consecuencias de las políticas comunitarias.
Luego fue a otra nota. Una protesta social por el crecimiento desbordado de la pobreza. Percibimos que fue fácil para ella desde lo periodístico y lo humano cubrir este tipo de notas. Encontró gente conocida en camaradas de su militancia (Patria Libre) y les brindó la posibilidad de expresarse.
También con el paso del tiempo, algunos podemos intuir que Gabriela se sentía más que una simple comunicadora social. Podríamos arriesgar (con mucho temor a equivocarnos) que se había autoimpuesto un rol extraño para un trabajador de una empresa privada. Su tarea era reasegurar la voz de lo que protestan, sacarlos de la estigmatización general de los medios masivos y de pararse en primera línea contra el avance del neoliberalismo. Fiel a sus convicciones.
En este período, hay varios adjetivos que podrían describir a la Cabus. Fresca, responsable, inteligente, amable, simpática, cooperadora, luchadora, austera, soñadora y realista a la vez. Pero la cualidad que la distinguía significativamente fue su firmeza en sus ideales.
Regresó al canal como siempre. Habrá sido feliz con la satisfacción de haber hecho el trabajo encargado. O quizá habrá estado frustrada con las injusticias internas o de la sociedad en general. Este pudo ser el día de partida desde donde Gabriela decidió dar un paso transversal en su vida laboral. O posiblemente el comienzo fue después de finalizar cualquier jornada laboral. Siempre tuvo claro que le daría una vuelta a la profesión.
Lo cierto es que, en un lugar donde el sindicalismo no es visto de manera agradable por los encargados del manejo empresarial, se postuló como delegada. Para ser la defensora de nuestros derechos y a la vez, hecha acción, del compromiso social. Esa nueva función, que nos cambió la mirada a todos, fue el disparador en su carrera gremial dentro del Cispren. Por espíritu de lucha y por coherencia, prontamente nos dejaría para encarar de lleno ese camino.
Algunos especulamos sobre los hechos, también a la distancia, que decidió cambiar micrófono por megáfono. Así, priorizó la convicción sobre la vocación. Así, cambió el “Yo” por el “Nosotros”.
Dejaste una gran huella tanto en tus coberturas diarias como también en tu defensa del trabajo periodístico. De admiración, respeto y amor. Gracias por eso.
*Escriben ex compañeras y compañeros de Canal 12| Fuente https://www.cispren.org.ar|Imagen de portada: Facebook de Gabriela Cabus.
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