Evita Descamisada 

“Evita fue Evita sólo para el pueblo trabajador. Para los otros fue la señora de Perón, la primera dama, la de las joyas y oropeles. Ella se definió Evita, pero los descamisados también la asumieron así, produciéndose una simbiosis identitaria”, escribe el autor del artículo. Este domingo, 26 de julio, se cumplen 68 años de su muerte .

Por Luis Miguel “Vitín” Baronetto*

A propósito del nuevo aniversario de su paso resurreccional, el 26 de julio de 1952. Mis reflexiones parten de algunos hechos y palabras que han quedado registrados en su historia. Y anidan un profundo contenido profético, en cuanto que señalan una tarea, un desafío y una proyección que debe plasmarse en la realidad provocando su transformación.

No se trata de una proyección de lo irrealizable. Es exactamente lo contrario, porque se parte de un proceso de cambios que se va consolidando mediante acciones concretas. Esto puede verificarse en la historia de Evita. Pero hay que dejar bien asentado que sólo es posible si quien se define o asume como militante o revolucionaria/o es capaz de asumir en su vida personal opciones y convicciones ubicándose en un lugar concreto de la realidad social. Y sumergirse en ella, aún a sabiendas de las contaminaciones que producen las limitaciones humanas y las mezquindades políticas.

Evita lo definió con claridad, sin pelos en la lengua, en cada instancia donde lo explicitó con su palabra, desde el espacio de mujer que fue ampliando en la corta existencia de sus años en el escenario público. Pero especialmente lo plasmó en acciones que objetivamente elevaron la dignidad de más débiles y desprotegidos: niñas y niños, ancianos y ancianas, y los empobrecidos en general.

Su autoconciencia de mujer inserta en el medio social y político quedó claramente expuesto en el capítulo XVI: ‘Eva Perón y Evita’, de su libro ‘La Razón de mi Vida’, donde hizo un paralelo entre su rol como esposa del Presidente Perón y su militancia junto al pueblo, los trabajadores, los pobres, los “descamisados”, la expresión preferida en sus discursos. “…no quise seguir el antiguo modelo de esposa de Presidente. Quien me conozca un poco, no digo de ahora, sino de antes, desde que yo era una simple ‘chica’ argentina, sabe que no hubiese podido jamás representar la fría comedia de los salones oligarcas.”[1][2]

“He dicho muchas veces que prefería ser Evita a la esposa del presidente de la Nación, si ese ‘Evita’ era pronunciado para calmar algún dolor en un hogar de mi patria. Y al decir esa frase, lo he hecho con todo mi corazón; sinceramente desearía llevar todos los días un poco más de bienestar y un poco más de alegría a los hogares humildes de mi patria porque sé que, al brindarles esos instantes de felicidad, estoy haciendo para ellos la justicia social que les fue negada durante tanto tiempo.”[3]

No sólo asumió plenamente, sino que hizo sentir el peso de su condición de mujer; y lo hizo desde el lugar social determinado no sólo por su origen, sino por su conciencia de pertenencia. Esta autoconciencia y opción personal, desde un espacio político de poder y en una sociedad caracterizada por una cultura machista mucho más fuerte y excluyente que la que aún predomina en la actualidad, contienen en sí mismas las condiciones del profetismo.

Un profetismo que no sólo anuncia la nueva sociedad, sino que además denuncia las situaciones que provocan y obligan los cambios sociales. Y prefigura los riesgos y conflictos que acarrean las disputas de intereses contrapuestos, individuales y colectivos. Pueblo o Antipueblo. Patria o Colonia. Liberación o Dependencia; aun cuando desde las herramientas políticas deban admitirse diferentes ritmos en los procesos de construcción.

“Es que a ellos, los que no hicieron nada y durante cincuenta años tuvieron sumergido al pueblo, hoy les molesta que alguien le lleve un poco de felicidad a ese pueblo, que hace ya cincuenta años debía haberla obtenido.”[4]

“Esos hombres que nada hicieron por el país, que jamás se ocuparon de su pueblo, esgrimen la bandera de la intriga y de la insidia. Yo creo que podemos estar muy tranquilos y nuestro pueblo verdaderamente orgulloso, porque si ellos nos aplaudieran pensaríamos que andamos por mal camino, y en cambio, al ver que nos combaten los vendepatrias, tenemos la seguridad de marchar por el buen camino, que es el del pueblo.”[5]

Ayer y hoy. Marcha difícil pero esperanzada. Especialmente si se camina desde y con el pueblo, alentando, acompañando, proponiendo, siempre con convicción, voluntad, compromiso, solidaridad y confianza en las organizaciones y movimientos que expresan los intereses colectivos por justicia social.

Evita fue Evita sólo para el pueblo trabajador. Para los otros fue la señora de Perón, la primera dama, la de las joyas y oropeles. Ella se definió Evita, pero los descamisados también la asumieron así, produciéndose una simbiosis identitaria. Al establecer la diferencia de su “doble personalidad”, sostuvo: “quien comprenda a ‘Evita’ tal vez encuentre luego fácilmente comprensible a sus ‘descamisados’, el pueblo mismo, y ése nunca se sentirá más de lo que es…¡Nunca se convertirá por lo tanto en oligarca, que es lo peor que puede sucederle a un peronista!.”[6]

“Yo no soy más que una descamisada más…Hablo como descamisada…”[7]. Su reivindicación de género es desde su lugar social. Contemporáneas a Evita, y aún antes, hubo mujeres con actuación pública. Pero Evita asumió su rol haciéndose cargo públicamente de su origen de pobreza. Por eso también fue objeto de tantas calumnias y difamaciones en el rol social y político que asumió. Las “damas” nucleadas en Asociaciones de Beneficencia de las clases opulentas no pudieron tolerar que una mujer, de origen humilde, con el ascenso social del que podría haber gozado, se mantuviese fiel al pueblo, ocupándose por su bienestar a través de la Fundación que llevó su nombre.

Hay que destacar además, que desde esa ubicación institucional, así como en la Secretaría de Previsión y Trabajo, abrió la participación activa de las mujeres, tal como ha quedado registrado en los archivos fotográficos y fílmicos de la época. Evita no era sólo ella. Sus palabras y sus acciones se concretaron en un ir y venir entre las necesidades y las soluciones, que llegaban por los canales de voces femeninas, que asumieron su protagonismo y se organizaron.

Acciones solidarias que pudieron llegar a lugares cercanos y lejanos de la ancha y larga geografía nacional. Los trenes que llevaban máquinas de coser y otros insumos laborales, especialmente destinados a las mujeres, fue la manera de dar pasos hacia adelante en la capacitación laboral, abriendo posibilidades de trabajo para iniciar un proceso, largo y difícil por cierto, de liberación femenina, que no fue planteado como negación de la alteridad masculina. Fue también una forma de integración territorial. No le contaron los padecimientos de los pobres del interior, ni del interior pobre. Los palpó en sus recorridos por los caminos de la patria, en los trenes de la solidaridad.

Memoria que moviliza

Importa rescatar la memoria de protagonismo de una mujer que no pasó inadvertida. Pero que no puede reducirse a la soledad individual del estandarte porque fue el protagonismo de muchas mujeres, que también encontraron un cauce propio de participación. En lo social y lo político: La Fundación, las Unidades Básicas, el Partido Peronista Femenino. Y más aún con la incorporación del voto femenino. “El sufragio femenino no ha de ser un formulismo más en nuestras prácticas democráticas.”[8]

“La mujer está cerca del corazón del país, porque está más cerca de las necesidades del pueblo.”[9]Demandas que trasladadas al hoy deberían alentar reformas a leyes que amplíen la participación en la representación política y la gestión pública.

Como suele suceder con nuestras/os héroes y mártires, no es lo mejor ubicarlos en el pedestal marmolizado, porque es un modo de alejarlos de nuestra cotidianeidad, y hacerlos distantes e inaccesibles, tan excepcionales como ineficaces, que finalmente nos conducen a resignarnos pasivamente en nuestro humilde lugar de “doña o don nadie”. Fue también la preocupación de Evita. Evita instrumento, no centro de la escena. Evita servidora, no egocéntrica ni megalómana. Evita fundiéndose en “descamisada”.

“La patria resurgió a mi paso, inmensa, inagotable, y me prestó su calor. Jamás lo olvidaré. Y es esta, hoy, mi profesión de fe. Se la debo a mi pueblo. Abrazada a la patria, todo lo daré, porque hay pobres en ella todavía, porque hay tristes, porque hay desesperanzados, porque hay enfermos. Mi alma lo sabe, mi cuerpo lo ha sentido. Pongo junto al alma de mi pueblo mi propia alma. Le ofrezco todas mis energías para que mi cuerpo sea como un puente tendido hacia la felicidad común. Pasad por él, firme el paso, alta la frente, hacia el destino supremo de la patria nueva:”[10]

Evita, cuerpo y alma, puente para la patria nueva. Sólo con convicciones firmes en la vida se puede hacer profesión de fe en el destino colectivo del pueblo. El proceso martirial que anticipó en 1948, se consumó el 26 de julio de 1952. Pero tuvo que soportar el desgaste físico, las intrigas y las maledicencias de los vendepatrias y oligarcas que vivaban al cáncer, y violentaron al pueblo, violando sus derechos.

Hacer memoria de Evita, recorriendo algunas de sus palabras y acciones tiene sentido si no nos quedamos en la nostalgia de un pasado que será indefectiblemente irrepetible. Pero es importante hacerla, especialmente en las realidades políticas, sociales y culturales, pandémicas y pospandémicas, para asumir con generosidad y amplitud las difíciles y urgentes tareas que nos imponen las nuevas situaciones, tan viciadas por el neoliberalismo y sus introyecciones culturales, generadoras de odios, individualismos y mezquindades. Pero también las no casualmente olvidadizas, de aquellos que prefieren evitar las molestias de los que resucitan acompañando cada paso, por pequeño que sea, en resistencia a los despojos y la búsqueda permanente de mayor dignidad y justicia social.

*Director de Tiempo Latinoamericano, expreso político. Artículo publicado por www.jironesdelaculturapopular.com.ar|Fotografía Télam.

Notas

[1]PERÓN, Eva. La Razón de mi Vida. Ediciones Peuser, Bs. As, 1951, p. 87.

[2]Idem., p. 88.

[3]PERÓN, Eva. Discursos Completos 1, Booket, 2012. Pp. 272-273.

[4]PERÓN, Eva. Discursos Completos-1.(18 de setiembre de1948). Booket. 2012, p. 265.

[5] Idem., p.237. (25 de junio de 1948).

[6] PERÓN, Eva. La Razón de mi Vida. Peuser. 1951. P.89.

[7] PERÓN, Eva. Discursos Completos -1, (27 de setiembre de 1948). P. 272

[8]Idem, p,65. (19 de febrero de 1947).

[9]Idem, p.88. (4 de abril de 1947).

[10]Idem, p. 358. (24 de diciembre de 1948)

 

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