El intento de asesinato de la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, en el barrio de La Recoleta, es en sí un hecho inédito de nuestra democracia recuperada en 1983. Los discursos de odio y las características del criminal ofrecen un perfil nazi que lo saca del casillero de “loquito suelto”.
Por José Fernández*
La acción criminal, al parecer por voluntad de un individuo, está claramente enmarcada en un contexto de crecimiento de discursos que no han parado de escalar en la intensidad de deseos de “aniquilar”, “derribar” y hasta plantear el antagonismo de: “O son ellos, o nosotros”. Al momento no hay elementos para desestimar la acción de carácter individual, pero tampoco están los datos para poder afirmar fehacientemente que estaríamos ante un hecho aislado.
Si bien el arco opositor expresó su repudio a lo ocurrido, lo cierto es que a esta altura de la espuma de violencia impulsada desde las usinas del poder, deberían tener como maniobra responsable un llamado de preservación de la paz social, acompañado del abandono de la agenda de los halcones.
Que de la Bersa calibre 32 no haya salido un solo disparo, el cual hubiese sido por la cortísima distancia letal, nos da un parámetro sobre la delgada distancia en donde nos ha dejado las toneladas de discursos odiantes que instalaron en un sector de la sociedad la convicción que la solución a todos los males que atravesamos, es con un proyectil en la cabeza de Cristina.
No tengo dudas, muy a mi pesar, que un sector no tan minoritario de nuestra sociedad lamenta que ninguno de los dos gatillazos no hubiese salido, dejando en manifiesto el piso consolidado de discurso que esta noche tomó forma y acciona de modo criminal, creyendo erradamente que de la punta de ese proyectil vendría la paz de los cementerios.
Sobre el criminal Sabag Montiel, la data circulante hasta el momento no arroja mayor información para poder saber concretamente su motivación, más allá de la supuesta en el actual contexto político.
Pero hay un dato que toma relevancia para no considerarlo a Montiel como un “off sider” o un loco, y es el tatuaje que se puede apreciar en su codo izquierdo, que muestra claramente el símbolo nazi de las SS el “Sol Negro”. Este dato no menor viene a reforzar la responsabilidad del discurso odiante, el cual genera contextos que validan y dan factibilidad a expresiones claramente nazis.
Es inconmensurable poder especular sobre el lugar donde nos hubiera arrojado como sociedad si alguno de esos dos gatillazos hubiese salido. Pero de haber ocurrido ese trágico hecho, estaríamos en la antesala de la detonación de nuestra sociedad.
*Periodista. Imagen captura de pantalla.
www.prensared.org.ar