En las primeras horas del caluroso de miércoles 17 de octubre, los sindicatos, ante la presión de las bases, comenzaron a movilizarse en Barracas, La Boca, Parque Patricios y en las barriadas del oeste de la ciudad para exigir la liberación de Perón.
Por Leonardo Castillo*
Una movilización popular sin precedentes marchó a Plaza de Mayo 77 años atrás para reclamar la liberación del coronel Juan Domingo Perón, quien ese 17 de octubre de 1945 se convertiría en líder indiscutido del movimiento político que marcaría un parteaguas en la historia política de la Argentina del siglo pasado.
Dos años antes de este hecho de masas, un golpe de Estado encabezado por el general Arturo Rawson puso fin -el 4 de junio de 1943- al Gobierno de Ramón Castillo, surgido del fraude electoral.
Al iniciarse el Gobierno militar de Rawson, el movimiento obrero se encontraba dividido en cuatro centrales sindicales (CGT N°1, CGT N°2, FORA y USA), y una de las primeras medidas de ese régimen fue intervenir los sindicatos.
La aparición del futuro gran líder
Ante esta situación, los dirigentes de la CGT N° 2, cuya personería había sido suspendida por el Gobierno, iniciaron contactos con jóvenes oficiales del Ejército, entre los que estaban los coroneles Perón y Domingo Alfredo Mercante, con el propósito de impulsar la sanción de un conjunto de normativas laborales.
Perón decide entonces impulsar la creación del Departamento de Trabajo, un organismo que comienza a gestionar la relación del Gobierno con los gremios y que en diciembre de 1943 alcanza el rango de Secretaría. Desde esa dependencia, Perón impulsa la creación de tribunales de trabajo, la indemnización por despido, el Estatuto del Peón Rural y el de los periodistas.
En 1944, se sancionan 123 convenios colectivos de trabajo y al año siguiente otros 347, los cuales alcanzaban a más de dos millones de trabajadores.
Con su gestión, el ascendente coronel se gana el respaldo de los gremios que avalan su eventual candidatura presidencial, lo que genera recelos entre la alta oficialidad del Ejército y malestar entre los sectores sociales dominantes.
Perón impulsó la creación de tribunales de trabajo, la indemnización por despido, el Estatuto del Peón Rural y el de los periodistas.
A principios de octubre de 1945, el ministro de Guerra, el general Eduardo Ávalos, que lideraba los sectores conservadores del Ejército, plantea la detención de Perón, la entrega del Ejecutivo a la Corte Suprema y la convocatoria a elecciones. Presionado por esos sectores, el presidente Edelmiro Farrell ordena el 12 de octubre la detención de Perón y su traslado a la isla Martín García.
Tres días después, el gremio azucarero de FOTIA se declara en huelga para reclamar su liberación, y un día después, los obreros de la carne de las localidades bonaerenses de Berisso y Ensenada se adhieren de forma masiva a la protesta. Las acciones se multiplican en fábricas y talleres de Avellaneda, Lanús, Valentín Alsina y los barrios obreros de Rosario.
La CGT, unificada desde 1944, exige que “se mantengan las conquistas” tras la realización de un plenario en el que se convoca a una huelga general para el 18, sin nombrar a Perón.
Pero los hechos se precipitan: el coronel acusa un malestar y es trasladado al Hospital Militar en el barrio de Belgrano, donde arriba el 17 por la madrugada.
En las primeras horas de esa calurosa jornada de miércoles, los sindicatos, ante la presión de las bases, comienzan a movilizarse en Barracas, La Boca, Parque Patricios y en las barriadas del oeste de la ciudad para exigir la liberación de Perón.
El gremialista de la carne Cipriano Reyes organiza en el cordón de La Plata las primeras columnas de manifestantes que avanzan hacia Plaza de Mayo. Ante la marcha de los trabajadores que venían desde la zona sur del conurbano, la Policía resuelve levantar los puentes sobre el Riachuelo, pero la gente cruza en balsas y a nado en su afán de llegar al centro porteño.
La multitud era imparable y en las primeras horas de la tarde colmó por completo la Plaza de Mayo, donde los manifestantes se refrescaron los pies en la fuente para mitigar el efecto del calor.
Esa imagen horrorizó a la prensa tradicional, que no tardó en hablar de “aluvión zoológico” a la hora de estigmatizar a esos trabajadores movilizados.
Aunque varios mandos del Ejército lo solicitaban, el Gobierno se niega a reprimir y envía emisarios al Hospital Militar con el objetivo de pactar una salida con Perón, mientras comenzaba a caer el sol.
Se acuerda así con Perón el pase a retiro de Ávalos, la renuncia del gabinete y la convocatoria a elecciones generales para los primeros meses de 1946.
Pasadas las 23, desde el balcón de la Casa Rosada, Perón habla a la multitud y, en un hecho que inaugura la liturgia de su movimiento, pide la desmovilización “en paz” a las 300 mil trabajadores congregados en la plaza.
Cinco días más tarde, el coronel se casaba con Evita y su amigo Mercante (gobernador de Buenos Aires entre 1946 y 1952) asumía la conducción de la Secretaría de Trabajo y Previsión.
El 24 de febrero, Perón se presenta como candidato a presidente y gana con el 54% de los votos, en el marco de una campaña caracterizada por el lema “Braden o Perón”, en alusión al embajador de Estados Unidos, Spruille Braden, que se pronunció fuertemente en favor de la Unión Democrática.
El 17 de octubre pasaría ser conocido como el Día de la Lealtad en la tradición peronista, pero sin duda, lo más trascendente de esa jornada fue el surgimiento de un movimiento que ponía su principal foco político en los derechos de los sectores más humildes.
*Redactor especial. Fuente:
Agencia Nacional de Noticias Télam.www.prensared.org.ar