Cenizas del paraíso

En la Comarca Andina aún se combate el fuego cerro adentro, el humo brota de la tierra negra y brigadistas cortan la ruta porque no tienen herramientas ni apoyo estatal. Cientos de familias levantan sus casas entre solidaridad, olor a quemado, autogestión y promesas que no pueden esperar: se viene el frío y las lluvias.

Por Maxi Goldschmidt*

La Comarca Andina no es tierra arrasada. Y sí.

Árboles, cientos, miles, no existen más. Otros quedaron negros y talados. Muchos troncos parecen picos de pájaro: filosos y pequeños. Pájaros negros brotando de una tierra que aún huele a humo.

Casas sin paredes ni techos. Casas que se reconocen como tales por un horno, una heladera solitaria en medio de la negrura. Casas casi terminadas, reconstruidas increíblemente en dos semanas por amistades y personas desconocidas que llegaron hasta Lago Puelo y El Hoyo conmovidas por los incendios. Casas que fueron casas solo porque alguien dice ahí, esa mancha de ceniza, era mi casa.

Casas sin puertas, con huertas de carbón de las que quién sabe cómo sobrevive una lechuga, una remolacha. Casas con carrocerías peladas, esqueletos de autos, un tractor, motos, decenas de bicicletas oxidadas por el fuego. Casas con gallinas desperdigadas por oscuros jardines: gallinas de garras tiesas, carbonizadas.

Pero la comarca está de pie. Casi podría decirse que no cayó del todo. No tuvo tiempo.

Una reconstrucción inédita y solidaria

Es tanta la ropa que podría vestir varias veces a las casi 500 familias afectadas.

Montañas de pantalones, remeras, pulóveres, zapatillas, tacos filosos y flamantes, borcegos agujereados, botas amarillo impecable, carteras y carteritas. Altas paredes de pañales, de paquetes de fideos, de packs de agua embotellada.

A un lado y otro de la ruta 40, entre carpas y gazebos desbordantes de donaciones, estacionan camiones, camionetas, autos. Son recibidos y despedidos con aplausos. Descargan camas, colchones, maderas y gente: carpinteros, veterinarias, albañiles, maestros mayor de obra, bioconstructoras, personas de distintas edades y clase social que llegan de varios puntos de Chubut y también de otras provincias para poner su cuerpo para la reconstrucción de esos barrios que fueron devorados por el fuego: El Pinar, la Ecoaldea, Bosques al Sur y otros puntos del paraje Golondrinas y Cerro Radal.

Ante las imágenes tristes de lo que devoró el fuego, la creatividad y autogestión conmueven. Suplen, en parte, la lentitud burocrática de un Estado –de varios: nacional, provincial y municipal– que aún no dio respuestas concretas.

“En Desarrollo Social de Lago Puelo me dijeron que estaban haciendo lo que podían, que es bastante poco. Dejar baños químicos en la zona, repartir agua y alimentos y seguir haciendo relevamiento. Me dijeron que me acerque a las distintas organizaciones sociales y de vecinos que estaban colaborando si necesitaba conseguir algo más porque por el momento las promesas no bajaban aún”, dice una de las vecinas del barrio Golondrinas que logró escapar de las llamas con su hijo en brazos.

Recién este martes, a más de tres semanas de los incendios, los intendentes Augusto Sánchez (Lago Puelo) y Rolando Huisman (El Hoyo) viajaron a Buenos Aires y firmaron convenios por 300 millones de pesos. Funcionarios de ambos municipios, en off, hace semanas reconocen que están colapsados, que no dan abasto y que no tienen recursos ni personal ni infraestructura para afrontar una catástrofe de esas características.

Mientras, personas que perdieron todo preparan tortas fritas para voluntarios y vecinos, un grupo de veterinarias asisten a los animales afectados, cada tanto pasa alguien pidiendo un CBU de confianza para armar un nuevo flyer o pasarle a gente que quiere contribuir. Cada tanto pasa alguna persona diciendo que otra vez la AFIP bloqueó una cuenta en la que de un día para el otro entraron miles de pesos en donaciones. En los gazebos se organizan ferias para que la gente cambie ropa por lo que más se necesita: materiales de construcción y herramientas. Un grupo de vecinas transforma las prendas en mal estado en frazadas mientras otros planean reutilizarlas como aislantes en la construcción de viviendas.

Algunas pocas familias viven en carpa junto a los restos de su hogar; la mayoría paran en casas de amistades y familiares. Hay cabañas turísticas puestas a disposición por sus dueños para los afectados. Hay una vidriería que no les cobra los vidrios a quienes perdieron todo y decenas de comerciantes que hacen lo mismo con otros productos. Hay familias repartiendo viandas. Hay un artesano que ofrece su cosecha de marihuana quemada y la mitad de la cuadrilla que levanta una casa celebra. Hay caras tiznadas, hay transpiración y cansancio por doquier. Hay pocos pero algunos robos, que duelen más: porque se llevan lo que se salvó del fuego: un par de zapatillas, alguna herramienta. Hay largos bancos improvisados con árboles quemados. Hay ollas populares, tiendas de campaña y niños corriendo, completamente oscuros por alfombras de pinocha quemada. Hay muchas horas bajo el sol. Hay muy pocas quejas. Hay sonrisas. Hay miradas tristes, al horizonte, como perdidas, pero solo unos minutos. Después se vuelve al trabajo, a la reconstrucción. El sonido de fondo es de motosierras.

 

Que la piedra no tape el bosque (quemado)

Las imágenes rápidamente se multiplicaron en redes sociales y medios: hablaban por sí solas. Los incendios, otra vez, fueron noticia. Las piedras contra Alberto Fernández mantuvieron el tema en agenda unos días más, pero con el foco puesto en cuestiones que nada tenían que ver con la cotidianeidad en la zona de la catástrofe.

Se hablaba de la tensión entre el presidente y Arcioni y desde medios afines al oficialismo se apuntó contra “los asambleístas antimineros” y “el ambientalismo bobo”. Sin embargo, poco se dijo de una nueva caza de brujas en la Patagonia, donde el ministro de Seguridad de Chubut, Federico Massoni, ordenó la detención de 12 personas en operativos espectaculares con decenas de efectivos ingresando a casas de docentes y de personas que ni siquiera estuvieron presentes en el lugar donde fue apedreada la comitiva presidencial. Ese día, una patota de la UOCRA atacó a manifestantes que habían perdido sus casas. Unos días después, Alberto Fernández agradeció el apoyo de la UOCRA.

El fuego no se apagó

Los incendios que en Chubut extinguieron tres vidas humanas, un número indeterminado de caballos, perros, gatos, ovejas, gallinas y otros animales, más de trece mil hectáreas de bosque y unas 400 viviendas, siguen ardiendo cerro adentro y en las alturas del Piltriquitrón.

El fuego no se apagó. Pero brigadistas de todas las dependencias nacionales y provinciales –del Servicio Provincial del Manejo del Fuego (Chubut), del Servicio de Prevención y Lucha contra Incendios Forestales (SPLIF, Rio Negro), del Plan Nacional del Manejo del Fuego y de Parques Nacionales– hace una semana decidieron dejar por un rato sus labores “porque necesitamos equipamiento, nos quedamos sin nada”.

Caminaron sobre la ruta 40, recibiendo aplausos y palabras de apoyo en su recorrida hasta lo que quedó de la Brigada de Incendios Forestales de Golondrinas: una tranquera quemada, chapas quemadas, árboles quemados y los autos de los brigadistas que estaban apagando otros incendios, también quemados.

Algunos de ellos, perdieron sus casas también. Como Alan, que estaba batallando contra el incendio en Golondrinas, cuando le avisaron que se quemaba la brigada. Volvió y descubrió que además se quemaba su casa, con sus perros adentro. No los pudo rescatar. En el camino, encontró una mujer desvanecida y con quemaduras por todo su cuerpo, que fue trasladada a Bariloche pero no pudo sobrevivir.

Daniela también es brigadista y empleada pública de la provincia de Chubut hace años. Desde hace más de tres semanas combate el fuego y, al igual que muchos de sus compañeros, tampoco tiene ART.

—Son días muy tristes para nosotros. Sentimos una soledad terrible. Seguimos haciendo todo lo posible para liquidar el incendio, que todavía está activo pero controlado. La gente nos agradece y nos ayuda mucho, pero no se acercó una sola autoridad a brindarnos su apoyo. Ni provincial ni nacional, nadie vino hasta nuestra brigada, que ya no existe más. Estamos funcionando en una casilla prestada y sin herramientas.

Fuente: Agencia Tierra Viva (agenciatierraviva.com.ar)| Fotos: Pablo E. Piovano

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