Entre la inmortalidad de Homero y la leyenda del judío errante, el gran escritor argentino encontró la perdurabilidad eterna en su inmensa obra. Si bien cree, como los viejos oráculos, que el único inmortal es Homero, hay indicios inmortales en su relato.
Por Roy Rodríguez Nazer*
Acaso la conciencia de la muerte sea eso que nos hace humanos. Y la inmortalidad simplemente la incapacidad para comprender nuestros destinos, independientemente del oráculo que dicte la sentencia. Las narrativas suelen ser dudosas y muchas veces carecen de certezas. Sin embargo, ¿la perdurabilidad de las versiones luego de decenas de siglos es capaz de convertirla en una especie de verdad, como ese mármol que se sostiene sobre la supuesta tumba de Homero, desde donde puede verse lo azul del Mediterráneo hasta el infinito?
De algo no parece haber dudas: Jorge Luis Borges cree, como los viejos oráculos, que el único inmortal es Homero. Es que, precisamente, en su cuento “El inmortal”, el anticuario Joseph Cartaphilus proviene de Esmirna, lugar de nacimiento de Homero, y muere, durante su regreso en la isla de Ios, justamente allí donde la leyenda dice que nuestro narrador y guerrero habrían encontrado su final.
Sin embargo, hay indicios de que para Borges quizás haya varios inmortales en su relato. De hecho, publica por primera vez el relato en la página 29 del número 12 la revista Anales de Buenos Aires, con el nombre de “Los inmortales”.
“Los inmortales” comienza con una cita en inglés de Francis Bacon, que acaso podría traducirse de la siguiente manera: “Salomón dice: ‘No hay nada nuevo sobre la tierra’. Y así como Platón tenía en su imaginación que todo conocimiento no era más que un recuerdo, Salomón sentencia que toda novedad no es sino olvido”.
Homero, el inmoral y el juicio errante
Es posible que el espacio en el que fue enterrado Homero no sea el que señalan los guías de la isla de Ios, ni el que le atribuyó el navegante holandés Graf Pasch Van Krienen. Sin embargo, persiste la leyenda de su inmortalidad, que puede interpretarse al mismo tiempo como la causa de su muerte. La versión es de Pausanias, geógrafo y viajero griego que vivió en el siglo II y que llegó al célebre templo de Apolo en Delfos donde habitaba un oráculo: “Puedes ver una estatua de bronce de Homero en una losa, y leer el oráculo que dicen que recibió Homero: ‘Bienaventurado e infeliz, porque para ser ambas cosas naciste. Buscas tu patria; pero tú no tienes patria. La isla de Ios es la patria de tu madre, que te recibirá cuando hayas muerto; pero mantente en guardia contra el enigma de los niños pequeños’”.
Después de dar su versión sobre el posible nacimiento y muerte de Homero, Pausanias escribe: “El primer y único poeta que cantó los males de la espaciosa Grecia por siempre será inmortal y eterno. He oído estas cosas y he leído los oráculos, pero ninguno expresó una opinión privada ni sobre la edad ni la fecha de la muerte de Homero”.
Joseph Cartaphilus, el anticuario que vende los tomos de La Ilíada traducida por Alexander Pope a la princesa de Lucinge y que recorre los mismos caminos que el propio Homero, en el relato de Borges es el nombre que en muchos países europeos se le atribuye a la leyenda del judío errante.
Nacida a la luz de las persecuciones de los cristianos a judíos durante el medioevo, la leyenda del judío errante es una narrativa intenta borrar el origen judío de Jesús y, a su vez, justificar y darle entidad cuasirreligiosa a la discriminación del pueblo de Abraham.
Según la Enciclopedia Británica, tantas veces punto de partida de los relatos de Borges, las primeras versiones del judío errante se encuentran en los relatos de Roger de Wendover. El cronista cuenta que en 1228, un arzobispo armenio dijo en Londres que en su tierra había un hombre que decía haber sido portero de Ponzio Pilatos y que había empujado a Jesús en su camino al Calvario. Y que Jesús respondió: “El hijo de dios se va y tú esperarás hasta que regrese”. Las versiones de la leyenda dicen que desde entonces el judío errante vive hasta los cien años y, desde entonces, en la antesala de su muerte reencarna y vuelve a tener la edad de Cristo. Como un loop condenatorio infinito.
En la versión de Borges, Cartaphilus muere. Pero deja un manuscrito en La Odisea. Allí el que muere a su vez es un guerrero que cae a los pies del narrador después de buscar indefinidamente la tierra de los inmortales. En su vagar por tierras extrañas y laberínticas pierde su ejército e incluso su conciencia. En la versión del guerrero, los únicos inmortales parecen los trogloditas, esos hombres primitivos que viven en las cavernas. La inmortalidad es un laberinto cuyo centro es inasible. Y cuyo secreto parecen guardar hombres impedidos de la palabra.
Hay quienes interpretan que la leyenda del judío errante podría provenir de un verso de La Odisea. En el Canto XI, “La evocación a los muertos”, Ulises desciende al Orco, por consejo de Circe, a fin de consultar el alma de Tiresias, el ciego, y este le dijo antes de prometerle una muerte dulce y suave en su vejez: “Cuando encontrares otro caminante y te dijere que llevas un aventador sobre el gallardo hombro, clava en tierra el manejable remo, haz al soberano Neptuno hermosos sacrificios”. El remo sobre los hombros es, en la interpretación de algunos filólogos, la cruz que Jesús cargará siglos después. Un remo. Solo peso inútil tierra adentro de los infiernos.
Cuenta Van Krienen que, siguiendo los escritos de Pausanias, llegó a la tumba de Homero en 1771. Que levantó columnas y lápidas de mármol. Y que durante un momento pudo ver el cuerpo de Homero, que en el instante se convirtió en polvo. Ese parece ser el destino de los hombres. Aun los inmortales. Acaso nos sobrevivan las palabras. Odiseas. Es posible pensar que Borges no auguraba inmortalidad para sí, sino para sus relatos. Esos que hablan de los trogloditas. Unos hombres que carecían del don de la palabra y que sacrificaban humanidades en nombre de la libertad. Al borde de los abismos.
*Periodista, escritor, guionista y docente universitario. Fuente: artículo publicado por Caras y Caretas, dirigida por Felie Pigna https://carasycaretas.org.ar/2024/12/20/borges-y-la-inmortalidad/ lustración: Hugo Horita.
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